Se tomó una foto frente a una fuente en una plaza colombiana. Era el año 2016, y se sentía libre, tranquilo, con la mirada altanera y con cierto aire de ingenuidad mira a la cámara de frente. Tiene un collar de pukas, otros collares más que dejarían en evidencia su vinculación con sectas religiosas. Era una de las últimas fotos que Giomar Alejandro Cartagena Alcántara se haría en libertad.

En la siguiente foto aparece junto a dos funcionarios de la Dirección de Investigación Criminal e Interpol de la policía colombiana. Tiene sus manos agarradas al frente, aunque no se ven es obvio que está esposado y cada uno de los policías que lo escoltan lo tiene agarrado por un brazo. Su mirada desapareció. No tiene la misma confianza, ni esa falsa ingenuidad, ahora tiene los ojos cerrados, derrotado.

El sujeto que se había mantenido alejado de las autoridades durante seis años era buscado en Venezuela por el llamado doble asesinato de Parque Caiza.

Una historia que tiene su punto más trágico el 23 de febrero de 2010, cuando Joaquina Alcina Sánchez, de 52 años, y su hija Oriana Monasterio Sánchez, de 20, fueron asesinadas al este de Caracas, en un desolado paraje de Parque Caiza, municipio Sucre del estado Miranda.

Cinco años antes, en 2005, Oriana Monasterios inició una relación sentimental con Giomar Cartagena, relación tormentosa que, a pesar de la oposición de los padres de la joven, se mantuvo contra viento y marea. Sus padres sabían de su pasado delictivo.

Años más tarde, en 2009, Cartagena Alcántara fue capturado en Barquisimeto, estada Lara, durante un secuestro exprés. Ese fue el punto final y Oriana terminó la relación.

La joven, quien cursaba estudios de Diseño Gráfico en una universidad capitalina, intentó rehacer su vida mientras Giomar estuvo preso.

Pero por esas cosas de la justicia venezolana, la juez tercera de Control del estado Lara, le otorgó una medida cautelar al sujeto y saldría libre.

Giomar diseñó un plan para vengarse de su ex. Se comunicó con Oriana y le dijo que tenía una enfermedad terminal y le faltaba el dinero para tratarse y le pidió ayuda.

La trampa estaba montada, esperó que su presa cayera. La joven le dijo que su mamá tenía unos 35 mil dólares ahorrados para comprarle un carro, que se los prestaría.

La tarde del 23 de febrero se encontraron, y salieron. Cuando circulaban por la avenida Boyacá de Caracas, Giomar se detuvo para hacer una necesidad, y varios sujetos aparecieron y los “secuestraron”. En una época en que en Caracas se cometían hasta seis secuestros por noche era algo que podía ocurrir.

Se dirigieron al edificio Sorocaima en San Bernardino, donde vivía la joven, allí dos de los sujetos subieron y dominaron rápidamente a la mamá de Oriana y consiguieron el dinero. Al parecer Giomar subió y fue identificado por la señora Joaquina, cuando habló, por lo que decidieron llevársela. Su destino estaba sellado.

A las dos víctimas las llevaron a Parque Caiza donde supuestamente las liberarían, pero el plan era otro. A llegar caminaron por una zona apartada, y Giomar desató su ira criminal, le disparó a la señora en la cabeza, la mató. Luego se dirigió a Oriana y le disparó cuando intentaba huir, no la mató.

Mientras la joven se acercaba al cuerpo de su mamá, roció con gasolina a ambas y las quemó. Esto se sabe porque el reporte de la autopsia señala que Oriana aún estaba viva cuando la quemaron.

La policía determinó que en el doble asesinato participaron, siete personas. Fueron detenidos dos, un primo de Giomar, identificado como Douglas Manuel Cartagena Gil y Gustavo Enrique Barreto Suárez.

Giomar, quien huyó a Colombia, fue detenido el 21 de agosto de 2016. Tras ser deportado fue condenado a 22 años y 4 meses de prisión por el Tribunal 16 de Juicio del Área Metropolitana de Caracas, actualmente purga condena en Yare I. Todavía hay cinco órdenes de captura por este crimen.