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Esa fuerza que viene de adentro

Luisacristina Mayorca Valery perdonó y cambió su profesión por el oficio que desempeñaba su mamá, la chocolatería.

  • Diario El Universal

02/03/2019 07:05 pm

CAROLINA JAIMES BRANGER
Especial para El Universal

Luego de que sus padres fueran asesinados para robarles el carro, esta joven abogada aprendió que la vida, así como trae, se lleva. Sacó fuerzas de su dolor, perdonó y cambió su profesión por el oficio que desempeñaba su mamá: la chocolatería. Su marca, @Luisitabonbon se abre paso entre los mejores bombones venezolanos. Una mujer de una dulzura –heredada de su madre- y una fortaleza –heredada de su padre- que cautivan, habla con esperanza sobre el futuro. Aprendió a agradecer las cosas buenas de la vida y a disfrutarlas. Le gustaría que el amor fuera la fuerza que lo mueva todo y actúa en consecuencia. Hoy frente a su emprendimiento chocolatero, superó el pasado, conquistó el presente y sueña con un futuro mejor.

-Te tocó vivir el mayor de los reveses cuando tus padres fueron asesinados en un atraco... ¿Cómo les explicaste a tus hijos, aún muy jóvenes, lo que les había sucedido?
-Cuando aquello sucedió, mis hijos varones eran unos adolescentes de 14 y 15 años y la pequeña tenía 10. Creo que es la primera vez que me hacen esta pregunta y no logro recordar que haya sido yo quien les dio la noticia. Supongo que alguien de la familia me apoyó en eso, porque estuvimos todos juntos en el velorio y en el entierro. Esa parte fue muy dura porque mis padres amaban a sus nietos y propiciaban, cuidaban y disfrutaban mucho los momentos de encuentros familiares. Por ejemplo, cuando los varones eran pequeños, papá les hacía unas espadas con las hojas secas que caían de las palmeras de su casa y ellos quedaban fascinados. A mamá le encantaba compartir su mundo chocolatero con sus nietas desde que estaban en edad preescolar y nos quedaron hermosos dibujos, relatos y recuerdos de eso. Cerca de su casa mis padres tenían un parque muy grande donde a veces iban a pasear y a explorar con todos sus nietos, ellos solos, sin nosotros sus hijos. Nunca olvidaré cuando una vez papá llegó con un ramo de flores para Isa mi hija a una de sus piñatas. Estaba chiquita y eso fue un detalle muy dulce. Cuando sufrimos el gran golpe, supongo que yo quedé como en shock durante semanas porque hay ciertos detalles que no recuerdo bien o que me vienen a la mente como fotografías. Mi hijo mayor siempre ha sido el más sensible de todos y recuerdo que una tarde me preguntó qué me pasaba porque me veía triste, le dije que extrañaba a sus abuelos y rompimos a llorar los dos juntos. Fue un momento muy duro, nos abrazamos fuerte y en un momento dado me dijo que los extrañaba mucho. Me rompió el alma. Ante ellos mi argumento siempre fue que habíamos sido muy afortunados de haber tenido a dos personas tan maravillosas en nuestras vidas y que si Dios había decidido llevárselos teníamos que desearles paz y buen descanso donde estuvieran. Para todos fue muy fuerte despedirlos a los dos juntos, pero frente a mis hijos nunca faltó el argumento de que sus abuelos se seguían amando y acompañando en el más allá. Como dato curioso, en mayo de ese mismo año en que se marcharon, Isabel la menor hizo su Primera Comunión y le hicimos un pequeño desayuno familiar en casa de mis padres. En su oportunidad, el de sus hermanos había sido en nuestra casa. Ella siempre guardará ese lindo recuerdo.

-¿Cómo fue tu proceso interno después de eso? Me consta que saliste adelante y admiro tu fuerza interior.
-Me quedó un inmenso vacío. La casa de mis padres siempre fue ese sitio donde podía aparecer cuando quisiera, sin tener que anunciarme. De hecho yo siempre tuve la llave de acceso, al casarme e irme nunca me la pidieron. Por razones prácticas o por plena confianza, no sé, pero así fue. Era ese sitio donde siempre era bienvenida, no recuerdo ni una vez que no fuera así. Además, ahí estaban mis amores incondicionales, mis mejores amigos, mis grandes confidentes, dos personas que yo sabía que me escuchaban y que fuera lo que yo dijera o contara, jamás me iban a delatar o traicionar. Aconsejar o corregir sí, hasta el final, ya siendo adulta, y yo decidía sí acataba o no lo que había recibido. Pero siempre sabía que era brindado con amor y la mejor buena fe.

Pero eso se acabó de pronto, sin chance de nada, sin aviso. La vida te da un vuelco de 180 grados porque una parte importante de tu dinámica cotidiana se borra para siempre. Y no existe absolutamente nada que lo pueda reemplazar.

Yo siempre le doy gracias a Dios porque fuimos muy unidos, honramos siempre a la familia más cercana y extendida y propiciamos y aprovechamos cada momento y motivo que la vida nos brindó para compartir.

Con mis padres se fueron también nuestros domingos familiares, nuestros paseos a la playa en calor familiar, nuestras sobremesas extendidas, porque nos encantaba quedarnos conversando repitiendo el café. Ellos se amaron profundamente y compartieron muchísimas cosas solos ellos dos, pero también les gustaba mucho reunir y agasajar a la familia. En su casa además celebramos muchos cumpleaños, aniversarios, Navidades, despedimos y recibimos muchos años. Siempre fue así, lo recuerdo desde que era pequeña hasta el día en que se fueron. En Navidad nunca faltaba la alegría, el colorido de los adornos y el gran nacimiento. Definitivamente me quedó un vacío muy grande.

Yo traté de no forzar absolutamente nada respecto a mi sentir. Al principio todo me daba igual y sentía una tristeza tan profunda que con frecuencia me llevaba al llanto. Hoy agradezco infinitamente que soy una gran creyente porque recuerdo que me aferré mucho a Dios y a la Virgen. Prendía velitas, rezaba mucho. Nunca renegué de Él ni se me ocurrió preguntarle por qué a nosotros nos había tocado aquello. Sucedió, lo acepté, con la firme certeza de que papá y mamá habían cumplido su misión terrenal y me dispuse a tratar de vivir un día a la vez llevando como pudiera mi gran dolor. Como nunca me han gustado las medicinas y gracias a Dios no padezco de alguna condición que me obligue a ingerirlas, pero consciente de que soy humana y de lo mal que me sentía, rápidamente busqué ayuda y apoyo en la medicina Quántica. Me atendieron de maravilla y poco a poco me fui sintiendo mejor al punto de que un día decidí no regresar a seguir con el tratamiento indicado. Yo misma me di de alta. Con tres hijos en edad escolar es muy difícil paralizar la vida y por eso busqué el refuerzo físico que sentía necesitaba. Recuerdo que me desahogaba escribiendo, algo que siempre me ha gustado hacer, y poco a poco empecé a sentir que cada vez arrastraba menos la vida. Y ante los comentarios de muchos que sentían que haberlos despedido a los dos juntos debía haber sido muy duro, recuerdo que muy pronto empecé a sentir que había sido lo mejor porque ellos se amaban profundamente y para mis hermanos y para mí siempre había sido difícil imaginarnos al uno sin el otro. Y fue así como un día decidí crear mi propia historia de amor que titulé "Hasta que la muerte NO los separe". Porque así había sido, un gran amor en la Tierra, prolongado en el Cielo. Y esa idea fue algo que me produjo mucho alivio en su momento, hasta el día de hoy. Ver el asunto desde ellos, que se fueron juntos y rápido, y no desde los que quedamos aquí. Por otro lado, además de mi fe en Dios, sé que me ayudó mucho el hecho de que desde hacía muchos años yo me había dedicado a indagar sobre temas espirituales. Había leído mucho sobre experiencias místicas, sobre el ego, el apego, la felicidad, el amor, las emociones destructivas, la vida después de la muerte, me había interesado en la meditación, la respiración y en filosofías orientales, y siento que ciertas experiencias y las conclusiones a las que había llegado en su momento me ayudaron inmensamente a poder seguir adelante. Sin darme cuenta, durante muchos años fui adquiriendo unas herramientas que en esos momentos me resultaron muy útiles y valiosas.
Para Luisacristina Mayorca cada quien debe tener el control de su propia vida.

-¿Qué le dices a alguien que haya pasado por lo que tú has pasado?
-Les diría que se reconozcan como seres únicos y afortunados y que agradezcan siempre todo lo que les traiga la vida. Que a este mundo vinimos a ser felices y a crecer, sobre todo en conciencia. Que el amor es la fuerza que debería moverlo todo y que cosecharemos lo que sembremos, con creces. Que no existen las experiencias buenas y malas, sino experiencias al fin, que siempre dejan un aprendizaje. Y que nosotros mismos, cada quien, está llamado a tener el control de su propia vida, que no debemos darle a otro ese control. Y algo que considero muy importante: que somos nosotros mismos los que podemos permitir o no que otro influya o nos afecte. Nadie nos hace absolutamente nada, nosotros permitimos que lo haga. En el caso de lo vivido con mis padres, desde el principio, y aun sumida en un gran dolor, porque me hacía falta verlos, escucharlos, abrazarlos, conversar con ellos, me dispuse a darle gracias a la vida por los años que habíamos podido compartir y nunca me permití sufrir por los que pudiera creer que me habían arrebatado. Eso me parecía idealizar una situación, sin base sólida ni lógica, a pesar de que ellos no habían llegado a sus 70 años de edad. ¿La razón? Tengamos la edad que tengamos, no sabemos cuánto tiempo más vamos a estar en este plano, yo misma podía irme muy pronto, entonces sufrir pensando que nos quedaba mucho tiempo juntos siempre me pareció algo absurdo. No fue opción para mí. Me enfoqué en dar gracias por todo lo vivido y compartido y todo eso pasó a ser alimento de alma. Poco a poco fui sanando, apoyada principalmente en las tres razones que tenía para vivir, mis hijos aun pequeños. Y eso es otra cosa que le diría a la gente: si sentimos que tenemos razones para morirnos, siempre son más numerosas las razones para seguir viviendo, para encontrarle sentido a seguir adelante. En este caso yo tenía dos razones para morir y tres para vivir.

-¿Lograste perdonar?
-Con firmeza y convicción hoy puedo decir que muy pronto logré perdonar a quienes asesinaron a mis padres. Los perdoné desde mí misma, desde adentro, y siento que eso fue posible gracias a la formación en valores y principios que recibí en mi hogar, y a la inmensa fortuna que tuve de haber nacido y crecido rodeada de mucho amor. Papá fue un hombre muy recto que desde pequeños nos hablaba sin tapujos. Recuerdo estar aún en primaria cuando nos decía que nosotros habíamos nacido en una sociedad donde éramos parte de un 10% afortunado, porque el otro 90% no tenía cubiertas ni sus necesidades básicas. Que mucha gente vivía abandonada, hacinada o en condiciones muy precarias, y que en la medida de nuestras posibilidades debíamos contribuir a reducir aquello, a equilibrarlo. Él siempre predicó con su ejemplo, como médico y servidor público y por eso el servir y la solidaridad con los más necesitados fueron siempre valores en casa, porque mamá siempre reforzó aquello, también de palabra y con su ejemplo. Los cuatro hombres que les quitaron la vida era imposible que hubieran nacido y crecido en un marco de amor y verdaderos valores y si bien absolutamente nada justificaba tales acciones, desde el principio las palabras de mis padres retumbaron en mí. Debido a mis creencias, me propuse firmemente no permitir que el odio y el rencor me invadieran porque harían un daño tremendo, a mí y a mis seres amados. En esa línea, pronto sentí que se había despertado en mí muchísima compasión hacia los asesinos. Quien es capaz de agredir de esa manera a dos seres humanos y quitarles la vida, con seguridad no ha conocido el amor, y eso me parece extremadamente triste y lamentable. Y decidí dejar todo en manos de Dios: mi sanación, en el sentido de recobrar totalmente mi paz espiritual, y la de esta sociedad que necesita mucha Luz. Algo que recuerdo es que al principio se me dificultaba mucho rezar el Padre Nuestro completo. Al llegar a la frase de "hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo" la voz se me quebraba y se me formaba un nudo en la garganta. Pero yo sentía que mi proceso iba muy bien y al cabo de tres años un día me di cuenta de que pude rezarlo completo. Había perdonado del todo. Además, sucedieron otros eventos que resultaron muy curiosos y que me indicaban que mi sanación iba muy bien. Pienso que tengo creencias muy firmes y que eso me ha ayudado mucho a echar para adelante. Creo que Dios decide cuándo debemos abandonar este plano y que en el caso de mis padres, así fue. Ellos eran sanos y fuertes y el instrumento para poder desencarnar fueron esos hombres y su ambición. Ellos tendrán que rendir cuentas a Dios por sus acciones. Respecto a mis padres, tengo la convicción de que hoy descansan en paz, en la Luz, después de haber culminado sus hermosas misiones terrenales y siento una inmensa paz, en todo sentido.
Dejó el Derecho penal para ser maestra chocolatera

-¿Te sentiste frustrada por haber estudiado Derecho?
-Reconociéndome siempre más humanista que científica, cuando salí de bachillerato tenía varias opciones de estudio superior. Me decidí por Derecho, no porque me fascinara, sino porque desde muy pequeña me había atraído mucho el campo penal, la criminología. Me interesaban los sucesos, los programas, las crónicas y casos policiales, me parecía un mundo interesante y apasionante. Durante mi carrera en la UCAB esas fueron las materias que más disfruté y casi todas las electivas que cursé fueron del campo penal. Poco tiempo después de graduada me inscribí en la UCV para hacer mi post grado en Derecho Penal pero por circunstancias de la vida nunca empecé. A veces me pregunto cuál sería la verdadera razón, pero siempre he pensado que si has sembrado bonito, lo que sucede es lo que más conviene. Me casé, viajaba mucho por motivos de trabajo de mi esposo, tuve mis tres hijos, luego me divorcié y nunca más se dieron las circunstancias para hacerlo. Hoy no me arrepiento para nada de no haberme especializado en lo que sentí más me atraía, porque tengo la plena seguridad de que en el país en el que me ha tocado vivir no hubiera podido ejercer a plenitud y satisfacción. Pero frustrada nunca me he sentido, porque la carrera que escogí me pareció que me insertó más y mejor en una cotidianidad interesante, donde el derecho y las leyes están presentes en todo. Conocer los derechos, los deberes y los procesos me parece importante y fundamental. Empaparte durante 5 años de todo eso te brinda una protección y visión muy especial e invaluable. Y así como nunca me sentí frustrada de haber ejercido poco lo que estudié, debo decir que después de la experiencia con mis padres llegué a sentirme más que agradecida por no haberme metido de lleno en el mundo penal. Un buen amigo de la familia, criminólogo de vasta experiencia, llevó el caso a tribunales y fui testigo de cuán difícil y complicado fue todo. Creo que de haberme especializado y habérseme encomendado llevar la batuta, sí me habría invadido el sentimiento de completa frustración más de una vez.

-Ahora eres una bombonera excepcional, pues te encargaste del emprendimiento de tu mamá. Ahora ves el presente y el futuro a través de un chocolate... ¿cómo lo miras?
-Mi presente y mi futuro tienen una dulzura muy especial, por lo que me acompaña, lo que he logrado y hago, porque siento que siempre nos envuelve la bendición de mamá, cuyo legado hoy honro con muchísimo amor y agradecimiento. Cuando ella empezó en 1990, yo estaba recién casada y viviendo una vida que podía parecer totalmente ajena a todo eso, aunque no desconectada del todo. El mundo de mamá giraba en torno al chocolate, y entre otras cosas el ambiente en el hogar familiar siempre estaba impregnado de logros, experiencias, anécdotas, productos deliciosos. Eso nos empapaba a todos, disfrutábamos y padecíamos con ella acompañándola en todos sus éxitos y altibajos. Ella empezó de cero y logró tener varios empleados, maquinaria variada, un producto excelente, una buena cartera de clientes, respeto y reconocimiento como admirable maestra chocolatera. Al irse, yo estaba trabajando en finanzas, pero sólo me llevó unos meses y casi nada de esfuerzo decidir guardar los tacones y ponerme la bata de chocolatera. Al tomar las riendas de lo que ella había dejado, tuve que pagar mi noviciado, e hice un gran esfuerzo por irme preparando poco a poco, apoyada en la producción por las mujeres a las que mamá había enseñado el oficio. Pero las circunstancias socioeconómicas me obligaron a irme reinventando sobre la marcha, en un país donde los obstáculos se multiplicaban a pasos agigantados. Y así fue como un día me vi renaciendo en un escenario que nunca tuvo cenizas pero sí el gran deseo de seguir, a pesar de. Reduje costos, espacio, gastos, pero mis sueños y proyectos se multiplicaban. Ya dominaba la técnica y disfrutaba inmensamente lo que hacía. Además, me llenaba sobremanera sentir que con mi esfuerzo había logrado mantener vivo el legado y el espíritu de mamá y eso le daba todo el sentido del mundo. Nunca dejé de sentir que el país, en sus dificultades, ajustes y reajustes, brindaba también un sin fin de oportunidades, porque mucho estaba por hacerse, incluido lo que tuviera que ver con el cacao, siendo tierra productora del mejor del mundo. Hoy sigo creando y teniendo ideas, proyectos nuevos y la gran ilusión de que podré materializarlos más temprano que tarde.
La tenacidad va de la mano de su espíritu emprendedor

-Emprender en Venezuela en estos momentos: ¿es una locura, una visión, o una oportunidad?
-Emprender en Venezuela en estos momentos ha sido una gran oportunidad de crecer como persona, en todo sentido. La emoción que siento hoy de haberme podido probar a mí misma de qué soy capaz, es indescriptible. Nunca me imaginé que bajo las circunstancias socio económicas que todos conocemos yo iba a poder mantener y desarrollar un negocio de la forma como lo he hecho. Quizás hoy estoy más pequeña y reducida en espacio e infraestructura, pero en productos, calidad y satisfacción he crecido un montón. Constantemente recibo de mi clientela un feedback hermoso que agradezco inmensamente porque lo siento espontáneo e impregnado de cariño. Adoro complacer a mis clientes y también el hecho de que van aumentando en un crecimiento apoyado por la confianza, la satisfacción y la calidad de lo que sale de mis manos, con la base y bendición de mamá, mi maestra chocolatera favorita. Más que una fábrica de bombones, dirijo un laboratorio de sueños y delicias donde la creatividad no se detiene ni un segundo y donde honramos la grandeza de los detalles. El volumen que manejo me permite tener una interacción muy especial con cada cliente. Hasta ahora he sentido que todos han salido muy satisfechos y ruego a la vida que todo siga igual y cada vez mejor.

-¿Qué significa Venezuela para Luisacristina?
-Para mí, Venezuela es mi marco de referencia, en todo sentido. Aquí nací, crecí, y aquí lo he apostado y lo sigo apostando todo. He tenido oportunidad de vivir afuera varias veces y sin ánimo de comparar, porque todo sitio tiene sus encantos, siempre he terminado regresando como atraída por una fuerza que a veces no sé explicar bien, pero que nunca he dejado de sentir. En Venezuela sé disfrutarlo y enfrentarlo todo, sé leer e interpretarlo casi todo, he sido capaz de morir y renacer las veces que han sido necesarias, porque a pesar de los pesares, el balance siempre ha sido positivo, en motivos, vida y esperanza. En Venezuela el aburrimiento nunca ha sido opción y en esa premisa encuentro sosiego cuando siento que puedo estar llegando al agotamiento. Venezuela para mí es tierra amada, donde he podido reconocer a mis maestros y donde he tenido infinidad de experiencias que hoy nutren a la mujer feliz y entusiasmada que soy. Porque ser feliz es un camino y ES el camino que llevo años transitando, sembrando, regando y cosechando por estos lares. Venezuela ha sido mi asidero y mi testigo, mi inspiración, mi consuelo y mis muchos motivos para hoy sentirme orgullosa, útil y llena de fe.

En Venezuela vi la luz por primera vez, di a luz tres veces y mis padres se fueron a la Luz. Venezuela ES Luz.

El chocolate le da dulces satisfaciones a Luisacristina Mayorca
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