Ekaterimburgo fue escenario de uno de los episodios más sangrientos de la Rusia del siglo XX. El 2 de marzo de 1917, abrumado por las derrotas de su ejército en la Primera Guerra Mundial y las protestas callejeras, abdicó el zar Nicolás II, poniendo fin así a tres siglos de gobierno de la dinastía Romanov. Poco después el ex monarca y su familia fueron arrestados y recluidos en varios puntos de Rusia hasta su llegada a Ekaterimburgo a mediados de 1918. Allí se los alojó en la casa de un comerciante apellidado Ipatiev. La noche del 17 de julio de ese año Nicolás, su esposa, sus cinco hijos y cuatro sirvientes fueron asesinados a balazos en el sótano de la casa por órdenes del propio Lenin. 

Los verdugos sepultaron clandestinamente a la familia real en un bosque cercano. Allí permanecieron durante décadas hasta su descubrimiento en 1979 y exhumación en 1991, coincidiendo con la caída de la Unión Soviética. Hoy descansan en la catedral de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo. La iglesia ortodoxa rusa los declaró santos en el 2000. 

Por su parte la Casa Ipatiev, escenario del crimen, fue demolida en 1977 y en su lugar se consagró en 2003 la actual Iglesia Sobre la Sangre, uno de los edificios emblemáticos de la ciudad. 

Ekaterimburgo es también una importante urbe cultural, pues alberga más de sesenta museos. En uno de ellos, el Museo Exposición Histórica, se exhibe el Ídolo de Shigir, la escultura de madera más vieja del planeta, con una antigüedad estimada de once mil años. 

Al estar situada en los Urales, Ekaterimburgo se ubica en la frontera euroasiática, por lo que en sus cercanías se alza el famoso obelisco  Europa-Asia, de treinta metros de altura y edificado en 1837.