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“Nunca fui expulsado”

El autor y presentador de televisión venezolano-español fue uno de los invitados a la reciente edición del Hay Festival Cartagena, donde presentó su novela autobiográfica Tiempo de tormentas

  • DULCE MARÍA RAMOS

16/02/2019 06:00 am

“El salón de ensayos de la Academia y Ballet Nena Coronil quedaba en la planta baja de una inmensa casa colonial en lo alto de La Florida, la que había sido una de las mejores urbanizaciones de Caracas. La casa en sí parecía una réplica tropical del Partenón, con frisos calcados a los que se conservan en el Museo Británico solo que más coloridos, por lo tropical. Esos colores, aun brillantes, tenían pequeñas marcas del paso del tiempo. No es común que un edificio sobreviva en esta ciudad, pero este había conseguido atravesar décadas favorecido por alguna ley patrimonial. Allí sería el funeral por Belén Lobo. Mi mamá. Las dos maneras que a lo largo de cincuenta años tuve para llamarla. Las dos mujeres que había sido para mí”. 

Cuando se habla de Boris Izaguirre viene a la mente la estrella de televisión y el escritor. En esa dualidad que ha sido constante: disléxico-gay, sudaca-gay se mueve el autor venezolano, quien confiesa que su vida en Miami estuvo llena de vacíos que lo hicieron reflexionar sobre su carrera, sobre el país que lo acogió cuando decidió irse en el año 1992, después del golpe, enfrentando a su ego, reconciliándose con la palabra humildad. 

Su primera novela, El vuelo de los avestruces (1991), es la historia del asesinato de una madre, y sin proponérselo, Tiempo de tormentas cierra un ciclo donde nuevamente la figura de la madre está presente con la historia de un hijo ante la muerte de su progenitora, obra que le permite a Izaguirre desnudarse ante los lectores y ante todo aquel que cuestione su talento: “Nunca fui expulsado, yo decidí irme de Venezuela. Entiendo a mis compatriotas que ahora son expulsados. Soy una prueba que sin tener una formación académica, mi cabeza ha sido mi gran arma y defensa. Lo que les digo a mis compatriotas que quedar huérfano de país y vivir todas las humillaciones que significa ser de otro lugar valen la pena porque en el mundo que estamos enfrentando, de un momento a otro, nos tocará a todos ser extranjeros”. 

¿Cómo concibió la orfandad? 
Mientras escribí mi nueva novela, aparte de la orfandad de mi madre, era la sensación que la orfandad más grande era la desaparición de mi país. Y en el fondo yo creo que Tiempo de tormentas es la historia de amor entre una madre y un hijo que luchan por ser las personas que realmente quieren ser, pero además no pueden evitar de convertirse en espectadores del fracaso de un país. En algún momento la historia de mi madre pasó a un segundo plano ante mi deber de contar lo que estaba pasando. 

¿Se ha sentido alguna vez huérfano de país? 
Desde hace unos años he sentido que no soy de ninguna parte, aunque cada día de mi vida me levanto entre dos países, dos recuerdos, dos culturas, dos familias. No me visualizo de vuelta, hace mucho tiempo que hice esa ruptura. 

Ante el éxito, algunos cuestionan su oficio de escritor. 
Ser un escritor y celebrity, es parte de mi realidad. Yo he sido muy indisciplinado, no tuve una buena academia porque no me podía concentrar, entonces la fama me ayudó a controlar mi tiempo, mis actividades. Por otra parte, para mí escribir es un refugio, pero también con una fecha de entrega. Soy un tipo de escritor que tiene un grupo importante de escritores que exigen un trabajo cada cierto tiempo y también tengo mi deseo de plantear ciertos temas en mis libros. 

No puedo dejar de ser una cosa por la otra. Creo que se puede realizar con calidad ambos trabajos, enfrentarme a los universos creativos que la televisión me ofrece y a los universos narrativos que la literatura me ofrece. He puesto mi carrera en jaque muchas veces, he hecho programas que no han funcionado, he escrito novelas algo desafortunadas, me he equivocado en declaraciones, pero también he podido recuperarme. 

¿Quiere ser recordado como escritor o celebrity
Nunca pienso en eso, preferiría ser recordado por ir siempre muy bien vestido y con mucha personalidad. 

¿Hasta qué punto marcó la dislexia al personaje de hoy? 
Mi madre tuvo toda la paciencia hasta que por fin se produjo un milagro y las letras dejaron de moverse, era horrible. Yo nunca quise ser niño, nunca aprendía a leer, nunca aprendía a escribir. Y cuando por fin lo hice, no paré de leer y leer, vivía en un mundo que no estaba dispuesto para mí, la lectura y la escritura me permitió ese lugar que necesitaba en el mundo. Por eso insisto tanto que un escritor antes es un gran lector. Poder leer y escribir fue un triunfo ante la dislexia. 

También, y es algo que cuento en Tiempo de tormentas, tener que disimular la dislexia me enseñó sobre el arte de disimular, me propuso mi natural amaneramiento -que en realidad era mucha torpeza- convertirlo en una señal de identidad. Mi madre y mi madrina, Carolina Capriles, se propusieron que mi enfermedad no fuera un obstáculo. Fueron años, que al recordarlos, me entristecen mucho. Mi madre, que era una mujer increíble, tuvo un hijo que fue un verdadero desastre. 

Y a eso debemos sumarle su identidad sexual. 
La combinación era bastante jodida. Después cuando emigré pasé a ser sudaca y gay, nunca en mi vida me he podido definir en una sola cosa. Pero también aprendí algo, cuando emigras empiezas de cero, no tienes nada atrás, todo es futuro, eso da vigor. Entonces, aprendí a ser yo: Boris, ya no era el hijo de Lobo o Izaguirre, el escritor de telenovelas o el columnista de un periódico. 

¿Recuerda alguna de las humillaciones que sufrió por ser extranjero? 
Recuerdo todas, especialmente esa frase: “aquí las cosas no son así”. A todo le puedes dar la vuelta y hacer la extranjería más cómoda, pero siempre los países que te acogen tratan de imponer su criterio. Recuerdo lo que alguna vez me dijo Juan Gabriel y que nunca –hasta ese momento- había pensado: “has logrado triunfar en un país que no es el tuyo”. 

Tuvo la experiencia de trabajar con José Ignacio Cabrujas... 
Todo el día lo tengo presente, fue un maestro en todas las cosas de la vida. Recuerdo que me dijo: si Francisco Umbral refleja la sociedad española Ud. puede hacer lo mismo. 

¿La razón de escribir durante casi treinta años? 
De alguna manera mis novelas son laberintos que se comunican entre sí, en especial Azul petróleo, Villa Diamante y Tiempo de tormentas donde hago una radiografía de lo que ha sido el país en estos años. Así que escribimos para perdemos en un laberinto. 

¿Cómo es la ventana por donde mira Boris Izaguirre? 
Rosada. Me encanta descubrir todo el tiempo en el cielo, y en la luz de ese color. Además prefiero mil veces estar asociado a lo femenino que a lo masculino.
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