Sombras del mal: El asesino del Machete y ninguna prueba
Muchos creen que el acusado era inocente y que el verdadero criminal quedó en libertad
Las historias de los asesinos en serie provienen de casos que resultan mediáticos, vendidos a través de documentales y películas y que terminamos consumiendo a través de los medios.
En esta oportunidad vamos a contar una historia poco conocida, la de Juan Vallejo Corona, conocido más tarde como “the Machete murderer” o, en nuestro idioma, “el asesino del Machete”.
Juan Vallejo Corona nació en 1934 en el municipio Autlán de Navarro, en Jalisco, México. A los 19 años migró a la población de Yuba, California, en Estados Unidos. Allí se asentó, se casó y tuvo dos hijas. Su vida transcurría con normalidad y el sueño americano le fue favorable: fue contratista de mano de obra barata para granjeros.
En 1956 comenzó a tener problemas mentales, fue diagnosticado como esquizofrénico y tratado con terapia de electrochoques. Hasta 1971 se pierde su rastro.
El 19 de mayo de ese año, un granjero japonés revisaba su plantación y encontró un agujero del tamaño de una persona. Se extrañó pero se retiró.
Al caer la noche encontró el hoyo cubierto, llamó a la policía y encontraron el cadáver de un hombre. Un vagabundo de la zona, herido y golpeado en la cabeza, en sus ropas tenía pornografía homosexual y se presumió que fue asesinado por esas razones. El caso pasó desapercibido.
Pero menos de una semana después, el día 24, trabajadores que operaban un tractor encontraron un montón de tierra; al verificar hallaron otro cadáver, otro vagabundo, otro homosexual.
En esta oportunidad la policía prestó más atención, levantaron huellas de cauchos, inspeccionaron senderos cercanos y se toparon con una tumba colectiva. Se exhumaron 25 cadáveres, todos hombres anglosajones.
Presentaban un disparo y tenían heridas de machete. En una de las tumbas se encontró un recibo a nombre de Juan Corona. Este fue acusado de los asesinatos.
En el largo juicio no se presentaron evidencias que vincularan directamente a Corona con los asesinatos, salvo el recibo. Las huellas de cauchos no correspondían con su camioneta, no había denuncias de malos tratos ni testigos de su supuesta homosexualidad, móvil de los asesinatos.
Tampoco había rastros de sangre en su machete y la única mancha de sangre hallada en la camioneta era de un trabajador herido a quien Corona había trasladado a un centro de salud.
Su hermano, un hombre reconocidamente violento y homosexual, fue señalado indirectamente por la defensa, pero esta no presentó pruebas para acusarlo. Tampoco trató de establecer que Juan no era imputable por ser enfermo mental.
Finalmente fue condenado a 25 cadenas perpetuas consecutivas. Otros abogados reabrieron el caso, pero se llegó a la misma conclusión: “era el más probable”.
En la cárcel Corona fue atacado a puñaladas y perdió un ojo en el ataque. Su salud fue deteriorándose, tuvo demencia senil y el 4 de marzo de 2019 murió.
Muchos creen que era inocente, y que el verdadero asesino quedó en libertad. CDM
En esta oportunidad vamos a contar una historia poco conocida, la de Juan Vallejo Corona, conocido más tarde como “the Machete murderer” o, en nuestro idioma, “el asesino del Machete”.
Juan Vallejo Corona nació en 1934 en el municipio Autlán de Navarro, en Jalisco, México. A los 19 años migró a la población de Yuba, California, en Estados Unidos. Allí se asentó, se casó y tuvo dos hijas. Su vida transcurría con normalidad y el sueño americano le fue favorable: fue contratista de mano de obra barata para granjeros.
En 1956 comenzó a tener problemas mentales, fue diagnosticado como esquizofrénico y tratado con terapia de electrochoques. Hasta 1971 se pierde su rastro.
El 19 de mayo de ese año, un granjero japonés revisaba su plantación y encontró un agujero del tamaño de una persona. Se extrañó pero se retiró.
Al caer la noche encontró el hoyo cubierto, llamó a la policía y encontraron el cadáver de un hombre. Un vagabundo de la zona, herido y golpeado en la cabeza, en sus ropas tenía pornografía homosexual y se presumió que fue asesinado por esas razones. El caso pasó desapercibido.
Pero menos de una semana después, el día 24, trabajadores que operaban un tractor encontraron un montón de tierra; al verificar hallaron otro cadáver, otro vagabundo, otro homosexual.
En esta oportunidad la policía prestó más atención, levantaron huellas de cauchos, inspeccionaron senderos cercanos y se toparon con una tumba colectiva. Se exhumaron 25 cadáveres, todos hombres anglosajones.
Presentaban un disparo y tenían heridas de machete. En una de las tumbas se encontró un recibo a nombre de Juan Corona. Este fue acusado de los asesinatos.
En el largo juicio no se presentaron evidencias que vincularan directamente a Corona con los asesinatos, salvo el recibo. Las huellas de cauchos no correspondían con su camioneta, no había denuncias de malos tratos ni testigos de su supuesta homosexualidad, móvil de los asesinatos.
Tampoco había rastros de sangre en su machete y la única mancha de sangre hallada en la camioneta era de un trabajador herido a quien Corona había trasladado a un centro de salud.
Su hermano, un hombre reconocidamente violento y homosexual, fue señalado indirectamente por la defensa, pero esta no presentó pruebas para acusarlo. Tampoco trató de establecer que Juan no era imputable por ser enfermo mental.
Finalmente fue condenado a 25 cadenas perpetuas consecutivas. Otros abogados reabrieron el caso, pero se llegó a la misma conclusión: “era el más probable”.
En la cárcel Corona fue atacado a puñaladas y perdió un ojo en el ataque. Su salud fue deteriorándose, tuvo demencia senil y el 4 de marzo de 2019 murió.
Muchos creen que era inocente, y que el verdadero asesino quedó en libertad. CDM
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones