CORRESPONDENCIAS
El talento individual de T.S. Eliot y Herta Müller
En este comentario se espera generar una correspondencia entre una breve selección de poemas de El guardia saca su peine de Herta Müller y su obra y algunos lineAmientos propuestos por T.S. Eliot
Eran las cuatro
de la tarde
y yo
tenía cinco años.
Ya de niña
tenía yo unos
treinta y pico
de El guardia saca su peine,
–Herta Müller
En octubre del año 2009 recibió Herta Müller el Premio Nobel de Literatura por su capacidad de describir «el paisaje de los desposeídos». Esta temprana e incesante labor incluso causó que en el año 1982, su primer libro publicado, Niederungen, fuera censurado en Rumania y que a causa de su libro Drückender Tango se le negara el derecho a publicar en su país —dicho libro le daba espacio a temas como la corrupción y la opresión de la mano del régimen dictatorial rumano. La escritora estudió filología germánica y rumana en la Universidad del Oeste de Timisoara y formó parte del Aktionsgruppe, una tertulia de escritores idealistas rumano-alemanes. En 1987 cansada de la persecución y la opresión a su persona y a su obra se residenció en Berlín, Alemania. Sus relatos se destacan por aproximar al lector a las duras condiciones de vida bajo el régimen comunista. Sus obras han sido traducidas a por lo menos veintiún idiomas. En esta oportunidad se rescatan sus poemas. Estos son caracterizados por su carga experimental, política y lingüística y por su ahondamiento en terrenos incómodos, sin embargo humanos y verdaderamente vigentes.
En este comentario, a modo de juego intelectual, se espera generar una correspondencia entre una breve selección de poemas de El guardia saca su peine (2010) de Herta Müller y su obra y algunos lineamientos propuestos por T.S. Eliot en “La tradición y el talento individual” (1920) en cuanto al hacer poético.
“Pero la diferencia entre el presente y el pasado es que el presente es conciencia del pasado de una manera y a un grado tal que supera la conciencia que el pasado pudo tener de sí mismo” (T.S. Eliot, “La tradición y el talento individual”).
Para Herta Müller siempre se está hablando de historia. Ya sea desde fuera o desde adentro, desde la experiencia vivida o la leída, contada, narrada, escuchada. Entre estadísticas, cifras, comparaciones, se concibe un lugar individual. La dimensión poética no se escapa de la historia, la historia no es ajena al arte, la literatura o el teatro, al contrario. El individuo necesita de un detalle de la historia, para posicionarse, existir en el panorama mundial y desde ahí enunciarse. A partir de este lugar se configura la diferencia, la mirada, el acceso, la voz particular. A partir de este lugar se configura la plataforma, el proyecto literario que afinado busca, por ejemplo en Müller, la reivindicación de la experiencia propia y la elaboración de las vivencias padecidas por una persona en torno a un régimen de terror.
Este sentido histórico en la poesía de Müller recoge lo temporal y lo atemporal. Müller es consciente de su lugar en el tiempo, de su contemporaneidad. Es una escritora que entre lo muerto y lo vivo se contrasta, se posiciona, se compara y de ahí nace su estética, la misma que altera —sino denuncia— el pasado ubicándolo en el presente teniendo siempre en cuenta que el mismo presente sigue los patrones del pasado. La historia es la misma, y además se repite, la clave está en la necesidad interior de la escritura, la necesidad expresiva de la experiencia biográfica y cómo esta se devela, se despersonaliza.
“La mente del poeta es, de hecho, una vasija de acopio y almacenamiento de innumerables sentimientos, frases, imágenes que permanecen latentes hasta que todas las partículas logran unirse para formar un nuevo compuesto.” (T.S. Eliot, “La tradición y el talento individual”).
Las palabras se perciben de otro modo y por consecuencia el escritor se percibe de otra manera. Se forma una frase buscando otra, esta se vuelve más interesante, de repente catapulta el texto, lo direcciona hacia una dimensión más interesante. La diversidad de las palabras, la topografía que las representa, la visibilidad de cada una, su combinación, color. Es un teatro y a Herta Müller le encanta armar las escenas. Un juego de palabras. Una fusión azarosa. Sospecha. Persecución. Sensación de confidencialidad, de secreto, propio de sistemas represivos, un código alterno y a su vez una forma de desacato, de anulación de la grafía, una llamada al desorden, al quiebre de la norma. El yo poético es anónimo, la palabra no es escrita, es recortada por el mismo periódico o revista que la denuncia. La intensidad del proceso artístico. El verso se sirve desgarrado, exiliado, tomado a la fuerza, violentado, realmente sentido.
“El poeta no ha de dedicarse a ir en pos de nuevas emociones sino a emplear las comunes y corrientes y al verterlas a la poesía expresar sentimientos que poco o nada tengan que ver con las emociones reales; las emociones que él nunca haya experimentado le servirán al poeta y a quienes con él se familiaricen.” (T.S. Eliot, “La tradición y el talento individual”).
Las impresiones y experiencias se presentan de manera peculiar e inesperada. El medio es doblemente subversivo. Se vierte en su poesía el rechazo de un pueblo —y de ella misma— ante un sistema represivo pero al mismo tiempo ante la retórica poética. La emoción se construye a partir de retazos, la denuncia se lee entre líneas y no de manera informativa, se hace uso de la canción rimada, la ironía. Se percibe una importante carga visual, recortes fotográficos, dibujos. Se parte de lo existente para conformar un terreno de lo político, un artefacto de tensión, un llamado de (r)evolución que genere plataformas de impacto. La prosa de Müller es tensión político-histórica, su poesía codifica el habla de la misma, lo no dicho se dibuja antes los ojos del lector comprometido. Cada lector construye su propio poema. Müller quiebra fronteras de la naturaleza, del cuerpo, de la sociedad. Revela el horror humano. Su voz unifica. Su obra es universal.
“La poesía no consiste en dejar suelta la emoción sino en escapar de la emoción; no es la expresión de la personalidad sino un escape de la personalidad, si bien, desde luego, sólo quienes tienen personalidad y emociones sabrán lo que significa intentar escapar de ellas.” (T.S. Eliot, “La tradición y el talento individual”).
Para Herta Müller la escritura es un ejercicio de objetificación de uno mismo. Se clasifica lo que se experimenta, se lee para entender mejor la situación, el funcionamiento de la vida, sus problemáticas, el procedimiento de las cosas.
Dice la escritora en el documental Das Alphabet der Angst (John Albert Jansen, 2015): “Escribir no me libera. Al contrario, al escribir tengo que volver al asunto. Tengo que enfrentarme a la situación milímetro a milímetro para lograr escribir. Y esto es un suplicio. Probablemente se trata de una necesidad para poder calmar todo mi interior pero por otro lado también es una exigencia increíble y por lo tanto no es una liberación. El lenguaje no libera.”
“El poeta no puede alcanzar esta impersonalidad sin entregarse por completo a la obra por realizar y muy probablemente ignorará cuál es esa obra por realizar a menos de que viva no en el presente exactamente sino en el momento presente del pasado, a menos de que esté consciente no de lo que ya está muerto sino de lo que está vivo.” (T.S. Eliot, “La tradición y el talento individual”).
Ejercicio de memoria, de rescate, de (re)elaboración. Hay un compromiso por precisar, imaginar, recrear, detallar el sufrimiento acumulado de una sociedad —e individuo— en la que lo criminalmente absurdo imperaba. Lo espontáneo de su prosa se presenta como mecanismo para hacer frente al daño cometido por la visión ideológica. El pasado es observado bajo una mirada inquisidora para posteriormente de la mano de su imaginación, su lenguaje anómalo y azaroso, su relato fantástico y sorprendente desarticular la autoridad didáctica, el discurso histórico dominante, transportarse, recrearse. Poemas pictóricos, críticos y líricos. Arman un complejo juego crítico de significados en imágenes de una agilidad sorprendente, de una fuerza narrativa que supera los esquemas de lo que se concibe como texto lírico, poético, como temporal y atemporal.
Cada lector hace de la poesía de Müller una nueva vivencia, una lucha —como la de ella— contra el silencio, contra la pérdida de identidad, contra la anulación. Somos guiados por su lenguaje, por su impulso vital creador. “Esa entrega a una dimensión que nos sobrepasa y que estamos dispuestos a favorecer en su sorprendente libertad es la base de su poesía.” (Reina Palazón, El guardia saca su peine).
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