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Alumno y admirador de sus maestros

Kevin se mueve como pez en el agua en el mundo de la dirección orquestal. Otro descollante joven que egresa de las filas de El Sistema, nos habla de sus agradecimientos, sus proyectos y sus sueños.

  • Diario El Universal

13/04/2019 07:02 pm

CAROLINA JAIMES BRANGER
ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
Un joven alto, delgado y distinguido hace su entrada al auditorio Simón Bolívar del Centro de Acción Social por la Música en Quebrada Honda. Saluda con cortesía y se monta en el podio. Su presencia impone. No ha empezado a dirigir y ya ha conquistado al público. Kevin Daniel Rodríguez Da Silva dirige con elegancia, energía y un estilo personalísimo. Al final, los aplausos se convierten en ovación. Estoy segura de que lo veremos en los grandes escenarios del mundo, pues tiene los ingredientes para triunfar: talento y disciplina, trabajo y humildad. 

-¿Cuándo y cómo comenzó tu sueño de ser músico?
-Desde mis 3 años tuve la necesidad de incursionar en la música, y el primer instrumento por el que sentí afinidad fue el violín. En el colegio donde me eduqué pude dar mis primeros pasos: práctica coral y banda marcial. A los 8 años el llamado a la música académica continuó e ingresé a El Sistema en el núcleo Pro-Patria, que quedaba cerca de casa. Fue entonces cuando escuché por primera vez una orquesta en vivo, recuerdo sentarme luego de mis ensayos de coro o lenguaje (actividades necesarias y obligatorias para todo nuevo integrante) a observar como la orquesta ensayaba un repertorio que con los años se hizo muy familiar: la Marcha Eslava y la Suite del Cascanueces de Tchaikovsky (una bella selección del ballet que hasta el día de hoy sigo apreciando profundamente) y la Quinta Sinfonía de Beethoven. Al consolidar la nueva generación de integrantes del núcleo conformamos la Orquesta Infantil, donde tuve la responsabilidad de ser concertino. Quizás estos primeros matices de pequeños compromisos fueron los que me llevaron a ir sembrando la semilla que posteriormente me llevaría a querer formarme como director. En aquellas sencillas pero hermosas (energéticamente hablando) instalaciones, en conjunto a excelentes músicos que por fortuna pude tener en mi formación, fueron el inicio formal y definitivo de mi incursión en la vida musical académica venezolana. Kelvin Aponte fue mi primer profesor de violín, hoy en día concertino de la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, y como gran cuerdista es alguien a quien siempre agradeceré todas las atenciones pedagógicas, musicales y emocionales que tuvo conmigo. El carácter es algo complejo de forjar, mucho más en el espíritu de un artista (cosa con la que creo lidiaremos siempre). Igual de agradecido estoy con mis profesores del área vocal, Andrés Ramírez, Margot Parés Reyna y Maybel Troya, quienes formaron a nuestros grupos para los grandes montajes de la Segunda Sinfonía de Gustav Mahler bajo la batuta de Simon Rattle, El Mesías de G.F. Haendel con César Iván Lara, o los coros infantiles de la ópera Carmen de George Bizet.

Posteriormente hice mis prácticas en otros núcleos de nuestra ciudad capital, continué con mis clases particulares para formarme como intérprete e ingresé a la Universidad Simón Bolívar donde pude decidir mi camino y entender que mi pasión y necesidad vital era la música. Esta importante definición ocurrió dentro de los atriles de la Orquesta de Cámara USB (OCUSB), agrupación de la que hoy en día tengo la responsabilidad de ser Director Musical. 


-¿Y el comienzo de tus estudios para ser director cómo fue?
-En la OCUSB di mis primeros pasos con el maestro Pablo Morales Daal, quien era su director para aquel entonces. Posteriormente ingresé al Programa de Formación de El Sistema, donde conté con el privilegio de ver clases con el maestro Gregory Carreño quién, además de dedicarse a nosotros en el salón, me abrió las puertas de la Orquesta Sinfónica del Estado Miranda y supervisó de cerca el trabajo que ahí realizábamos. Estas fueron mis primeras prácticas asesoradas, y las atesoro profundamente. Luego ingresé a la Universidad Nacional Experimental de las Artes (UNEARTE) y recibí clases con los maestros Rodolfo Saglimbeni, Alfredo Rugeles y mi gran mentor el maestro Carlos Sala Ballester. Aquí hay mucho que agradecer. Saglimbeni abrió las puertas de los ensayos de la Orquesta Municipal de Caracas, lugar santo para entender cómo llevar un excelente ensayo bajo condiciones profesionales. Igualmente mi participación como maestro interno en la ópera La Traviata de G. Verdi, bajo la dirección de escena de Isabel Palacios, me dio un primer contacto directo con el mundo operístico de nuestra que en aquel entonces todavía estaba muy vivo, además de conocer y trabajar esas figuras líricas que hoy en día están dejando en alto el nombre de nuestro país nacional e internacionalmente. El maestro Rugeles, por su parte, me abrió las puertas como participante a la cátedra del convenio UNEARTE – CMSB, donde pude vivir y experimentar su acercamiento al arte de la dirección orquestal e incluso realizar contacto supervisado con la Orquesta Sinfónica Juvenil del CMSB. Hoy en día el maestro Rugeles representa para mí una fuente sabia de consejo, respeto, motivación y profunda admiración.

Es Carlos Sala Ballester a quien debo mucho dentro de mi formación. Egresado con honores del Conservatorio Tchaikovsky en Moscú, el maestro Sala trajo a Venezuela todos los conocimientos que la escuela rusa ha ofrecido al mundo durante décadas. La práctica en aula llevada por el maestro nos llevó a entender las particularidades de cada uno de los integrantes de la cátedra, y el desarrollo de la crítica colectiva nos abrió la mente hacia entender el gesto como un consecuente del proceso auditivo musical. Sala, al igual que Rugeles, nos motiva día a día a respetar y dar la importancia debida a la escuela de compositores nacidos en nuestra tierra y a quienes tenemos el deber de promover y entender. Nunca dejaré de ser alumno y admirador de mis maestros. 

Es importante resaltar que a lo largo de todo este proceso, El Sistema me abrió las puertas a un elemento trascendental en la formación de cualquier músico: la actividad práctica. Muchos países no dan las oportunidades a los directores en formación de tener contacto con orquestas de distintos niveles. El gesto, la metodología de ensayo, el acercamiento y comprensión de la ejecución de los distintos instrumentos que conforman la familia orquestal, así como la exposición del trabajo al público requieren de años, toda una vida, para ser digeridos, llevados con excelencia y desarrollados bajo una propuesta auténtica. 


-Ahora te gradúas de director. Muchos años de estudio que han dado el fruto esperado: tienes un estilo único, elegante, impecable, tres ingredientes indispensables para un buen director. ¿Cuáles son tus planes ahora?
-A partir de ahora, producto de mi licenciatura, los planes se expanden y la responsabilidad es mayor ante nuestro país y el mundo. Creo profundamente que la formación académica es indispensable para generar espacios donde el intercambio sea sano, productivo y dirigido a un resultado musical óptimo y bien estructurado, por lo que mi siguiente paso será cursar una Maestría en Dirección Orquestal. La Universidad Simón Bolívar está siendo una de mis principales opciones.

En cuanto a El Sistema, estoy realizando labor formadora con las Orquestas Regionales que hacen vida en nuestro país, ellas son el semillero de todos esos artistas que harán vida en las agrupaciones profesionales nacionales e internacionales. La profundización y montaje de nuevos repertorios, junto a ellos, seguirá siendo mi trabajo.

La OCUSB, por su parte, representa uno de mis proyectos personales pilotos. Ella es producto de la integración de dos instituciones de naturaleza muy distinta: UNEARTE y USB. La apertura del espacio universitario (que tiene a la investigación como elemento innegable) a este tipo de estructuras, permite generar una institución musical que amplía el abanico de posibilidades dentro del país y arroja sus intereses a repertorios diferentes. Venezuela necesita orquestas especializadas en el repertorio nacional, en el estreno de obras contemporáneas, en la comprensión profunda de las distintas escuelas surgidas en este lado del globo y sobre todo en la apertura de espacios para nuevos solistas y compositores. La OCUSB es un lugar experimental donde el manejo de la institución es familiar y colectivo, la selección de repertorios y cronogramas se toma en conjunto, el concepto de audiciones se reconstruyó en función de los planteamientos que el paradigma postmoderno ha dejado a nuestras sociedades y la búsqueda de nuevos espacios donde abrir momentos culturales ha sido un hecho. Ante la compleja situación país, ha sido duro el adquirir ciertos bienes materiales necesarios para su funcionamiento, pero nuestras casas de estudio han brindado todo cuanto ha sido posible para ampliar nuestras filas. En mayo del 2018 recibí una orquesta con 8 miembros y a estas alturas sumamos 64, pasando de la categoría de “cámara” a “sinfónica”, realizando hasta la actual fecha más de 10 presentaciones que incluyen diversos escenarios: Sala de Conciertos UNEARTE, Galería de Arte USB, Asociación Cultural Humboldt, Hacienda La Trinidad, Sala de Teatro USB, entre otros. En cuanto al repertorio, hemos abordado obras de distintos géneros y abierto nuestro espacio a la promoción de la canción artística venezolana y el estreno de obras como “Septeto” de Violeta Lárez, gran pedagoga musical de nuestro país y recién descubierta compositora de estéticas vanguardistas. 

Tenemos a la puerta nuevos compromisos con esta familia, mi concierto de grado entre ellos. Importante señalar dentro de su contenido el estreno mundial de la pieza “Cuando mi hora sea llegada” del respetable compositor y teórico venezolano Miguel Astor, con la participación como solista de mi profundamente querida Joselín Ledezma (quién ha sido un pilar en mi formación). Sumado a esto, pretendemos rescatar el olvidado poema sinfónico “Genocidio” de Modesta Bor, y agregar al repertorio dos obras solistas de gran envergadura en la literatura musical: “Allegro appassionato” de Camile Saint-Saens para violoncello y orquesta, de la mano de la joven promesa Karen Ramírez; y el aria “Gelido in ogni vena” de la ópera “Il Farnace” de Antonio Vivaldi, con la hermosa voz del contratenor Manuel Labrador. Es importante mencionar que el estreno de la obra de Astor es producto de la elaboración de mi trabajo de grado, una propuesta interpretativa que pretende ser resultado de la aplicación de planteamientos propios de los músicos teóricos Hugo López Chirico (método de la cuadratura) y Miguel Astor (análisis fenomenológico). Esta línea de investigación será uno de los caminos que debo continuar y profundizar, para poder ofrecer nuevas rutas desde la academia. Posterior a este compromiso pautado, la OCUSB ha añadido a su cronograma 4 nuevas responsabilidades: el homenaje al maestro Marek Gajzler y el concierto de solistas UNEARTE, ambos eventos en la Sala Ana Julia Rojas; la 4ta edición del montaje “La Música y El Cine”, en la Casa de La Cultura de El Hatillo; y el conjunto de recitales denominados “Paisajes Sonoros”, donde visitaremos diversos escenarios de nuestra capital y abordaremos música de distintos períodos históricos (incluyendo estrenos mundiales) y de los 5 continentes. La selección de este repertorio ha sido un gran reto para nuestra familia artística. 

Hacer crecer a esta orquesta, dentro de una Venezuela que atraviesa duros momentos históricos que espero pronto superemos, ha sido todo un reto que hemos llevado con calma, prudencia, esperanza y amor. Nuestras metas son poder realizar giras nacionales que generen encuentros con otras casas de estudios y buscar plantearnos giras a territorios fuera de nuestras fronteras. Este proyecto requiere conseguir la suma de grandes aportes y donativos a nuestra causa, por lo que estamos diseñando una campaña de recolección y solidificación de nuestras distintas estructuras. Tenemos lo más importante: el amor a lo que hacemos, la energía para construir y la esperanza puesta en nuestro futuro. 

Paralelo a estos elementos, he sido invitado por el ensamble de música antigua “A Priori”, dirigido por mi querido amigo, compositor, tecladista y flautista Abraham Urdaneta, a realizar un hermoso y bien pensado recital con contratenores, entre los que contaremos con: Manuel Labrador, Argenis Salcedo y Luis Jaspe. Presentaremos al público, bajo una fina puesta en escena, repertorio que incluye obras de Antonio Vivaldi, Claudio Monteverdi, George Frederick Haendel, Domenico Scarlatti, Orazio Vecchi, Girolamo Frescobaldi, Francesco Cavalli y Nicola Porpora. Este es mi primer acercamiento formal al género, bajo los respetables criterios de la reconstrucción histórica, y representa un nuevo momento que me exige ampliar mis nociones de interpretación y profundizar en el océano de la música barroca. La ornamentación propia de estos lenguajes es equiparable a la cantidad de detalles que el montaje está involucrando, en donde la danza y poesía sumarán al resultado final. Estoy seguro el público venezolano abrirá sus sentidos y gustos para dar un importante espacio en los escenarios a todos los contratenores que hacen vida en nuestro país. 

Es igual de importante resaltar que gracias a las redes sociales, y la gran energía que el movimiento musical internacional está imprimiendo, muchos compositores de otras localidades me han compartido sus trabajos para ser interpretados en nuestros escenarios. Hay mucho por escuchar, estudiar y mostrar a nuestro mundo. Ahora es que queda camino por seguir. 


-Perteneces a El Sistema, a mi modo de ver, el mejor proyecto de desarrollo e inclusión social en Venezuela. ¿Qué tiene Kevin de El Sistema y qué le aporta Kevin a El Sistema?
-Kevin Rodríguez aprendió algo sumamente importante de El Sistema: el vacío es la más grande posibilidad. Venezuela no esperaba contar con la red de orquestas más grande del mundo, y el Maestro José Antonio Abreu nos enseñó que en la música puede ser llevada a cualquier rincón. Donde nadie nunca pensó que habría una orquesta, ahí hoy en día funciona un módulo o un núcleo de El Sistema. Venezuela contaba en su pasado con importantes orquestas que hacían vida en su territorio, pero es innegable que El Sistema multiplicó la cantidad de músicos académicos, orquestas, coros y otro tipo de agrupaciones musicales que hoy en día ofrecen miles de eventos al año, nacional e internacionalmente. Creo profundamente en la posibilidad de creación, en entender que las adversidades deben ser superadas, y en respetar el valor que para mí definió al Maestro José Antonio Abreu: la perseverancia. A El Sistema le agradezco la oportunidad que me dio para iniciarme en el mundo académico, si bien Venezuela contaba con conservatorios y escuelas de música, en mi caso fue el núcleo Pro-Patria el espacio donde pude dar mis primeros pasos.

Lo primero que Kevin tiene que ofrecer a El Sistema es agradecimiento ante tantas oportunidades que ha recibido, y creo que es momento de entender que cualquier institución pública de nuestro país pasa por duros momentos motivado a la terrible crisis política y económica que vivimos. Mi principal forma de aporte es seguir trabajando bajo las precarias condiciones en las que vivimos y entender que los espacios que hemos ganado no podemos perderlos. No critico a aquellos que se han ido, los entiendo y respeto profundamente. Es mucho lo que manejamos los directores en un ensayo: los distintos criterios que cada uno de nuestros respetables músicos tiene por aportar, el estrés cotidiano que todo venezolano vive o las precarias condiciones sociales en las que nos estamos desenvolviendo; pero algo que mi profesión me ha enseñado es que el diálogo ha sido el motor de la comprensión, y el ensayo un momento de unión donde todos esos elementos se transforman en una cosa: música. Ver como los distintos conceptos hacen vida en un espacio y se permiten discernir sobre sus puntos de no concordancia es para mí un momento de crecimiento y evolución. Es imposible creer que todas las metodologías que hemos aprendido son perfectas, así que debemos ser autocríticos a nuestras escuelas y aplicar las herramientas que obtengan el mejor resultado. 

Grandes momentos de mi formación han ocurrido en otras instituciones no tan relacionadas con El Sistema. Creo que en el encuentro, en la convivencia, en el intercambio, es donde se permite y hace real que las distintas agrupaciones que hacen vida en nuestro país puedan coexistir; así que otra forma de aportar a esta gran casa es generando espacios de reciprocidad con todos aquellos que han sumado a Venezuela. La misión siempre será la misma: propagar nuestra música a cada rincón posible. Mientras todos apuntemos a ese objetivo, creo que cada cosa estará en su lugar. Este punto de equilibrio hay que saberlo encontrar y cuidar. 


-Tu internacionalización la veo como un hecho. ¿Cómo piensas manejar la fama?  
-Primeramente, gracias por visualizar eso como un hecho, es para mí un halago. La fama, esa proyección tan compleja que algunos artistas adquieren, es una enorme responsabilidad para aquel que entienda que ser reconocido es también ser imagen de un país, de sus maestros, de sus alumnos y de todo su entorno. Más que ser homenajeado por nombre o rostro, quisiera ser reconocido por mi trabajo y su producto a nuestra cultura. Esta responsabilidad lleva con sí la necesidad de realizar propuestas interpretativas sólidas y bien estudiadas de cada una de las obras que en el atril se postren para ser llevadas al público, sumado a un profundo sentido de respeto hacia cada una de las partes involucradas en el diálogo creativo que el director pone en práctica: el trabajo del compositor, el intercambio con la orquesta y el encuentro con el público receptor. Cada uno de estos elementos es vital y nosotros los directores debemos comprenderlo con profundidad. La selección de obras, estrategias de ensayo, incluso las declaraciones, son trascendentales para la meta que nos planteamos.

La música es el alimento del alma decía el Maestro José Antonio Abreu, eso es indicar mucho. Nuestras palabras deben ser coherentes con nuestras prácticas y nuestro rol en el proceso creativo es trascendental para buscar la mejora de esta sociedad, donde los valores están sufriendo un gran momento de decadencia. Mantener viva la música académica representa más que la disciplina de ensayo, el estudio inexhausto o la cohesión de las partes. Mantener viva la música es una herramienta que permite enriquecer la cultura universal, generar diálogos entre las distintas partes que en el mundo hacen vida; mantener viva la música es amar. Más que fama, respeto profundamente a la responsabilidad que como músicos tenemos ante nuestro entorno. 

Hoy en día, tras servir como formador (mientras, paralelamente sigo siendo formado), me encuentro con aquellos más jóvenes que desde mis primeros días como docente y director tuve. Ellos fueron testigos presenciales de mis aciertos y mis desaciertos, de mi energía, de mi discurso, de mis proyectos y horizontes. A ellos soy ejemplo para lo acertado y lo desacertado. Ser figura pública es más de lo que se piensa, nos exige pensar cada paso e incluso ordenar cada pensamiento. 

No quisiera cerrar esta sección sin reiterar aquel llamado que siento necesario en mi vida: realzar y mostrar al mundo todo lo hermoso, profundo y maravilloso que nuestra tierra ha dejado para los hemisferios musicales. Los alemanes son expertos en Beethoven, los franceses en Debussy y Ravel, los británicos en Britten, los brasileros en Villalobos. Los venezolanos debemos ser expertos en Carreño, Estévez, Bor, Castellanos-Yumar, Plaza, Sojo, Rugeles, Arismendi, Ruiz y en cuanto compositor nacido en nuestra tierra se consagre. Más que una meta, el promover nuestra música desde mi trabajo se ha convertido en un deber.   


-¿Qué directores te inspiran?
-En nuestro primer diálogo en la radio recuerdo decirte: “estas preguntas siempre son difíciles de contestar”. Considero que es así porque a lo largo de los años son muchos los nombres que influyen en mi trabajo, en mi pensar y en mi estudio. Observar las clases magistrales y ensayos que en internet están colgados de Celibidache, quien tuvo gran contacto con el movimiento musical generado por el maestro de maestros Vicente Emilio Sojo, fue motivo de gran motivación y aprendizaje en mis inicios como director. Su complejo carácter, sus grandes ideas musicales, su simplicidad y gran energía de gesto me marcaron desde siempre. Ahora, debo confesar que comprender a un director y admirarlo es una experiencia que mejor se digiere en vivo, por lo que el contacto que, en el atril o el público, tuve desde pequeño con Simon Rattle o Claudio Abbado marcaron mi camino. De ellos comencé a entender la importante conexión que el director debe tener con sus músicos, y más adelante con el público. El abstracto concepto de energía se podía percibir con claridad en cada uno de sus movimientos y el resultado consecuente en aquellos que tras una partitura mirábamos con asombro.

Al iniciar mi formación como director la cantidad de conciertos a la que asistí se multiplicó exponencialmente, y de estas experiencias debo dar fe al agradecimiento y admiración que siempre sentí por Alfredo Rugeles. La precisión, sobriedad y finura de sus manos me abrieron la mente a comprender la música como un fenómeno profundo de entender y respetar. Bien mencioné con anterioridad mi profundo respeto a los ensayos de Rodolfo Saglimbeni, donde los comentarios históricos iban acompañados de una estructuración impecable producto del gran conocimiento que tenía sobre la realidad de sus músicos. Entender a tus músicos, entender a tu orquesta, es entender en dónde estás y a dónde quieres llegar. 

Es con Carlos Sala Ballester la figura que me permitió ver el aula de clases como el momento de todo inicia desde lo individual y aquellos que tienes por decir. Su capacidad increíble de entender el pensamiento del otro a través de las manos, y por ende de corregir aquello que hay que corregir, han merecido hasta el día de hoy el más grande mis respetos. Con Sala Ballester nos acercamos a la escuela de Ilya Musin y sus egresados más destacados. Gracias a este contacto admiro y he entendido un elemento trascendental: el gesto de cada director es único, no es prediseñado. Este ha sido, quizás, el más grande de los aprendizajes que produjo esta profunda admiración. 


-Tus consejos para un niño o joven que se inicia en la música.
-Vivimos, aún, en una cultura donde se piensa que las artes son actividades secundarias o complementarias. Habrá personas en las que esto es aplicable y otras en las que no, cada camino es peculiar y particular. Si tienes la necesidad o ya te iniciaste en la música vive tu momento, explora todo lo que este hermoso mundo tiene para dejarte y permítete permear por la gama de valores y conocimiento que su práctica nos deja. La música es el lenguaje universal, vale la pena aprenderlo a hablar. 

-¿Qué significa Venezuela para Kevin?
-Venezuela es mi hogar, el país que me dio vida, me vio crecer y me ha permitido vivir todas las experiencias que hoy en día me han forjado como artista y ser humano. Venezuela es innegable para mí, es sentimiento, es trabajo, es dolor y es amor. Venezuela es mi motor, es mi ventana a buscar el cambio, es mi manera de entender al mundo. Venezuela es la tierra donde han nacido grandes cosas, la tierra que recibió a mi familia y les dio cobijo tras emigrar por la guerra. Venezuela es espejo de lo que amamos y lo que debemos de cambiar. Venezuela es posibilidad, es anhelo de libertad, es esperanza, es aprendizaje. Venezuela es un regalo que debemos cuidar, y para el que espero y trabajo por los cambios necesarios para todos.

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