Espacio publicitario

WILLY BRANDT

Vivisección de un estadista

Un perfil de Oriana Fallaci descubre la madera del estadista alemán Willy Brandt, el político socialdemócrata y canciller que enfrentó la división y reunificación de una nación y su continente

  • Diario El Universal

07/01/2020 04:42 pm

Correspondería a la Historia establecer hasta qué punto Willy Brandt fue un gran estadista y un gran hombre. Pero ya es cierto que, como líder, es el único gran personaje de la Europa de hoy [1973]. Cae bien a todos. Todos confían en él. Y todos reconocen en él al canciller de una Alemania nueva, de una Alemania que ya no inspira odio o miedo: si acaso envidia. Tiene muchos méritos este Brandt. No en vano le dieron el Premio Nobel de la Paz. Pero su mayor mérito es el de habernos hecho comprender que la palabra alemán no significa Hitler. A Hitler lo combatió cuando tenía catorce años: “con la palabra y con los puños". Escribió contra los nazis, se pegó con los nazis, huyó de los nazis; no existe la más pequeña mancha en su pasado de demócrata. No le correspondía caer a él caer de rodillas en Varsovia. No le correspondía a él leer el salmo del perdón de Jerusalén y, sin embargo, lo hizo. Y a mí no me parece que esto sea menos importante que su Ostpolitik, que su europeísmo, que su socialismo, que es un socialismo humanitario, liberal y moderno: el que conviene a un hombre que rechaza los dogmas del color que sean.  

En este socialismo creció, se hizo periodista, escritor, alcalde de Berlín, y siempre con una postura definida. Brandt es el único jefe de Estado que se ha expresado con la misma claridad y con la misma violencia contra los coroneles griegos que contra los funcionarios soviéticos que quieren destruir a Sajarov y Solzhenitzin. 

Su biografía es excepcional desde el momento en que nació, el 18 de diciembre de 1913, en la ciudad de Lübek, hijo de una joven sindicalista sin marido. Nunca conoció a su padre, y su padre no lo reconoció nunca. Solo hacia los trece años oyó su nombre que sonaba a sueco o a noruego o a danés. En un libro dice: “El chico lo oyó pero no se sintió interesado. ¿O sí? Un velo opaco se extiende sobre aquellos años, gris como la niebla del puerto de Lübek… Rostros y personas se confunden como sombras que salen a la superficie y desaparecen… Me resulta difícil creer que aquel chico llamado Herbert Frahm era yo”. No le gusta hablar de su padre. Yo me quedé paralizada cuando me confesó que siempre había sabido quién era: “Vivía aún después de la guerra. Pero tampoco entonces quise verle”. Y hay que recordar que la impronta de “hijo ilegítimo” lo acompañó durante toda su carrera política. De manera vergonzosa, sus adversarios se sirvieron de ella incluso durante las campañas electorales. Sobre todo Adenauer. Pero si esto ensombrece profundamente la guerra de Adenauer, sirve en compensación para comprender a Brandt. A menudo, alguien se destaca de los demás porque la vida le ha dado humillaciones y dolores; las grandes empresas, hasta el éxito, nacen con frecuencia del hambre o de la infidelidad. Tal vez si de niño hubiese jugado sobre las rodillas de un padre, hoy Willy Brandt, no sería Willy Brandt. 

No se parece en nada a sus connacionales. Durante doce años fue Noruego y admite con candor, incluso con temeraria sinceridad, que aún lleva a Noruega en la sangre. “Cuando apenas niño huí a un país del que absorbí la cultura y la lengua, perdí una patria para encontrar otra. Noruega fue para mí una segunda patria”. ¿Aún lo es? Cuanto más se le mira, cuando más se le escucha, más se pregunta uno dónde termina en él lo alemán y empieza lo noruego. O viceversa. Tiene una casa en Noruega y allí va cada año a pasar las vacaciones. En Noruega tiene a sus amigos más queridos. En Noruega encontró a la primera y la segunda mujer, por lo que sus hijos son medio noruegos. Escribe mejor en noruego que en alemán: otra de las cosas por las que le atacaba Adenauer llamándolo intruso, extranjero. Mira los pasaportes con la indiferencia, con un encogimiento de hombros. ¿No resulta extraordinario que un tipo tan curado de nacionalismos mezquinos represente hoy al país que desencadenó una guerra mundial en nombre del nacionalismo? Brandt recuperó la ciudadanía alemana en 1946. Su elección honra a la nueva Alemania y a la futura Europa. Tal vez me equivoque pero, en el fondo, más que a Alemania, él representa a Europa.


por Oriana Fallaci, en Entrevista con la Historia.
Siguenos en Telegram, Instagram, Facebook y Twitter para recibir en directo todas nuestras actualizaciones
-

Espacio publicitario

Espacio publicitario

Espacio publicitario

DESDE TWITTER

EDICIÓN DEL DÍA

Espacio publicitario

Espacio publicitario