En la segunda noche del Presidente de los Estados Unidos en Londres, le correspondió, junto a su esposa, ser los anfitriones de una cena, en retribución a la ofrecida por la reina Isabel II de Inglaterra. El escenario fue la Embajada americana en Londres.
En esta oportunidad Donald Trump usó un smoking y Melania un traje rojo firmado por Givenchy, una vez más la primera dama volvió a brillar por su elección.
La primera dama de EE.UU, Suzanne Ircha, esposa del embajador de EE.UU; y Camilla, duquesa de Cornawall
El príncipe Carlos, heredero al trono asistió a esta recepción en representación de su madre y llegó acompañado Camilla, duquesa de Cornwall, quien eligió nuevamente el blanco para su traje largo, realizado en organza con aplicaciones de flores menudas. El brillo estuvo en el collar de diamantes a juego con los zarcillos.
Su hija, Ivanka Trump también estuvo de blanco, pero con un modelo más llamativo, de un solo hombro y una lazada que adornó con un broche de brillantes.
En cuanto al menú, el chef de Winfield House se inspiró en sabores europeos que acompañó con vinos de Estados Unidos, provenientes de una bodega californiana que ha abastecido a la Casa Blanca durante décadas.
Melania Trump y Philip May FOTOS AFP
Se brindó con Iron Horse Chardonnay, un vino de 30 dólares, y Pinot Noir, considerado un vino en ascenso que se convertirá en la estrella de la bodega. Las copas de los invitados también se llenaron con espumante Brut Reserve de 2005.
En cuanto al menú se abrió con ensalada de tomates y burrata, queso suave de Italia y continuó con el tradicional filete de ternera, acompañado de Pommes Anna, originarios de Francia, y un puré de berros, célery y zanahorias Chantenay.
Para el postre se degustaron bayas de verano y helado de vainilla, rematado con una teja de azúcar moscabada.
Los centros de mesas estuvieron formados por ramos redondos de rosas color crema, la cubertería era dorada, la vajilla seleccionada llevaba ribetes del mismo tono y se colocaron sobre manteles con dibujos de flores y pájaros. En cada mesa destacaban un par de candelabros también en oro que hacían juego con las sillas del mismo tono metálico.
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