Viejos delitos nuevas metodologías
La delincuencia evoluciona y se adapta de acuerdo con las realidades que enfrenta
El delito parece un ser vivo que se adapta a las circunstancias que enfrenta, evoluciona. Varía con los tiempos. Los delincuentes como parte de él aprovechan lo que hay a su alrededor para actuar.
Aprenden de errores ajenos y propios, saben que si se hacen conocidos, lograrán que las autoridades pongan su foco en ellos y de allí a terminar con sus huesos en las cárceles, gravemente heridos o muertos solo hay un paso, así que siempre tratan de hacerse invisibles, indetectables.
Existe todo un abanico de hechos delictivos que van desde hurtos, estafas, robos, drogas y extorsiones a secuestros. Las modalidades delictivas cambian en la medida en que el tiempo pasa, las crisis evolucionan y las autoridades atacan, así que los viejos delitos asumen nuevas metodologías.
Irrumpe la pandemia
A juicio del criminólogo Luis Izquiel, la pandemia marcó un punto de comparación entre el antes y el después en el comportamiento delictivo. “El confinamiento permitió ver cómo el delito evoluciona y se adapta ante las distintas realidades que enfrenta”, dice.
Por ejemplo recuerda una modalidad de extorsión de antes de la pandemia, nacida en las cárceles, desde donde llamaban a las personas y les decían que habían sido contratados unos sicarios para asesinar a quien recibía la llamada, pero a cambio de una suma de dinero no se ejecutaría el trabajo. En muchos casos el miedo surtió efecto.
“Los delitos informáticos se multiplicaron y se acercaron al ciudadano común durante la pandemia. Las estafas evolucionaron. En esos días se puso de moda la venta fraudulenta de divisas. Ofrecían dólares a precios muy tentadores bajo la excusa de problemas de salud o de dificultades económicas, la carnada estaba servida para estafar a supuestos tiburones”, acota.
María evoluciona
Delincuentes se valían de redes de mensajería como WhatsApp y a través de mensajes firmados por gente conocida solo como María o Ana engañaban a incautos y los estafaban.
Los mensajes de María hoy no surten efecto, la gente conoce el modus operandi, por lo que los delincuentes pasaron al robo de cuentas de WhatsApp y de redes sociales para suplantar las identidades y seguir estafando.
“Ahora se hacen pasar por operadores de entes gubernamentales, empresas telefónicas, internet o bancos, llaman pidiendo un código, la verdad es que al dar el código, le dan el control de sus cuentas a los delincuentes y con eso ellos comenzarán a estafar a sus amigos y conocidos… en su nombre”, señala Izquiel.
Ida y vuelta del secuestro
Durante muchos años el secuestro largo fue sinónimo de grandes ligas delictivas, pero disminuyeron debido a las complicaciones logísticas que tenían. Pero una nueva forma de secuestro hizo aparición.
El secuestro exprés, que hizo estragos en las décadas de 2000 y 2010 cuando se registraban decenas de secuestros por día en todo el país, Solo hacía falta tenerlos por unas horas y hacer unas rondas, luego liberaban a los rehenes, aunque muchos fueron asesinados en el interín
De nuevo la situación se complicó para los secuestradores, la ley se puso estricta y el dinero pasó a valer menos y secuestrar dejó de ser rentable. La crisis pulverizó el valor del dinero, se secuestraba a cambio de bienes, pero eso no valía el riesgo.
De nuevo la creatividad criminal hacía aparición: cambio de ramo y la extorsión aparecía como la nueva panacea criminal.
La intimidación es una forma relativamente efectiva de conseguir dinero para las bandas, hoy donde hay una banda, habrá comerciantes extorsionados: “Esta forma de delitos está afianzada con fuerza en el occidente del país”, agrega Izquiel.
Pero de pronto el dólar se convirtió en la moneda que domina la economía nacional y ¿saben quienes regresaron? El viejo y casi olvidado secuestro largo, los atracos a transporte público y comercios y una peligrosa modalidad que es la llamada “maquinita”, estrangular a la víctima hasta desmayarla y luego robarla, muy cerca del asesinato.
Y ni te acuerdas
La burundanga o escopolamina es otra protagonista de los hechos delictivos, una forma fácil de dominar y controlar a la víctima, una vez que ha estado en contacto con el producto, una sustancia que viene y va en el acontecer criminal venezolano.
Basta tocarlo, ingerirlo, olerlo, que sea rociado en la cara, para que en unos minutos quede bajo el control del delincuente, quien podrá abusar sexualmente, vaciar la cuenta bancaria, ir a la casa junto a la víctima, llevarse objetos importantes, quitarle el carro, todo en presencia de la víctima, quien estará bajo trance hipnótico. señala el comisario jubilado Miguel Dao, abogado y exdirector del Cicpc.
Complementaria
De abuso, sexo y comercio de personas
La crisis venezolana hizo que se multiplicaran los delitos relacionados con el abuso, el maltrato y la trata de personas.
“A raíz de la pandemia se observó el incremento de los femicidios, violaciones, abusos sexuales de menores, casos de trata, la llamada sextorsión, o extorsión sexual”, menciona Izquiel.
“El confinamiento hizo que víctimas y victimarios convivieran, generó extrañas formas de convivencia virtual, la gente comenzó a relacionarse a través de las redes y comprometió su privacidad”, dice.
El sexo se convirtió en moneda y arma y en el medio quedaron atrapados los niños, que se convirtieron en víctimas de esta trampa mortal.
La visibilidad de las redes sociales viralizó los casos, los abusos no quedan relegados a páginas de periódicos, eran tuits, posts de Facebook al final son el tema de conversación.
El lado más cruel de la crisis quedaba al descubierto: la pornografía infantil y maltrato a mascotas se vendían en Internet, en los últimos meses se desmantelaron organizaciones dedicadas a la explotación de niños y al asesinato de mascotas.
Pero la tragedia no quedaba allí, bajo falsas ofertas de trabajo en el exterior, buenos sueldos y una vida de lujos, se engañó a cientos, quizá miles de jóvenes, en especial a jóvenes mujeres para explotarlas sexualmente, cientos de jóvenes venezolanas están atrapadas en esas redes.
Aprenden de errores ajenos y propios, saben que si se hacen conocidos, lograrán que las autoridades pongan su foco en ellos y de allí a terminar con sus huesos en las cárceles, gravemente heridos o muertos solo hay un paso, así que siempre tratan de hacerse invisibles, indetectables.
Existe todo un abanico de hechos delictivos que van desde hurtos, estafas, robos, drogas y extorsiones a secuestros. Las modalidades delictivas cambian en la medida en que el tiempo pasa, las crisis evolucionan y las autoridades atacan, así que los viejos delitos asumen nuevas metodologías.
Irrumpe la pandemia
A juicio del criminólogo Luis Izquiel, la pandemia marcó un punto de comparación entre el antes y el después en el comportamiento delictivo. “El confinamiento permitió ver cómo el delito evoluciona y se adapta ante las distintas realidades que enfrenta”, dice.
Por ejemplo recuerda una modalidad de extorsión de antes de la pandemia, nacida en las cárceles, desde donde llamaban a las personas y les decían que habían sido contratados unos sicarios para asesinar a quien recibía la llamada, pero a cambio de una suma de dinero no se ejecutaría el trabajo. En muchos casos el miedo surtió efecto.
“Los delitos informáticos se multiplicaron y se acercaron al ciudadano común durante la pandemia. Las estafas evolucionaron. En esos días se puso de moda la venta fraudulenta de divisas. Ofrecían dólares a precios muy tentadores bajo la excusa de problemas de salud o de dificultades económicas, la carnada estaba servida para estafar a supuestos tiburones”, acota.
María evoluciona
Delincuentes se valían de redes de mensajería como WhatsApp y a través de mensajes firmados por gente conocida solo como María o Ana engañaban a incautos y los estafaban.
Los mensajes de María hoy no surten efecto, la gente conoce el modus operandi, por lo que los delincuentes pasaron al robo de cuentas de WhatsApp y de redes sociales para suplantar las identidades y seguir estafando.
“Ahora se hacen pasar por operadores de entes gubernamentales, empresas telefónicas, internet o bancos, llaman pidiendo un código, la verdad es que al dar el código, le dan el control de sus cuentas a los delincuentes y con eso ellos comenzarán a estafar a sus amigos y conocidos… en su nombre”, señala Izquiel.
Ida y vuelta del secuestro
Durante muchos años el secuestro largo fue sinónimo de grandes ligas delictivas, pero disminuyeron debido a las complicaciones logísticas que tenían. Pero una nueva forma de secuestro hizo aparición.
El secuestro exprés, que hizo estragos en las décadas de 2000 y 2010 cuando se registraban decenas de secuestros por día en todo el país, Solo hacía falta tenerlos por unas horas y hacer unas rondas, luego liberaban a los rehenes, aunque muchos fueron asesinados en el interín
De nuevo la situación se complicó para los secuestradores, la ley se puso estricta y el dinero pasó a valer menos y secuestrar dejó de ser rentable. La crisis pulverizó el valor del dinero, se secuestraba a cambio de bienes, pero eso no valía el riesgo.
De nuevo la creatividad criminal hacía aparición: cambio de ramo y la extorsión aparecía como la nueva panacea criminal.
La intimidación es una forma relativamente efectiva de conseguir dinero para las bandas, hoy donde hay una banda, habrá comerciantes extorsionados: “Esta forma de delitos está afianzada con fuerza en el occidente del país”, agrega Izquiel.
Pero de pronto el dólar se convirtió en la moneda que domina la economía nacional y ¿saben quienes regresaron? El viejo y casi olvidado secuestro largo, los atracos a transporte público y comercios y una peligrosa modalidad que es la llamada “maquinita”, estrangular a la víctima hasta desmayarla y luego robarla, muy cerca del asesinato.
Y ni te acuerdas
La burundanga o escopolamina es otra protagonista de los hechos delictivos, una forma fácil de dominar y controlar a la víctima, una vez que ha estado en contacto con el producto, una sustancia que viene y va en el acontecer criminal venezolano.
Basta tocarlo, ingerirlo, olerlo, que sea rociado en la cara, para que en unos minutos quede bajo el control del delincuente, quien podrá abusar sexualmente, vaciar la cuenta bancaria, ir a la casa junto a la víctima, llevarse objetos importantes, quitarle el carro, todo en presencia de la víctima, quien estará bajo trance hipnótico. señala el comisario jubilado Miguel Dao, abogado y exdirector del Cicpc.
Complementaria
De abuso, sexo y comercio de personas
La crisis venezolana hizo que se multiplicaran los delitos relacionados con el abuso, el maltrato y la trata de personas.
“A raíz de la pandemia se observó el incremento de los femicidios, violaciones, abusos sexuales de menores, casos de trata, la llamada sextorsión, o extorsión sexual”, menciona Izquiel.
“El confinamiento hizo que víctimas y victimarios convivieran, generó extrañas formas de convivencia virtual, la gente comenzó a relacionarse a través de las redes y comprometió su privacidad”, dice.
El sexo se convirtió en moneda y arma y en el medio quedaron atrapados los niños, que se convirtieron en víctimas de esta trampa mortal.
La visibilidad de las redes sociales viralizó los casos, los abusos no quedan relegados a páginas de periódicos, eran tuits, posts de Facebook al final son el tema de conversación.
El lado más cruel de la crisis quedaba al descubierto: la pornografía infantil y maltrato a mascotas se vendían en Internet, en los últimos meses se desmantelaron organizaciones dedicadas a la explotación de niños y al asesinato de mascotas.
Pero la tragedia no quedaba allí, bajo falsas ofertas de trabajo en el exterior, buenos sueldos y una vida de lujos, se engañó a cientos, quizá miles de jóvenes, en especial a jóvenes mujeres para explotarlas sexualmente, cientos de jóvenes venezolanas están atrapadas en esas redes.
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