En Texas el terror tiene nombre: “Los Campos de la Muerte”. Durante 50 años, una inquietante serie de asesinatos sembró el miedo en un área desolada a lo largo de la Interestatal 45, al sur de Houston, Texas.

Entre 1971 y 2006, al menos 35 mujeres y niñas fueron brutalmente asesinadas y sus cadáveres abandonados en ese espacio de no más de 10 hectáreas, y el enigma sigue sin resolverse.

El primer cuerpo fue descubierto en 1971, y desde entonces, la aparición constante de mujeres y niñas asesinadas convirtió la zona en el epicentro de uno de los casos de femicidios en serie más perturbadores de Estados Unidos.

Las víctimas son principalmente mujeres jóvenes y niñas desaparecidas de localidades cercanas. La escalofriante similitud en la forma en que cuatro cuerpos fueron encontrados en los años 80, colocados contra un árbol, con brazos en posiciones atípicas y sin ropa, sugiere que al menos en esos casos había un patrón definido, lo que llevó a la hipótesis de múltiples perpetradores.

Entre las víctimas se encuentran: la camarera Heidi Villareal Fye, desaparecida en 1983 y cuyo cadáver fue descubierto en 1984; Laura Miller (16), desaparecida el 10 de septiembre de 1984 y localizada en 1986; Audrey Lee Cook, cuyos restos fueron localizados junto a los de Laura Miller en 1986, pero no fue identificada hasta 2019; Donna Prudhomme (34), cuyos restos fueron localizados en 1991 pero no fue identificada sino en 2019.

Lo más grave de todo es que la investigación estuvo plagada de obstáculos e ineficacia por parte de las autoridades, lo que permitió que pistas cruciales, como un arma encontrada en posesión de uno de los sospechosos, Robert Abel, no fueran debidamente exploradas.

A lo largo de los años, varios individuos han sido sospechosos de los crímenes, entre ellos destaca el asesino serial William Reece, nacido en 1960, quien está detenido y condenado por los asesinatos de cuatro jóvenes.

Sus víctimas fueron: Laura Kate Smither (12), Jessica Lee Cain (17), Kelli Ann Cox (20) y Tiffany Johnston. Vale destacar que esta última fue asesinada en Oklahoma en su serie de crímenes de 1997.

También se investigó a Clyde Hedrick, señalado por Tim Miller, padre de una de las víctimas, Laura Miller, como el asesino de su hija.

Además se investigó a Michael Lloyd Self, exconvicto por delitos sexuales detenido en 1972, quien confesó los asesinatos de Rhonda Johnson y Sharon Shaw, pero su declaración fue cuestionada porque la policía lo torturó. Murió en prisión sin que se esclareciera su participación.

Edward Harold Bell, exhibicionista y asesino convicto, informó a las autoridades, a través de una carta, haber asesinado a 11 mujeres entre 1971 y 1977, pero nunca se recabaron pruebas sobre los asesinatos. Murió en 2019 sin ser acusado.

Otro investigado fue Mark Stallings, secuestrador quien confesó el asesinato de Donna Prudhomme (1991). Vivía cerca de varias víctimas, pero no se probó su vinculación con otros crímenes.

A más de cinco décadas del primer caso, no se ha confirmado quién o quiénes son los responsables de la mayoría de los crímenes. El misterio se mantiene.