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Bella, inteligente e irreverente

Curiosa incorregible, con una buena dosis de ego, Marianella Salazar llenó la Concha Acústica de Bello Monte hace un mes con su unipersonal “La Eterna Irreverente” y demostró que ¡ahora es cuándo!”

  • Diario El Universal

01/12/2019 04:20 pm

CAROLINA JAIMES BRANGER
ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
Una de las periodistas más conocidas y respetadas en Venezuela, celebra este año sus cincuenta en el mundo de la comunicación. Popular y polémica, tiene un estilo único que hace poco, en un viaje hacia el interior de sí misma, descubrió que es irreverente. Quería estudiar teatro, pero la negativa de sus padres y un test vocacional la llevaron al periodismo. No tuvo consciencia de su belleza sino hasta que comenzó a reportear, pues lo que quería era demostrar su inteligencia. Acosada por el régimen por sus críticas documentadas, directas y contundentes, espera vivir para ver su salida.

-Querías estudiar teatro, pero te fuiste por Comunicación Social. ¿Por qué el cambio? ¿Te arrepientes de no haber estudiado teatro?
-Mis padres no me permitieron estudiar teatro, esa era una época de muchos prejuicios que. por suerte, ya han sido superados. Tuvieron que hacerme un test vocacional que arrojó que estudiara periodismo. El resultado no pudo ser más acertado, porque para ser periodista debes tener una curiosidad genuina por todo y por todos, y yo soy una una curiosa incorregible. Tuve varias oportunidades de sacarme el clavo de ser actriz, porque cada vez que me proponían participar en algún programa donde tuviera que actuar, lo aceptaba encantada; hasta llegué a protagonizar una novela con José Bardina, el galán por el que suspiraban las mujeres de la década de los 70 y 80, aunque a mí, la verdad, él no me gustaba.


FOTO CORTESÍA FRAN BEAUFRAND

-Eres una de las mujeres más bellas que hemos tenido en Venezuela. ¿Esa belleza te ha ayudado o más bien ha sido un obstáculo para el desarrollo de tu carrera?
-Gracias, viniendo de otra mujer, es una opinión que alimenta mucho mi ego, pero, aunque no es insaciable, tengo una buena dosis. Pero sabes, yo nunca tuve conciencia de ello, porque en mi casa, ni a mi hermana ni a mí nos decían que éramos bonitas. Crecimos sin saberlo. Cuando comencé a reportear en la calle, escuché los primeros piropos y me desconcertaban, no me acostumbraba, en esa etapa de mi vida yo lo que quería demostrar es que era inteligente, lo demás no me interesaba, es más, lo desdeñaba, porque esos no eran los valores que me inculcaron. 

Después, los medios comenzaron a interesarse por mí, porque trabajaba en la televisión -eso pasa con casi todos los que trabajan en ese medio- pero nunca lo sentí como una ventaja, ni como un obstáculo, al menos eso pienso.

Al principio de mi carrera como reportera sí lo sentí como un obstáculo: tenía un jefe de prensa en RCTV que era misógino y les ordenaba a los camarógrafos que no me sacaran la cara, imagínate, cuando me cambié a Venevisión pasó todo lo contrario. Puede que el físico te ayude, pero tienes que demostrar talento. No es fácil mantenerte vigente durante 50 años, como en mi caso.

-¿Eres irreverente por naturaleza?
-Sí, es algo innato en mi personalidad. Yo lo acabo de descubrir y aceptar, porque escribir mi monólogo fue un viaje al interior de mí misma que nunca había hecho y cuando lo concluí y había que titularlo fue que me di cuenta de que toda la vida he sido eso, una irreverente y de allí que el unipersonal se llame La Eterna Irreverente. Siempre tuve mucho desparpajo en el verbo, pero sin mala intención. Es una irreverencia, diría que juguetona.


Marianella Salazar con Julie Restifo, directora de La eterna irreverente

-Has tenido 50 años de exitosa carrera. Has sido un baluarte en la oposición al régimen chavista. ¿Cómo evalúas tu presencia en medio siglo de historia venezolana?
-Pues ha sido un privilegio vivir dos ciclos históricos, el de la llamada Cuarta República y éste de la Quinta, que no termina de finalizar. Espero estar viva para ver su final y entonces, desde la distancia, analizar los acontecimientos con frialdad. No es fácil ser objetiva cuando se ha estado perseguida, sometida a absurdos juicios penales por difamación y por calumnia con el sólo propósito de meterte presa y silenciarte. No lo han conseguido, no solo es el régimen, también algunos medios privados se han empeñado en silenciarme, inexplicablemente me han vetado y ordenado a sus anclas no entrevistarme a propósito de mi unipersonal La Eterna Irreverente. Aun así, sin promoción por la radio, casi 5.000 personas asistieron a mi monólogo hace algunas semanas en la Concha Acústica de Bello Monte. Fue una experiencia inenarrable, ahora sé lo que es sentir un ratón de triunfo. 

-¿Te gusta más ser locutora de radio que periodista?
-Yo me hice locutora porque era un requisito que exigían en Venevisión para narrar el noticiero. Cuando entré en ese canal como reportera, en la década de los 70, el gerente general, Enrique Cuscó, se empeñó en que yo tenía que estar frente a la pantalla, fue un complemento en mi carrera como periodista. Tenía una forma muy peculiar de narrar las noticias, porque soy muy expresiva y como sentía la noticia, se reflejaba en mi rostro cuáles eran mis sentimientos. Me llamaban mucho la atención para lograr que mi estilo fuera sobrio al narrar la noticia. Te confieso que eso me cuesta mucho y todavía no lo he logrado, porque espontáneamente hago inflexiones en mi voz y el público se percata del verdadero mensaje que quiero transmitir. Pero fue un acierto sacar ese título de locutora porque me permitió vivir de la publicidad. Nadie sobrevive en este país con el reporterismo ni escribiendo artículos para un periódico, no lo dejas nunca porque es tu esencia, sin el periodismo no hubiera tenido la oportunidad de pasar por tantas experiencias, de conocer tanta gente, empezando por los protagonistas del país.

Durante su unipersonal que sigue llenando sala FOTO CORTESÍA

-¿Qué significa Venezuela para Marianella Salazar?
-Venezuela es mi casa, una casa que está exigiendo atención y mucho mantenimiento, aunque tiene goteras, no por eso me quiero mudar de ella. Espero poder vivir en ella serena y felizmente, ojalá, no lo sé. Mi casa no son solo cuatro paredes, no, mi casa es mucho más que eso, es un hogar donde están los afectos y las pertenencias que no puedo ni quiero trasladar a ningún otro lugar del mundo. No podría vivir sin sus cielos, sus olores, sin este clima, sin contemplar los colores del Ávila cambiando durante todo el día desde mi ventana, sin sus costumbres y sobre todo, sin su gente, que aunque padece mucho es capaz de amar y reír.





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