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Con el verso a flor de piel

Hay un dicho que reza “de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco”. Francisco Octavio Seijas es músico y poeta. No sé si es loco, pero bohemio, dicharachero y divertido sí que lo es.

  • Diario El Universal

11/07/2020 03:32 pm

CAROLINA JAIMES BRANGER
ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL

Quien lo conoce, ya no lo olvida. Es un alma transparente y alegre y así quiere ser recordado. Tiene una chispa que lo hace parecer del llano, aunque es guaro. La música la lleva en las venas. Del golpe larense saltó al joropo llanero y lo hizo suyo. Toca maracas con maestría, porque asegura que aprendió con los mejores. Su abuelo, el poeta Otto Seijas, fue una gran influencia en su vida. Lo hizo soñar e inventar cómo era el llano antes de conocerlo. Y lo que aprendió en su casa lo ha llevado a otros límites y espacios. Ha plasmado en sus obras la magia y reciedumbre de nuestro mestizaje. Y piensa que Venezuela es el mejor lugar para vivir.


María Lorena Miranda y Francisco Octavio Seijas   CORTESÍA

-Como buen larense eres aficionado a la música. En tu caso particular ¿cómo empezó?
-En mi casa desde siempre se escuchó mucha música. Mi padre fue muy melómano, tocaba algo de cuatro y cantaba. Aprendimos a oír de todo: música clásica, zarzuela, opera, música española, tangos, música popular venezolana, sobre todo el Quinteto Contrapunto. Se hacían tenidas musicales frecuentes; recuerdo que una vez nos visitó el maestro caroreño Rodrigo Riera, yo tendría apenas 10 años, pero lo que sentí oyéndolo fue mágico e inolvidable, así que la música estaba allí a la mano, para conocerla y apreciarla. Desde muy niño fui agarrando el gusto por nuestra música tradicional, y era raro porque a casi ningún amigo, familiar o conocido contemporáneo le gustaba pues no la conocían. Mis hermanos se burlaban de mí: decían que yo lo que oía era pura bosta de vaca, refiriéndose a nuestro joropo llanero, pero me fui enamorando cada vez más y comencé a coleccionar discos; me nació un amor profundo por el llano -al que no conocía- pero con el cual soñaba e imaginaba.

Cuando tenía unos 12 años, mi madre me preguntó si quería conocer el llano. “Lee Doña Bárbara”, me dijo. “Ahí está todo”. Lo leí y lo volví a leer; mi abuelo Otto Seijas, poeta costumbrista, tuvo mucho que ver con mi apego a las costumbres venezolanas. Me decía que yo tenía reses en el llano y que él me llevaría a conocerlas. Tanto fue la locura con el llano, que cuando me preguntaban en el colegio -como a los 7 años- dónde había nacido, les respondía muy orgulloso “en Apurito, estado Apure”. Siempre me gustó soñar, así que me inventaba infinidades de aventuras en el llano. En la adolescencia, por supuesto, escuchaba la música de moda y descubrí, como le oí decir una vez al maestro Eduardo Marturet, que me gustaba toda la música con tal de que fuera buena. De ahí nació mi apego por nuestra música y por la buena música en general.


-¿Con que genero de música venezolana te sientes más identificado?
-La música venezolana es inmensamente rica, en cuanto a su diversidad, instrumentación y ejecución. Toda esa maravilla que llegó durante la colonización, se fue transformando en cada región, adaptándose al ambiente y de ahí fueron naciendo los diferentes géneros que hoy conocemos como: joropo, gaita, golpes, tambores, merengue, calipso. Cuando a ti te nombran música venezolana inmediatamente te viene a la mente el arpa, cuatro y maracas del joropo llanero. Claro, es el más popular y el más conocido, pero el joropo no es sólo del llano: existen el joropo oriental, central, el golpe larense se considera joropo, así que hay mucho donde escoger,

¿Con cuál genero me siento más identificado? Yo crecí con el joropo llanero y el golpe larense, son los géneros que más he tenido oportunidad de tocar y componer.

-También eres poeta. La poesía es el género más sublime de cualquier lengua, pero a la vez, el más difícil... ¿cómo aprendiste?
-Así mismo como desde que nací hubo música en mi casa, había también mucha literatura: clásicos, novelas, poesías, historia, política, tauromaquia y tantos otros. Mis padres fueron ambos ávidos lectores. En sus mesas de noche no había menos de cinco libros. Yo leí muchas cosas desde niño, pero la poesía y la historia eran las que más me atraían. Como mencioné anteriormente, mi abuelo vivía con nosotros y siempre estaba escribiendo versos. Llegó inclusive a publicar un libro de poesía costumbrista muy hermoso que tituló Remansos en la corriente. Él me fue enseñando las métricas y rimas clásicas poéticas para construir los versos, como la cuarteta, el soneto, la décima...

Otra de las pasiones que hubo y que hay en mi familia fue la tauromaquia, mis padres fueron muy aficionados y conocedores del arte de los toros y siempre nos llevaban a las corridas. El ambiente taurino implica también el flamenco, las sevillanas, la poesía, Federico García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández. La España andaluza es para nosotros una verdadera segunda patria. 

Cuando me fui a vivir al llano, tuve mi verdadera escuela de poesía, todas las vivencias, las costumbres, el dialecto, la forma de expresar sus pensamientos, la sencillez y la humildad de la vida del hombre del campo, sus faenas cotidianas, todos esos conocimientos, sin saberlo, serían el inicio de mi vocación poética. Un día me pregunte “¿y por qué no trato de escribir versos?” Y me puse como un ejercicio a rimar frases hasta que construí mi primera estrofa, que dice:

Sabanas de luna clara
Esteros de lejanía
Que van haciendo caminos
Cuando voy de travesía

Así comenzó mi vida de bohemio, desprendida, pensando solo en el próximo verso, en la próxima canción o en la próxima parranda. Sentía la necesidad de escribirle a todo, a los sentimientos, a las personas cercanas que fallecían, a las alegrías, los versos salían rápido como las corrientes de los caños en invierno. Luego me fui involucrando con cantantes y grupos, escribí temas para Rummy Olivo, Un solo Pueblo, Los Golperos de don Pío, el Guaraleo, César Gómez, 7 con tono, entre otros. Escribí una letra sobre la siembra que Un Solo Pueblo grabó en su disco “Cantadurías”, que fue decretado patrimonio cultural de la nación. Uno de sus versos que más me gusta dice:

Se asoma verde la espiga
Deja atrás el duro suelo
Se abre paso hacia la vida
Se abre paso hacia los cielos.

En una oportunidad durante un viaje a España fuimos a Ronda, una de las capitales del toreo. Su plaza es la más antigua que se conoce y es cuna de Pedro Romero y de la Dinastía Ordoñez. Escribí unos versos y los recité en todo el medio de la plaza de toros, donde permanentemente hay turistas. Hubo aplausos y ese verso está todavía en Ronda, enmarcado y colgado al lado de una pintura de Antonio Ordoñez, en un restaurant cerca de la plaza, sitio clásico de reunión antes de la corrida. Esta es la última estrofa:

Si alguna vez vais a Ronda
Veréis la mejor faena
Pues el corazón de Antonio
Está enterrado en su arena

Todas esas vivencias para muchos son motivos de inspiración.

Francisco Octavio Seijas 

-Eres uno de los mejores maraqueros que conozco. Y mucha gente piensa que tocar las maracas es fácil hasta que trata de tocarlas... ¿por qué las escogiste?
-Casi te puedo decir que fue por casualidad: fuimos a una fiesta de San Juan un 24 de junio en un pueblo del norte de Guárico, llamado San José de Guaribe. Estábamos con uno de los cultores más destacados en la ejecución de la bandola central, el maestro Juan Esteban García, ya fallecido. Se pusieron a tocar y de pronto me dice Ismael, “agarra las maracas”. Yo no tenía idea; medio me explicaron y probé, pero fácil, definitivamente, no es. Pero no me quedé con eso y estudié por años con grandes maestros, Ismael, Ernesto Laya, Manuel Rangel, para tratar de hacerlo lo mejor posible. Las maracas son un instrumento visual. Tienen mucho que ver la actitud y expresión del maraquero, además de llevar el ritmo y el tiempo cuadraditos. Comencé tocando en grupos de lo que fuera, joropo, parranda, golpes y eso que llaman calle, que es el infierno que quema con dulzura, la mejor escuela de música que existe, donde se aprecian las diferentes ejecuciones y se aprende de ellas. De alguna manera, las fiestas de músicos vienen siendo ensayos.


-Venezuela Viva, ese maravilloso espectáculo es de tu autoría. Háblame de esa experiencia.
-Tengo unas primas que dirigen la academia de baile Las Lizarraga en Valencia, muy conocida desde hace muchos años. Carolina, hija de la fundadora de la academia, y su marido tuvieron la idea de hacer una obra musical y bailable sobre el tema de la unión de las razas, y la fusión que se produjo entre sus culturas. Se llamó Venezuela Viva. Posteriormente me llamaron para que les escribiera unas canciones. Fue muy exitosa: se presentó muchas veces en el país y también en varios escenarios foráneos, luego montaron Orinoco, una maravillosa versión basada en Doña Bárbara, me encantó porque conocía muy bien la novela y fue como un reto para mí eso de llevar Doña Bárbara al octosílabo, pero salió muy bien. Hasta la hija de Don Rómulo, cuando la vio, comentó que era la mejor versión que había visto de la novela de su padre.

-¿Cómo quisieras ser recordado?
-Así como me han conocido, una persona alegre, transparente, me gustaría que me recordaran por mis versos, por la música, por lo que les pueda haber transmitido y les haya quedado. 


-¿Qué significa Venezuela para Francisco Octavio?
-Yo siento que somos una población en general maravillosa, muy ocurrente y alegre, capaces hasta de reírnos de nosotros mismos, con mucho talento, muy amigueros, nos gusta reunirnos y pasarla bien. Para mí son una pasión las manifestaciones culturales y he podido comprobar a través de ellas, que el venezolano ama sus tradiciones, que son importantes para su vida. Eso nos convierte en un pueblo con un alto sentido de pertenencia de lo nuestro. 

Venezuela, a pesar de tiempos adversos, es un país bueno para nacer, aun mejor para vivir.



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