Sombras del mal: “La galleguita de la cara sucia”
En mayo de 1959 una joven sirvienta resultó ser la última mujer ejecutada en España
A veces nos encontramos con historias de asesinos que son devoradas por las multitudes, historias que se convierten en hitos, a veces son historias que marcan la última vez de algo. Este caso fue protagonizado por la española Pilar Prades Expósito, bautizada por la prensa de la época como “La galleguita de la cara sucia”.
Es una historia de pobreza, ignorancia, abusos y venganzas. Aunque no nos encontramos ante un asesino en serie, es un caso que marcó una época en España.
Pilar Prades Expósito nació en 1928 en el pueblo de Bejís, en Castellón. Era de orígenes muy humildes, descrita como una joven poco agraciada, y que nunca estudió. A los 12 años se fue a vivir a Valencia para trabajar como sirvienta. Fue víctima de relaciones abusivas.
Su analfabetismo y carácter poco social hicieron que tuviese poca estabilidad laboral. En 1954 comenzó a trabajar para el matrimonio de Enrique Vilanova y Adela Pascual, dueños de una fábrica de embutidos, quienes no tenían hijos.
Se dice que la joven era maltratada por su jefa, por lo que en venganza comenzó a darle matahormigas en el té que se tomaba a diario. Así la mujer fue enfermando y los médicos, que no sabían qué tenía, le diagnosticaron gripe.
A los pocos días Adela falleció, y Pilar por un tiempo se sintió en su tinta, con poco trabajo. Pero cometió un grave error: comenzó a utilizar la ropa de Adela, su jefa muerta. Enrique, al verla con el delantal de su esposa, enfureció y la despidió.
Pilar quedó en la calle, pero tenía una amiga, Aurelia Sanz Hernández, quien le conseguiría trabajo en la casa donde laboraba. Todo parecía encaminado, ambas jóvenes eran inseparables, hasta que un muchacho comenzó a enamorar a Aurelia.
Pilar, golpeada por los celos, apela de nuevo a su viejo amigo, el matahormigas. Así envenena a Aurelia, quien pronto comienza a padecer de parálisis. El dueño de la casa donde trabajaban las dos amigas, el doctor Manuel Berenguer, interna a Aurelia en un hospital, donde la joven se recupera.
El doctor, intrigado, sospecha de Pilar y habla con el antiguo jefe de la joven, quien comenta que su esposa había muerto recientemente. Se ordenó la exhumación del cadáver de Adela y la autopsia reveló rastros de arsénico. Pilar es detenida.
Pilar rechaza la recomendación de su abogado para que asumiera el crimen y así evitar la pena de muerte, e insiste en su inocencia. El juicio se convirtió en un espectáculo. Termina siendo condenada a muerte por “el garrote vil”.
Esperaba que el generalísimo Francisco Franco le conmutara la pena debido a que ninguna mujer había sido ejecutada en diez años, pero el perdón nunca llegó.
Cuenta la leyenda que su verdugo se negó a ejecutarla, pero que fue obligado, por lo que se emborrachó y en ese estado acudió a cumplir su tarea, dos vueltas al garrote bastaron para desnucar a la asesina.
Pilar fue ejecutada el 19 de mayo de 1959, convirtiéndose en la última mujer ejecutada en España.
Es una historia de pobreza, ignorancia, abusos y venganzas. Aunque no nos encontramos ante un asesino en serie, es un caso que marcó una época en España.
Pilar Prades Expósito nació en 1928 en el pueblo de Bejís, en Castellón. Era de orígenes muy humildes, descrita como una joven poco agraciada, y que nunca estudió. A los 12 años se fue a vivir a Valencia para trabajar como sirvienta. Fue víctima de relaciones abusivas.
Su analfabetismo y carácter poco social hicieron que tuviese poca estabilidad laboral. En 1954 comenzó a trabajar para el matrimonio de Enrique Vilanova y Adela Pascual, dueños de una fábrica de embutidos, quienes no tenían hijos.
Se dice que la joven era maltratada por su jefa, por lo que en venganza comenzó a darle matahormigas en el té que se tomaba a diario. Así la mujer fue enfermando y los médicos, que no sabían qué tenía, le diagnosticaron gripe.
A los pocos días Adela falleció, y Pilar por un tiempo se sintió en su tinta, con poco trabajo. Pero cometió un grave error: comenzó a utilizar la ropa de Adela, su jefa muerta. Enrique, al verla con el delantal de su esposa, enfureció y la despidió.
Pilar quedó en la calle, pero tenía una amiga, Aurelia Sanz Hernández, quien le conseguiría trabajo en la casa donde laboraba. Todo parecía encaminado, ambas jóvenes eran inseparables, hasta que un muchacho comenzó a enamorar a Aurelia.
Pilar, golpeada por los celos, apela de nuevo a su viejo amigo, el matahormigas. Así envenena a Aurelia, quien pronto comienza a padecer de parálisis. El dueño de la casa donde trabajaban las dos amigas, el doctor Manuel Berenguer, interna a Aurelia en un hospital, donde la joven se recupera.
El doctor, intrigado, sospecha de Pilar y habla con el antiguo jefe de la joven, quien comenta que su esposa había muerto recientemente. Se ordenó la exhumación del cadáver de Adela y la autopsia reveló rastros de arsénico. Pilar es detenida.
Pilar rechaza la recomendación de su abogado para que asumiera el crimen y así evitar la pena de muerte, e insiste en su inocencia. El juicio se convirtió en un espectáculo. Termina siendo condenada a muerte por “el garrote vil”.
Esperaba que el generalísimo Francisco Franco le conmutara la pena debido a que ninguna mujer había sido ejecutada en diez años, pero el perdón nunca llegó.
Cuenta la leyenda que su verdugo se negó a ejecutarla, pero que fue obligado, por lo que se emborrachó y en ese estado acudió a cumplir su tarea, dos vueltas al garrote bastaron para desnucar a la asesina.
Pilar fue ejecutada el 19 de mayo de 1959, convirtiéndose en la última mujer ejecutada en España.
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