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Arte, técnica y emoción

La música forma parte de la vida de Diana Arismendi quien desde muy niña se la tomó muy en serio. Es una de las compositoras latinoamericanas más respetadas por su trabajo de vanguardia

  • Diario El Universal

08/06/2019 03:34 pm

Alumna y amiga del Maestro Inocente Carreño, muy cercana al Maestro José Antonio Abreu, quien le prestaba su clavecín, esposa y compañera de labores del Maestro Alfredo Rugeles, es intérprete y compositora. Directora de Cultura de la Universidad Simón Bolívar y del Festival de Música Latinoamericana, Diana es una incansable promotora de la cultura en nuestro país. Las aves de Caracas inspiran muchas de sus obras, ve el futuro de la música en Venezuela lleno de potencialidades y se queda aquí por decisión propia.

El maestro Alfredo Rugeles, la compositora Diana Arismendi y el maestro Inocente Carreño FOTO CORTESÍA

-Háblame de tus inicios como músico y qué te llevó a la composición.
-Fui a la escuela de música de la mano de mi mamá, quien deseó siempre un hijo músico. Soy la menor de cuatro hermanos, a varios le preguntaron si querían estudiar música y nadie demostró interés. Yo dije que sí a la primera, siempre me lo tomé en serio, desde siempre quise ser músico. Ni crisis de adolescencia, ni temores de adulto joven por aquello de “te vas a morir de hambre”. Estudié muchos años de piano, la composición vino naturalmente. Entré a los 15 años a la clase de Armonía de Inocente Carreño y un par de semanas después le llevé mis primeras composiciones. Me decía que tenía que “corregir” la armonía, pero mi oído era naturalmente atonal, no había armonía que arreglar, se trataba de buscar un lenguaje y eso tomaría tiempo. De esa época nació mi vocación de creadora y una amistad de cuarenta años con el Maestro Carreño.

-En el mundo de la música académica existe la tendencia a tocar -en lo general- a los maestros del pasado. ¿Cómo se logra romper ese paradigma?
-Indudablemente es así a nivel mundial: el público quiere oír lo que conoce de tradición, ¡ojo, muy buena música! Y los intérpretes aman los clásicos, pero hay que tener (y desarrollar) el espíritu de riesgo, la apertura a acercarse a lo novedoso. En Europa es más fácil que en América: la gran tradición cultural así se alienta. Eso se enseña a los músicos y en los centros de formación e instituciones musicales nos toca formar al público, invitarlo a acercarse a lo nuevo, ayudarlo a disfrutarlo. Alfredo (mi esposo) y yo lo hacemos hace muchos años a través del Festival Latinoamericano de Música, pero eso no es suficiente. Se requieren de programas constantes de difusión y formación. Ahora mismo estoy preparando unos conciertos-conferencia con música de Francia y Venezuela del siglo XX que presentaremos en la Semana de Francia, vamos a ir a colegios y universidades a abrir oídos, a invitar a los jóvenes a pasar a ese “más allá” riquísimo de la música de nuestros días…


Lo latinoamericano está presente a la hora de componer

- ¿Dentro de qué estilo definirías tu estilo de composición?
-Hago música académica, de nuestros días, latinoamericana, lírica sustentada en un lenguaje de atonalidad libre y, sobretodo, que espera mover emocionalmente al oyente. Para mí el arte es emoción, la técnica es el medio, la emoción el fin. Es igualmente válido para mí como creadora que como espectadora…

-¿Qué le ha dado Diana Arismendi a El Sistema y qué le ha dado El Sistema a Diana Arismendi?
-Una relación profesional maravillosa a lo largo de mi vida. Si bien no soy “formalmente” parte de El Sistema pues no tengo hace muchos, muchos años filiación laboral, he desarrollado muchos proyectos dentro de y con El Sistema. Desde los 17 años cuando hacía música de cámara y el Maestro Abreu me prestaba su clavecín para que tocara Bach y Vivaldi. Espero seguir haciéndolos. La Orquesta Simón Bolívar ha sido mi aliada por años, han estrenado infinidad de obras mías bajo la batuta de Alfredo. Allí estaban mis amigos de juventud, los fundadores, amigos de siempre.



-Tú y tu marido, el Maestro Alfredo Rugeles, han logrado una maravillosa simbiosis. ¿Cómo se las arreglaron para lograr ese apoyo mutuo con admiración?
-Buena pregunta, primero fuimos amigos, colegas del gremio como tantos. Luego Alfredo me invitó a colaborar con él en el Festival Latinoamericano de Música en 1996 y conseguí allí un espacio ideal para desarrollar uno de mis intereses: soy una latinoamericanista apasionada. Después de trabajar años, lo otro vino solo… Tenemos una relación de amor, admiración y respeto mutuo, muchos intereses y valores en común, así que ha sido una “simbiosis”, como tu dices, vital, que ha crecido y se ha transformado en el tiempo y que nos ha ayudado a sobrellevar estos tiempos de crisis en el país que nacimos y en el que vivimos por decisión propia.


-¿Cómo ves el futuro de la música en Venezuela?
-Como todo en el futuro del país: plena de potencialidades, con mucho por hacer.

Hay que continuar trabajando en la línea de ofrecer formación musical gratis a los niños de escasos recursos, insistir en la condición liberadora de la música. Debemos recuperar los niveles de la formación musical que habíamos alcanzado y reforzar las estructuras educativas, hoy parcialmente desmanteladas. 

Tenemos mucho por corregir, la música clásica no puede seguir siendo “regalada”, el público tiene que entender lo que vale, lo que cuesta hacer música y valorar a sus artistas. Lo otro que hay que corregir enseguida ¡ya!, cuando comencemos a reconstruir, es el valor de la creación, el valor de los compositores. Hay que destinar recursos para el proceso creativo, incentivos y reconocimientos económicos para los compositores, en eso se ha sido muy mezquino cuando sobraba el dinero en el país. La música que nos han dejado, la que hacemos y la que está por escribirse es el acervo cultural del país. Yo me voy a dedicar a hacérselo entender a quien sea necesario. Cambio de tiempos, cambio de paradigma.



¿Qué significa Venezuela para Diana Arismendi?  
-En ella y por ella he trabajado toda mi vida adulta y aquí sigo, lista para reconstruir un país mejor para nuestros hijos. Venezuela es el futuro que quiero recuperar: un país donde reine la civilidad en gran parte hoy perdida. ¡Espero que hayamos aprendido la lección, aunque cuando uno ve cómo maneja el caraqueño parece que no.

Venezuela es mi casa. El Ávila son las paredes donde pongo mis mejores cuadros; el cielo, el techo mejor iluminado del mundo. Caracas es la ciudad que más amo en el mundo; es mi paisaje sonoro, sus pájaros son inspiración continua para mi música. 

  
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