La curaduría de la muestra la realizó Lía Di Lucca, quien seleccionó piezas realizadas por el artista en varias etapas de su trayectoria pero que tienen un hilo conductor  y en todas se percibe la capacidad de entender como la luz puede jugar con nosotros y hacer que veamos en un mismo lugar muchas cosas, basta movernos un poco y el ojo captará un volumen que crece o unas líneas que parecen querer escapar de la superficie a las que están limitadas.

Di Lucca expresa que Héctor Ramírez maneja la luz y las formas con sentido poético. En cada obra encontramos un volumen que goza de elasticidad,  que se estira y se retrae permitiendo al espectador establecer una relación lúdica y afectiva con la obra. Para Ramírez esta sensación es lo que busca, pues su intención es que quien esté frente a su obra se sienta libre de interpretar lo que ve.

Este trabajo surge de la decisión de Ramírez de experimentar con su obra, explorando los límites de la línea, el punto y las distintas formas en las que las figuras geométricas, y particularmente el círculo, se relacionan entre si. El artista revela así la capacidad de las piezas de convocar nuevos significados. Su trabajo, siempre evolutivo, provoca en el espectador la sensación de que algo ha quedado oculto y le invita a activar las imágenes a partir de su propia experiencia personal y emocional.

Ramírez, quien trabajó por largo tiempo junto a Carlos Cruz-Diez, es un amante de la investigación, que en él se centra en buscar significados y efectos de la presencia y la ausencia de la luz. Esta investigación también incluye las técnicas que aplica para jugar con algo intangible pero siempre presente y necesario como lo es la luz.

Esa mañana también se ofreció al reducido grupo de invitados, debido a las normas sanitarias que privan en este momento, la oportunidad de degustar los quesos Cabral, que contó con la guía de Víctor Fajardo, su creador, quien vino desde la Colonia Tovar para explicar el trabajo que realiza para obtener el producto que ofreció ese mediodía, que como él lo explicó, está elaborado con leche de cabra cruda y luego madurado y afinado en un lugar especial de la Colonia Tovar.

En esa oportunidad se saborearon El Caroreño, queso de leche cruda de cabra de libre pastoreo proveniente de tierras caroreñas y el Terra Nostra, que Fajardo lo definió como un homenaje a Armando Scannone y a sus orígenes italianos. Este queso contiene aceite de oliva extra virgen y hierbas aromáticas.

Los interesados en conocer la obra pueden visitarla en Licoteca La Castellana, de acuerdo al horario establecido por el confinamiento y teniendo en cuenta que deben utilizar mascarilla y guardar el distanciamiento físico, además de cumplir con las normas de bioseguridad que se exigen en el local.