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Al pie del cañón, de pie y en pie de lucha

María Elena Sánchez de Kurowski, toda una vida dedicada a la educación inicial que ha dado grandes frutos, continúa con afán y sin descanso en esa “carrera de obstáculos”

  • Diario El Universal

07/09/2019 05:59 pm

Inteligente, tenaz, dedicada, educadora por vocación desde que era una niña, siempre ha recorrido el tortuoso camino de la educación en Venezuela. Ha honrado la herencia de honestidad, trabajo y dignidad que recibió de sus padres y abuelos. Las dificultades no sólo la fortalecen, se crece ante ellas. Cree en Venezuela y por eso sigue trabajando, aunque está consciente de que tenemos enfrente un rompecabezas que armar. La apasiona el encontrar preguntas en los ojos de los niños y acompañarlos a descubrir las respuestas hasta que vuelen solos.



-Desde hace unos años se sabe que la educación preescolar es fundamental en el desarrollo de los seres humanos. ¿Qué te llevó a convertirte en educadora en esa área?  
-Si me pregunto en qué momento me convertí en maestra la respuesta es que nací siendo maestra y descansaré en paz habiéndolo sido. Soy la segunda nieta del lado Gutiérrez y siempre nos reuníamos los domingos todos los primos en casa de mis abuelos a jugar el juego de la escuelita (no sé si era el favorito, pero sí el más recurrente) y promovido por la auto designada maestra Ma Elena; me gustaba eso de mandar y enseñar. Comprobé que tenía control de grupo, se me daba aquello de inventar historias y juegos.

También tuve la oportunidad de compartir con niños más grandes y comprobé que algo en mí me motivaba más que a enseñar “las letras” a descubrir en la pureza y la inocencia de los más pequeños sus capacidades y procesos de aprendizajes. 

Me apasiona encontrar en los ojos y en las palabras o gestos de un niño una necesidad y desde allí ayudarlo a encontrar las respuestas. Primero los dos juntos y después ver hacerlo por él mismo, así como inculcarle hábitos, desarrollar lo social y lo emocional. Tener la oportunidad de ser los primeros en tocar sus almas y poder dejar algo lindo en ellas es mágico y solo se consigue en las primeras edades. 
 
María Elena Sánchez de Kurowski, Anabella Orozco y Cathy Hernández

-Tu Taller Tilema es referencia desde sus inicios. Acaba de cumplir 40 años. Tuviste una enorme suerte de contar con socias como Anabella Orozco y Cathy Hernández. Anabella se nos fue. Pero todos quienes la conocimos, la recordamos con inmenso cariño. ¿Qué aprendiste de ella?  
-Explico como empezó Tilema. En el año 1978 cursábamos en la Unimet Educación Preescolar, una carrera nueva, siendo nosotros integrantes de la segunda promoción; en el año escolar 1978/1979 debíamos hacer una pasantía y tuvimos la suerte de que nos aceptaran en el Colegio Cristo Rey de Altamira. Éramos tres, Cathy Hernández y yo en kinder y Anabella en preparatorio. Teníamos 20 años y mucho ímpetu. Muchos aprendizajes novedosos y sueños por conquistar que, al encontrarnos con un colegio conservador y estricto, no pudimos desarrollarlos. Y nada como el ímpetu jovial combinado con los sueños de tres jóvenes docentes en potencia. Nació una necesidad y un plan para crear un espacio donde nosotras pudiéramos entregar nuestras ideas al fin de educar y formar. Un lugar común de trabajo. Anabella y su familia muy amablemente nos ofrecieron el sótano de su casa para empezar.

En agosto de 1979 hicimos un campamento de verano y seguimos... 40 años después. Cathy, Anabella y yo aunque suene irreal nunca nos consideramos “socias”, en realidad lo que originariamente nos unió fue nuestro oficio, una Profesión con mayúscula y así sigue siendo. 

Tilema: Taller de Iniciación a la Lectoescritura, Educacion Musical y Artística. 

Claro que con el tiempo hemos tenido que asumir compromisos laborales y su estructura ha cambiado pero su fin sigue siendo el mismo y originario, por encima de todo la educación a nuestros alumnos y el bienestar y la formación de nuestras maestras. 

A pesar que ya Cathy no está en Venezuela y Anabella se nos fue, Tilema sigue en pie. 

En esta Venezuela de los últimos 20 años mantener cualquier institución es el más grande de los retos, una carrera de obstáculos. Pero siempre la unión de las tres nos mantiene.   

Me preguntas que aprendí de Anabella. Una de sus más bellas y grandes virtudes es que Anabella era una excelente escucha. Sí, es una de las normas del buen oyente y del buen hablante, ella lo practicaba a diario con adultos y niños. ¡Y qué maravilla obra en la gente alguien que te sepa escuchar! 

Ana fue una mujer de contrastes. De las tres, la más fuerte. Arisca pero cariñosa, compradora compulsiva que a la vez administraba sus finanzas con inteligencia, estar con ella daba paz pero un No jamás se convertía en un SÍ. Siempre recuerdo que me asombraba cómo cumplía hasta el final cuando decía que algo no se hacía por un tiempo determinado como reprimenda. Lo cumplía siempre. Es más, cuando yo a mis hijos debía regañarlos por algo y les decía que no iban a tener tal o cual cosa por un tiempo, se lo decía a ella para que me lo recordara, porque si por mí era, se me pasaba. Perfeccionista y nítida. Así enseñaba a escribir y leer. Si Ana te enseñaba la direccionalidad de las letras, corrías con suerte en tu caligrafía y ortografía. 

-Como educadora, ¿cuáles son tus recomendaciones para quienes -con todo en su contra- se inician hoy en los estudios de Educación? 
- Les diría que “el que nace para martillo, del cielo le caen los clavos”. De esos clavos muy pocos serán monedas, algunos serán mensajes gratos o ingratos y muchos serán satisfacciones de haber sembrado en un pequeño una semilla para su formación, educación y crecimiento personal.

-Vienes -tanto del lado de tu papá como por el de tu mamá- de familias de acendrados valores, en particular el trabajo y la honestidad. ¿Qué sientes cuando ves el derrotero por el que se ha lanzado Venezuela?
-Sin duda soy muy afortunada, y la formación que me dieron es con la que me siento más segura, tan segura que al ver tanto desastre, más fuerza me da de seguir al pie del cañón, de pie y en pie de lucha para seguir aportando desde donde me toca a mi hogar, mi familia y en mi profesión como docente. Esa fuerza, la constancia, viene de lo que he escuchado y aprendido del ejemplo y de las historias de mis abuelos y de cómo crecí con mi papá y mamá. 

Mis abuelos hicieron mucho por los demás y en silencio, me han marcado la vida historias sobre obras de generosidad que hicieron, que he conocido recientemente y por extraños. Mi bella mamá siempre me ha enseñado a adelantarme a lo que los demás necesiten y ayudar. De mi noble papá, la rectitud, desde ser una ciudadana intachable con los mínimos detalles hasta la práctica de los grandes valores éticos.

 -¿Cuál es la lección más importante que les has enseñado a tus hijos y a tus alumnos?
-Sin duda, sería el valor de LA FAMILIA. Si logran entender lo que es, no sólo por su función en la sociedad y en este mundo, sino porque allí es donde encontramos los primeros afectos, sentimientos, nexos, conflictos, dinámicas y de la mano con los abuelos, padres, hermanos, tíos y primos y en la cotidianidad comenzamos a entender cómo se manejan y resuelven las cosas, ésta se convierte en la primera y eterna escuela.



-¿Qué significa Venezuela para María Elena Sánchez de Kurowski?
-No soy de ésas que dicen o piensan que lo que nos está pasando es lo que nos merecemos. Más bien creo que es lo que necesitamos para aprender y crecer como ciudadanos, personas y país. Es duro, pero los seres humanos no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que nos falta y en eso hemos sido muy frescos y malagradecidos los venezolanos. 

Mi amor por Venezuela es hoy en día -y comprobado- un amor profundo y desinteresado. Crecí en el paraíso del mundo y sin darme cuenta, era así, hoy sólo quedan la naturaleza de la gente buena y la hermosa naturaleza que no han podido doblegar ni los peores. Todavía recorremos nuestras deterioradas carreteras y encontramos los más hermosos paisajes que nos recrean la vista. Venezuela es para mí su música, sus costumbres, su comida, los almuerzos y reuniones familiares, sus bendiciones al despedirnos. Venezuela es como esos juegos que hay en las ferias donde le dan con un martillo a un muñeco y al lado sale otro, cierran una oportunidad y conseguimos cómo convertirla en otra. 

Venezuela son los jóvenes que todavía creen y no abandonan este país y trabajan como punta de lanza para demostrar que por encima de la crisis están los ideales. Venezuela es el lugar donde soñaba que mis hijos y nietos crecieran y por eso cuando estoy con ellos fuera, Venezuela se llama el amor que les transmito sobre un lugar maravilloso; y ya se están enamorando, el otro día mi nieta mayor de 5 años me pidió que le dijera qué significaban varias palabras escritas en inglés. No llegué a contestarle porque ella me las dijo todas, con el comentario final “yo no sé inglés porque soy venezolana”. 

Venezuela es un rompecabezas y cada pieza una persona que se ha ido del país, tenemos que lograr armarlo. 

En Venezuela están mis amigos y ellos son mis afectos y mi refugio. Federico -mi esposo- es un sueco de nacimiento y ni él sabe cuando le cambiaron la sangre a venezolano, me llena el alma escucharlo cómo conoce cada carretera, río, pueblo, caserío desde Táriba a El Tigre, del Orinoco a Margarita. En Venezuela todavía creemos y Venezuela es mi mamá viva y no la abandono.  
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