Sombras del Mal: La aterradora historia de “la Mujer Verdugo”
Una mujer sembró el terror en el México de finales del siglo XIX
La historia criminal de México a finales del siglo XIX no solo estuvo marcada por las convulsiones políticas y sociales, sino que también dio a luz a la aparición de los asesinos en serie en el país del águila y el nopal.
Entre estas infames figuras nos encontramos con quien es considerada como la primera asesina serial mexicana, Guadalupe Martínez Bejarano, quien sería conocida como "la Mujer Verdugo". Sus crímenes revelan una faceta oscura y perturbadora de la naturaleza humana y de cómo la justicia mal impartida se convierte en un estímulo para los criminales.
Poco se sabe de la vida temprana de Guadalupe Martínez, solo que nació en 1842. Se sabe que estuvo casada con un hombre de apellido Bejarano y tuvo un hijo, Aurelio Bejarano Martínez. Sin embargo, su nombre quedó grabado en los anales del crimen por una serie de asesinatos de niñas que la convirtieron en una figura odiada, contemporánea de otros notorios criminales como Felipe Espinosa y Francisco Guerrero.
Martínez operaba con una crueldad metódica. Su modus operandi consistía en atraer a jóvenes y niñas de escasos recursos hasta su casa bajo la promesa de empleo como sirvientas en su domicilio. Una vez en su casa, la fachada de benevolencia se desmoronaba para revelar sus verdaderas y perversas intenciones. La mujer convertía a las muchachas y niñas en esclavas, sometiéndolas a torturas con un marcado componente sexual.
Entre sus depravaciones más atroces, Martínez era salvaje en sus castigos, cualquier falta era suficiente para obligar a sus víctimas a sentarse desnudas sobre un brasero ardiente, las colgaba desnudas de las muñecas, suspendidas del techo, para flagelarlas con un látigo de arriero. El sufrimiento de las niñas no terminaba ahí; sino que las dejaba morir de hambre, prolongando su agonía.
Su primera víctima conocida fue Casimira Juárez, una niña asesinada en 1887. A pesar de ser aprehendida y condenada por este crimen, la debilidad de la legislación penal de la época le impuso una pena sorprendentemente leve. Tras cumplir solo cinco años de prisión, Martínez fue liberada y, lejos de arrepentirse, reincidió.
En 1892, poco después de su liberación, Guadalupe Martínez asesinó a las hermanas Guadalupe y Crescencia Pineda. La policía la detuvo tras múltiples denuncias sobre secuestros y torturas en su domicilio, pero ya era tarde para las hermanas Pineda, quienes habían soportado semanas o meses de abuso inimaginable. El testimonio clave que la hundió provino de una fuente inesperada: su propio hijo, Aurelio Bejarano, quien la identificó como la responsable de los crímenes.
La indignación pública era masiva y se exigía la pena de muerte para "la Mujer Verdugo". No obstante, la justicia mexicana la sentenció a una condena de diez años y ocho meses. Su hijo Aurelio también fue sentenciado a dos años de prisión por su pasividad ante los hechos.
Guadalupe Martínez fue recluida en la cárcel de Belén para mujeres, en la Ciudad de México. Su notoriedad y la magnitud de sus crímenes la obligaron a vivir sus últimos años en aislamiento, aborrecida por las demás reclusas. Murió a principios del siglo XX por causas naturales.
Entre estas infames figuras nos encontramos con quien es considerada como la primera asesina serial mexicana, Guadalupe Martínez Bejarano, quien sería conocida como "la Mujer Verdugo". Sus crímenes revelan una faceta oscura y perturbadora de la naturaleza humana y de cómo la justicia mal impartida se convierte en un estímulo para los criminales.
Poco se sabe de la vida temprana de Guadalupe Martínez, solo que nació en 1842. Se sabe que estuvo casada con un hombre de apellido Bejarano y tuvo un hijo, Aurelio Bejarano Martínez. Sin embargo, su nombre quedó grabado en los anales del crimen por una serie de asesinatos de niñas que la convirtieron en una figura odiada, contemporánea de otros notorios criminales como Felipe Espinosa y Francisco Guerrero.
Martínez operaba con una crueldad metódica. Su modus operandi consistía en atraer a jóvenes y niñas de escasos recursos hasta su casa bajo la promesa de empleo como sirvientas en su domicilio. Una vez en su casa, la fachada de benevolencia se desmoronaba para revelar sus verdaderas y perversas intenciones. La mujer convertía a las muchachas y niñas en esclavas, sometiéndolas a torturas con un marcado componente sexual.
Entre sus depravaciones más atroces, Martínez era salvaje en sus castigos, cualquier falta era suficiente para obligar a sus víctimas a sentarse desnudas sobre un brasero ardiente, las colgaba desnudas de las muñecas, suspendidas del techo, para flagelarlas con un látigo de arriero. El sufrimiento de las niñas no terminaba ahí; sino que las dejaba morir de hambre, prolongando su agonía.
Su primera víctima conocida fue Casimira Juárez, una niña asesinada en 1887. A pesar de ser aprehendida y condenada por este crimen, la debilidad de la legislación penal de la época le impuso una pena sorprendentemente leve. Tras cumplir solo cinco años de prisión, Martínez fue liberada y, lejos de arrepentirse, reincidió.
En 1892, poco después de su liberación, Guadalupe Martínez asesinó a las hermanas Guadalupe y Crescencia Pineda. La policía la detuvo tras múltiples denuncias sobre secuestros y torturas en su domicilio, pero ya era tarde para las hermanas Pineda, quienes habían soportado semanas o meses de abuso inimaginable. El testimonio clave que la hundió provino de una fuente inesperada: su propio hijo, Aurelio Bejarano, quien la identificó como la responsable de los crímenes.
La indignación pública era masiva y se exigía la pena de muerte para "la Mujer Verdugo". No obstante, la justicia mexicana la sentenció a una condena de diez años y ocho meses. Su hijo Aurelio también fue sentenciado a dos años de prisión por su pasividad ante los hechos.
Guadalupe Martínez fue recluida en la cárcel de Belén para mujeres, en la Ciudad de México. Su notoriedad y la magnitud de sus crímenes la obligaron a vivir sus últimos años en aislamiento, aborrecida por las demás reclusas. Murió a principios del siglo XX por causas naturales.
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