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Visiones, almas y pieles

En sus piezas conviven lo crudo y lo desgarrador, la vida y la muerte, la ilusión y la desesperanza expresados de una forma fuerte, pero bella y armoniosa.

  • Diario El Universal

13/07/2019 08:59 pm

CAROLINA JAIMES BRANGER
ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL

Artista por derecho propio, rebelde por naturaleza, soñadora. No le gusta lo definitivo. Ha aprendido a ver, escuchar y a hablar con los materiales que usa. Una vez que la Sociología le permitió entender el Diseño Gráfico, se dedicó a él y se convirtió en una escultora con toda su fuerza. Cree en los ángeles, en la energía y en que todo tiene un alma, un aliento de vida. Siente que su relación con su padre, su marido y su hija –todos conocidos y exitosos- siempre ha sido de igual a igual. Diana Carvallo expresa en sus obras nuestros dolores, nuestras tragedias, nuestras fragilidades, pero también la esperanza del país que se niega a morir. ¡Y ahora es cuándo tiene camino que recorrer!


Vivimos a pedazos . FOTO CARMELA FENICE

-¿Cómo y cuándo empezaste a hacer obras de arte?
-El término “obra de arte” ha cambiado. Joseph Beuys habla del “concepto ampliado del arte”. Una descripción que hace Octavio Paz acerca de Duchamp y la obra de arte, dice que los objetos encontrados son objetos anónimos que el gesto del artista, por el solo hecho de escogerlos, los convierte en obra de arte. Como ves se han roto los conceptos tradicionales del arte. Y hoy cantamos como fieras, pescamos trozos de sueños antes de que se hundan en el lodo, nos rompemos con coraje, engrapamos nuestros pellejos, y, entonces, atreviéndonos a pedazos, nace un nuevo ser, como un acto de la voluntad, la “obra de arte”. 

Yo siempre hice trabajos con las manos. Solucionaba todo haciéndolo en vez de comprarlo. Estudié Diseño Gráfico y allí el problema era comunicar una idea o producto a un público determinado a través de la imagen. Es decir, había que crear soluciones originales y útiles que comunicaran y convencieran. Yo entendía que mi trabajo era convertirme en un puente entre dos grupos de personas. Yo solo ponía mi creatividad, mi imaginación y mi habilidad para lograr ese reto. Enseguida entendí que yo no podía comunicar con algo que yo no conocía, la sociedad en Venezuela era algo extraño y desconocido para mí. Me fui a estudiar Sociología en la UCAB, porque la UCV estaba cerrada. Me encantó la Sociología. La Antropología y hasta la Economía me resultaron apasionantes porque es el estudio del ser humano y su comportamiento. Pero yo soy visual, así que después de tres años me regresé al Instituto de Diseño ya cargada de información y experiencia.


A pedazos FOTO CARMELA FENICE

Pero siempre me gustó la escultura. Comencé a trabajar con la arcilla desde hace un montón de años. Hice piezas en todas partes donde podía conseguir arcilla. No las quemaba, así que las envolvía bien y las guardaba. Por ahí andan todavía. La arcilla me permitió una libertad y una tridimensionalidad, el volumen me fascinó y descubrí mi herramienta. Podía dejar que mi sentir, mis angustias, mis imágenes internas salieran solas, sin censuras, con mil dudas e incertidumbres, pero el resultado, la pieza, me daba una sensación de armonía conmigo y con lo que me rodeaba… quizás en ese momento era una obra única y particular. 

Después vino el otro, el que mira la pieza y se sorprende, o se conmueve, o no le importa. También quien me devuelve en palabras y análisis, una especie de examen quirúrgico de mí misma. Me encanta todo ese intercambio de visiones y de almas y pieles. Yo miro mucho y me conecto y me posee la angustia o la fragilidad a mi alrededor. Pero no tengo seguridades. No me gusta lo definitivo. Me gusta y reivindico el derecho a cambiar de opinión, de ver desde otro ángulo, desde otros ojos y otras almas. 


Diana Carvallo y una conmovedora pieza FOTO RICARDO JIMÉNEZ
-Tus obras son magníficamente crudas, realistas... ¿qué te inspira, qué te mueve, qué te conmueve? 
-Creo que me conmueve encontrar un alma en eso que veo. Puede ser una abstracción extrema pero que tenga alma, un aliento de vida que me contacte. Y claro, la figura humana es apasionante. Ves un músculo y sientes la vida. Así que a veces veo una foto, o un gesto en una persona, o un rasguño en un pedazo de madera o hierro, una tela envejecida por el uso, o un niño caminando agarrado a la mano de su papá y literalmente me quedo sin aliento por un segundo o más. Ese momento se me queda y me habla de sensaciones que ya tengo dentro y más tarde aparece en una pieza.

Soy muy rebelde. Así que la injusticia, la barbarie, la mezquindad, la maldad por sí misma me rebela y me mueve. Necesito gritar, pero no soy muy buena gritando (y cuando lo hago Jacobo y Ximena se asustan y luego se ríen) así que me voy y golpeo la arcilla con toda mi fuerza. Me irritan el conformismo, la apatía y me desgarro yo misma, pero como no soy masoquista, soluciono con el medio que me lo permite, que es la creación. Por eso uso materiales de todo tipo, como telas, metales, cuerdas o alambres, ladrillos, maderas, clavos, escritura o dibujo. Además, creo en todo. Creo en los ángeles, en la magia, en las energías, en el alma, en la belleza del ser humano, de una flor, de un insecto o de la Luna. Necesito y escojo creer en lo bueno. En mi exposición “Vivimos a Pedazos” intenté expresar un momento en que la vida funciona de esa manera, “pedaceada”, pero que se reconstruye y no permitimos ser rotos. Por eso amarré los corazones -para que no se nos terminen de romper- y sobre un montón de restos de maderas y hoja secas surge un rostro blanco como un renacer y la mano con seis dedos que sigue con vida. 

Puedo decir que en mis piezas intento que convivan lo crudo y lo desgarrador, la vida y la muerte, la ilusión y la desesperanza expresados en una forma fuerte, pero bella y armoniosa. Que reconcilien mi protesta y mi voluntad de que la belleza prevalezca y nos salve. 

 -¿Estar en el mundo del arte siendo la esposa de Jacobo Borges ha sido fácil o una dificultad?
-Ha sido fantástico. En verdad no he sentido ningún peso. No tengo idea si a otros les afecta o los preocupa. Yo disfruto inmensamente ver cuánta admiración y cariño siente la gente común hacia Jacobo. Él es la persona más transparente y auténtica que yo haya conocido. Tiene la capacidad de regalarse por completo en sus enseñanzas y en su manera de vivir intensamente. Jacobo no es competitivo. Nunca se ha sentido superior o mejor artista que nadie. Jamás dice que una obra es mala, o fea, o menor. Sorprendentemente, siempre encuentra un algo que especial que valoriza el trabajo. Por eso es un excelente maestro. A pesar del tiempo que hemos pasado juntos me sigue pareciendo conmovedor. Hemos sido socios, cómplices, apoyo, inspiración y amigos cada día. Yo he tenido el privilegio de “vivir en el mundo del arte” cada día, cada minuto. Y cada decisión y cada logro están dentro del mundo del arte.

-¿Cómo lograste ser reconocida como Diana Carvallo cuando tienes tantas personas famosas alrededor? ¿Cómo ser y a la vez dejar de ser la hija de Marcel, la esposa de Jacobo y la mamá de Ximena?
-Creo que soy muy terca y muy fuerte y muy rebelde. Tengo una visión muy mía de lo que me rodea y una vida interior intensa y muy llena de magia. Y he logrado que mi relación con cada uno de esos seres sea de igual a igual. Ellos han enriquecido mi vida y yo la de ellos.

Mi padre, Marcel, fue genial. Mi gran reto y mi gran impulsor. Un tipo con una personalidad gigante y una solidez de roca en sus convicciones. Él me decía que me había dado la vida y con ella la libertad, que era mi decisión cómo usar esa libertad. Hacer mi propio camino, poder discutir con él y seguir respetándonos y queriéndonos fue una lección de inteligencia y amor. Sentí su admiración tanto como yo lo admiré a él.

Ximena es la música en mi vida. Ha sido mi mayor realización. Verla crecer y acompañarla ha sido maravilloso porque era una aventura donde yo no llevaba el timón. Le tocó una vida bien loca porque viajábamos y nos la pasábamos de una exposición a otra. Ella hacía tareas en los museos o en el taller donde Jacobo y yo trabajábamos, o en los cafés donde nos reuníamos con amigos de cualquier parte del mundo. Ella habla cinco idiomas porque desde chiquita los oía a su alrededor. Actualmente su lugar preferido para encontrarnos es en un museo. Creo que ese entorno, tan rico e intenso, le dio un instinto y una capacidad para oír sus intuiciones y seguirlas. Para mi fue un tema de fe, de creer que ella encontraría los caminos que la llevarían donde ella quería, y yo sólo podía estar ahí cuando ella me necesitara, ni antes ni después, sólo estar ahí y confiar. Además de celebrarla. Ella es una fan de mis cosas, así como yo de las de ella. Cada canción o música que crea me emociona. Añoro la convivencia con Ximena, sus opiniones, su energía, su solidez, su amistad cada día y ahora ese regalo maravilloso de mi nieto, que es un fenómeno único, que ha completado mi vida. Estamos cada una viviendo, amando y creando, ¿qué más podemos pedir?...

Y vivir con Jacobo ha sido una aventura inmensa. Yo amaba la obra de Jacobo antes de conocerlo. Yo iba a sus exposiciones y me sentía maravillada y comunicada con lo que él expresaba. Sentía una comunión con su sensibilidad. Y en verdad somos muy diferentes en muchas cosas, pero yo siento que somos uno cuando vemos el mundo que nos rodea. Lo vemos hacia dentro o desde lo profundo. Nuestra sensibilidad es muy similar. Nuestras reacciones son parecidas pero distintas. En gran parte porque venimos de vidas diferentes. Pero me complementa. Cuando él ve un problema grave y se pone en guardia, yo sé que actúa como aprendió en la Plaza Pérez Bonalde, en Catia, y esa actitud alerta y feroz nos protege. Así que ha sido fantástico estar acompañada de un cómplice como él.

-Tu última exposición en el Centro Cultural Chacao ha sido muy bien recibida por la crítica y el público. ¿Qué viene ahora?
-Tengo muchas preguntas y pocas respuestas dentro de mí. Las migraciones me desgarran, no por mudarse de sitio, sino porque se van abandonando sus sueños que han sido aplastados, sistemáticamente destruidos, arrasados por la barbarie descomunal. La mujer, la madre, los niños con sus pieles sucias y dolidas o la calle por las que se arrastran tantos sueños. La naturaleza que sigue sus ciclos a pesar de nosotros. Todos esos son pedazos de vida, son una materia que se instala en mí, en mi inconsciente, y allí maduran, se transforman y me hacen quien soy. 

 Mi trabajo toma su camino cuando entro al taller, ordeno un poco y amaso la arcilla. Entonces mi corazón y mis manos se conectan y trabajando salen formas y volúmenes inesperados que me conmueven, que me hablan. En ese momento sé que no puedo parar. Así que estoy abierta, a la expectativa, no se hacia dónde irá mi trabajo, me sorprenderá y lo dejaré crecer hasta que sienta que existe solo, que tiene vida propia.

-¿Qué significa Venezuela para Diana Carvallo?
-Te cuento que, en este momento, a esta edad, siento que soy parte de este espacio del planeta, no porque lo dice un papel (yo nací en Amuay, en una refinería de petróleo). He vivido y trabajado intensamente en diferentes ciudades y países, tengo amigos maravillosos regados por todas partes, pero siempre me he sentido conectada y conmovida por lo especial y único de este país. Y en estos tiempos desgarradores ese carácter se está expresando con ferocidad y pasión, con incansable rebeldía. 

Nuestro carácter, nuestra manera de ver la vida, de relacionarnos, de querernos o pelearnos, es particular. Quizás sea la suma de una historia de locos batalladores indomables, una mezcla de razas fantástica donde los colores o creencias no han sido paredes sino ventanas. Y esta naturaleza brutal, exuberante, sorpresiva, maravillosa. Siento que toda esta amalgama ha dado la fuerza para que se diera este histórico momento en el que estamos envueltos y del que todos somos actores y víctimas, activistas solidarios, marchantes y guerreros de las calles, todos nos batimos por mantenernos seguros de que vamos a vencer a la oscuridad. ¡Que la Fuerza está con nosotros! Me gusta pertenecer a aquí y crear desde aquí.
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