Caracas - El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, presentó a los miembros del equipo de seguridad nacional y de exteriores de su futuro Gobierno, "que refleja el hecho de que EEUU está de vuelta, listo para liderar el mundo, no retirarse de él".
A su vez, Linda Thomas Geenfield, designada por Biden como próxima embajadora de EEUU en la ONU, declaró que “el multilateralismo ha vuelto, la diplomacia ha vuelto”.
En el marco de estos lineamientos se espera que comenzará a transcurrir desde ahora el conflicto en el que se encuentran envueltos Washington y Caracas. Es decir, bajo las premisas de la aspiración a liderar el mundo y de la utilización de métodos en los que se privilegia la diplomacia.
LA FANB
Como se sabe, en Venezuela se entremezclan dos situaciones conflictivas: una de carácter interno, en la que chocan fuerzas políticas en lucha por el poder para desde allí adelantar sus visiones y gestión; y otra situación, en la que se enfrentan dos Estados, el estadounidense y el venezolano, en razón de sus propios intereses y aspiraciones.
El motivo principal del enfrentamiento entre los dos países obedece a la separación de Venezuela del dispositivo geoestratégico estadounidense que ha tenido lugar en los últimos lustros. La expresión más resaltante de esa separación ha sido la constitución de una fuerza armada con una nueva doctrina militar, la FANB, con un equipamiento y dotación proveniente de países distintos a EEUU y apartada de sus ejes de organización y despliegue.
En ningún otro lugar del continente en los que recientemente han ascendido al gobierno las denominadas fuerzas progresistas, como es el caso de Argentina o Bolivia, ha ocurrido un cambio de tal naturaleza.
Esta es una peculiaridad distintiva del proceso venezolano y motivo del elevado grado de tensiones y de las duras medidas para bloquear el comercio petrolero y las actividades financieras por medio de las sanciones, así como de la estrategia de poder dual. Es lo que se conoce como “máxima presión”.
“PRESIÓN MEDIA”. El nuevo equipo de seguridad y de exteriores de Biden pudiera plantearse hacer correcciones en las formas en que la administración Trump se ha conducido, pero al mismo tiempo conservar el objetivo de inserción de Venezuela en su dispositivo geoestratégico. Esto significaría mantener la estrategia de poder dual y las sanciones con alivios o “presión media”, lo que no cambia de manera sustancial las relaciones entre los dos países y apunta a que la situación se cronifique.
El nuevo equipo de Biden tiene también otra opción, en el marco del multilateralismo y la diplomacia: una redefinición de los objetivos de Washington en relación a Venezuela, lo que es distinto a pasar de “presión máxima” a “presión media”.
REDEFINICIÓN
En este sentido, una redefinición puede pensarse como la admisión de que Venezuela definitivamente no hace parte del dispositivo estadounidense, y que aun así se establecen relaciones de cooperación y de amistad.
A partir de este precepto básico se puede construir, de forma acordada, un esquema en el que Venezuela no pasaría tampoco a formar parte de un dispositivo contrario a EEUU, sino que perfila un status de independencia, neutralidad y auténtico no alineamiento. Un status duradero que pudiera refrendarse en convenios validados por instituciones como la ONU y que trasciendan los cambios de gobierno.
Todos sabemos que Washington puede convivir con sistemas políticos variados, con o sin legitimidad democrática. Esta no es la razón esencial de la pugna Washington-Caracas. La discusión y desarrollos en esta materia es de carácter interno, y el enfrentamiento actual debe tener su propio canal de negociación entre el sector gubernamental y los sectores de oposición.
Del mismo modo, una negociación específica sobre el asunto geopolítico es indispensable que se dé entre EEUU y Venezuela, Dos conflictos, cada uno con sus particularidades, dos negociaciones, dos acuerdos.
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