-Siento que aprendí muchísimo del mundo corporativo en mi paso por la banca en el sector privado (Citi), específicamente en el área de mercadeo y ventas de productos de tesorería a clientes corporativos en Latinoamérica. Comencé aquí en Venezuela y luego me transfirieron a Nueva York, en total más de 7 años. Sin embargo, llegó un punto en mi carrera cuando sentí que, si quería seguir desarrollándome, debía pasarme a un área de productos mucho más técnica y a mí realmente no me gustaba esa área. Por otro lado, me hacía mucha falta volver a reconectarme con mi propósito y mis raíces de la innovación y el emprendimiento social, de donde venía, y particularmente con los más necesitados. Mi incursión en la banca había sido un “paréntesis” que yo había hecho forzosamente en 1999, esperando por tiempos mejores para volver al campo de la innovación social luego de un intento frustrado de incursionar en el mundo de las microfinanzas. Si bien había permanecido en NY haciendo y apoyando muchas obras sociales para colaborar desde allá con iniciativas y fundaciones venezolanas, nunca era lo mismo hacerlo en mi tiempo libre versus volver a dedicarle el 100% de mi tiempo.

Así que comencé a buscar opciones para dedicarme a las microfinanzas y justo en ese momento me hicieron la oferta de arrancar la Banca Comunitaria de Banesco en Venezuela y no lo pensé. En febrero del 2006, a pesar de ir en contra de la opinión de muchos por abandonar Nueva York y regresarme a Venezuela, me regresé a Caracas, feliz, y estuve dedicada a fundar y desarrollar y hacer crecer la Banca Comunitaria hasta octubre de 2013, cuando decidí iniciar el Impact Hub Caracas.

-Fundaste el Impact Hub en Venezuela y has ayudado a fundar otros Impact Hub en Latinoamérica y África. ¿Cómo evalúas los resultados obtenidos?
-Me siento muy orgullosa de todo lo que hemos logrado tanto en Caracas como en otros países de Latinoamérica y de África. En cuanto al Impact Hub Caracas, puedo decir que ya somos una comunidad de 220 emprendedores que estamos trabajando día a día por mejorar nuestra sociedad y nuestro país. Por el Impact Hub Caracas han pasado más de 670 emprendimientos y muchos han logrado crecer y escalar sus productos y servicios a otras latitudes. Buscamos inspirar, conectar y habilitar a todos aquellos emprendedores comprometidos con el triple impacto (financiero, social y ambiental) y el desarrollo sostenible de nuestro país.

Hemos podido comprobar que vamos bien en nuestra apuesta. Nuestros emprendedores han generado en promedio 8.1 puestos de trabajo cada uno, teniendo hasta un 10% que han logrado generar 22 nuevos puestos de trabajo.

En cuanto al nivel de innovación, 17% de nuestros emprendedores han desarrollado un producto o servicio totalmente nuevo para el mundo, una invención pura; el 23% ha trabajado en una versión significativamente mejorada de un producto o servicio existente y 19% ha logrado hacer una combinación entre dos o mas productos existentes, convirtiéndolos en un producto o servicio único. 55.3% incrementó sus ingresos con respecto al año pasado y de esos 13.2% en más del doble. Todos están trabajando en uno o más Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Por todos nuestros logros, en el año 2018 fuimos nombrados por el Impact Hub Global Association como “Centro de Excelencia” una distinción que recibimos con mucha alegría al ser parte de los 10 Impact Hubs que fueron reconocidos de un total de 105 a nivel global.

Por otro lado, me siento muy honrada y agradecida de haber formado parte de los dos programas semilla (Seed Programs) en África y en Latinoamérica como mentora en la formación de 13 equipos que hoy día conforman Impact Hubs en África y 8 en Latinoamérica.

-Fuiste una visionaria cuando entendiste que en el emprendimiento personal y la sinergia que de ello se desprende está uno de los mecanismos más poderosos para acabar con la pobreza. ¿Qué falta que entiendan las grandes corporaciones?

Creo que hay muchas grandes corporaciones que han entendido la responsabilidad y el importantísimo rol que ellas tienen que jugar en la sociedad de cara a las desigualdades, la falta de acceso y de oportunidades de los que son víctimas aún miles de millones de personas alrededor de la Tierra. Hay ejemplos maravillosos e inspiradores de corporaciones que han sabido llegar con sus productos y servicios a las mayorías más desfavorecidas, adaptándolos a sus posibilidades, haciendo alianzas, generando equidad, educando, incorporando proveedores locales a sus cadenas de valor y suministro, practicando el comercio justo, brindando condiciones de empleos dignos y, finalmente, entendiendo que todos debemos trabajar por un propósito que trascienda los resultados financieros, que evidentemente son necesarios, pero que deben estar al servicio de la sociedad, las personas y el planeta. También están los que aún no lo han comprendido, pero creo que el mundo va evolucionando hacia un mayor nivel de conciencia y las corporaciones que no se adapten y demuestren sus valores éticos en esta nueva genética económica, serán reemplazadas por las que sí los practican. A fin de cuentas, como se pregunta el Movimiento de Empresas B “¿qué sentido tiene una economía que crece financieramente y que por su misma naturaleza genera inequidad creciente, acaba el agua y otros recursos de la tierra, profundiza el individualismo y la exclusión de miles de personas?”.

-Pocos saben que eres ingeniero de sistemas. Soy una ferviente partidaria de la educación en ciencias. ¿Hubieras querido estudiar otra cosa?

-Así es, pertenezco a esa diminuta minoría de mujeres que estudiamos carreras en STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas por sus sigas en Inglés). Pocos lo saben y además muchos piensan que estudié otra cosa. No me extraña porque muchos de mis compañeros de estudio me decían que yo era “Ingeniera Social”. A mí me encanta la Ingeniería de Sistemas, que tuve la suerte de estudiar en la Universidad Metropolitana. Me parece que es una carrera súper completa, que te brinda muchas herramientas, estructura de pensamiento y de análisis y sobre todo te ofrece una visión sistémica para la resolución de cualquier tipo de problemas o retos que se nos presenten. Además, el tener un entrenamiento férreo en matemáticas, estadística y tecnología te abre un mundo de posibilidades. Nunca me he arrepentido de haberla estudiado, pero sin embargo tengo que reconocer que al principio me costó mucho, sobre todo porque las primeras materias eran muy abstractas y me costaba entender para qué me iba a servir todo aquello que estaba estudiando.

Viendo hacia atrás no creo que hubiera querido estudiar otra cosa, pero sí recuerdo que cuando estaba en los dos últimos años de bachillerato, me gustaba mucho la biología, las matemáticas y el diseño de espacios en dibujo técnico, por lo que llegué a pensar en estudiar Medicina y también Arquitectura. Si me preguntas hoy, quizás me gustaría estudiar Psicología. Me parece fascinante el mundo de la mente y de las emociones y su relación con el bienestar integral, del cuerpo y la salud.

-Sé que te gusta la fotografía y cantar. Háblame de esos hobbies maravillosos.
-La fotografía siempre ha sido un hobby para mí pero nunca la he estudiado formalmente. Sólo tuve una época cuando una gran fotógrafa amiga, mucho mayor que yo, me ofrecía corregirme. Yo le enseñaba mis fotos y ella me daba consejos de cómo mejorarlas. Así aprendí bastante, pero muy intuitivamente. Me fascinan las imágenes, los colores, los contrastes, las luces y sombras, los paisajes. Es como si mis ojos siempre fueran una cámara fotográfica. Me la paso retratando con ellos todo lo que me llama la atención, lo que atrapa mi mirada. He tenido muchas cámaras y he tomado miles de fotos, por los más de 50 países que he visitado. Siempre digo que algún día haré una exhibición… ¡Y qué bueno que ahora tenemos tanta facilidad con la tecnología y hasta con tu celular puedes hacer fotos maravillosas! Así que ahora, cuando mis ojos se enamoran de una imagen, ya no uso las cámaras tradicionales, tengo a la mano mi celular para hacerla eterna.

En cuanto al canto, desde muy pequeña me gustaba cantar, así que me invitaron siempre a formar parte del Coro de mi Colegio San José de Tarbes (El Paraíso). Allí comencé a cantar, quizás desde los 7 u 8 años hasta que me gradué de bachillerato. También estuve en clases de cuatro y de órgano desde muy pequeña y pues también cantaba las canciones que me iban enseñando mis profesores. A mis papás les encantaba cantar. Aún tengo la letra de muchos boleros que les escuché cantar de pequeña dándome vueltas en mi cabeza. Luego en el IESA mientras estudiaba una Maestría, formé parte del Coro y nos contrataban para ir a cantar a algunos actos académicos y hasta bodas. Y luego de eso, mientras viví en Nueva York, tomé clases de canto lírico, realmente como una terapia. Todos los lunes cantaba y hasta hicimos un par de recitales para los amigos y miembros del conservatorio. Fue una experiencia maravillosa. Aún canto de vez en cuando, en mi casa, con amigos. ¡La música siempre ha sido y será parte de mi vida!

-¿Qué significa Venezuela para Claudia Valladares?
-Venezuela es mi hogar, es el lugar al que siento que pertenezco. En Venezuela nací, me crié, aquí estudié mi carrera, tuve mi primer trabajo. De aquí es mi familia, desde generaciones, desde antes de la independencia, yo no tengo otro pasaporte. Gracias a mi país (Fundayacucho) y obviamente a mi propio esfuerzo, pude estudiar mi primer postgrado en Estados Unidos. Aquí tengo aún muchos amigos, muchos se han ido y seguimos en contacto, pero he hecho también muchos nuevos amigos. Aquí es el único lugar del planeta donde todo el mundo quiere conversar contigo, donde un extraño puede convertirse pronto en tu amigo, donde la gente te invita a sus casas, donde la mayoría es amable. Donde pocos te niegan una sonrisa. Donde todos convivimos y compartimos por igual, donde no importa el color de ojos ni de piel. Donde puedes tener conversaciones relevantes con personas del campo, con una kamarakota, un pescador, el portero de tu edificio, el que despacha la comida, la señora que limpia, el señor que cuida tu carro, al igual que con una emprendedora, un artista, una buena amiga del colegio o un presidente de alguna empresa.

He tenido la suerte de vivir y viajar por muchos países pero para mí no hay como Venezuela. Aquí soy muy feliz aún cuando vivamos tantas adversidades. Siento un arraigo muy profundo que no sé explicar. Un compromiso además que corre por mis venas, de darlo todo, de entregar todos mis talentos y mi tiempo en favor de construir un mejor país. Creo que todos lo merecemos, especialmente la mayoría que no ha tenido acceso ni oportunidades. No descansaré de trabajar por mi país, hasta el día que Dios decida llevarme a otra dimensión. Es lo mínimo que puedo hacer después de haber recibido tanto de mi querida Venezuela.