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"No conozco cambios políticos que se hayan logrado por ausencia"

El presidente de Datanálisis, José Antonio Gil Yepes, expresó que Falcón necesita "un discurso que llame las cosas por su nombre", y el Gobierno evitar "monólogos en Mesas de Trabajo"

  • Diario El Universal

16/04/2018 05:30 am

DAYANA CHERUBINI

Caracas.- Para el sociólogo y experto en medición de opinión pública, José Antonio Gil Yepes, la realidad política venezolana está arrojando perspectivas que deben ser analizadas con detenimiento. Una de ellas refiere a lo que califica como un "nuevo culto al abstencionismo que ha surgido y que no ofrece un horizonte claro".  

Es directo al afirmar: "No conozco cambios políticos que se hayan logrado por ausencia, por no hacer nada. Sé de muy pocos cambios inducidos desde afuera, pero al contrario, lo que sí se conoce son los cambios inducidos por grupos organizados y comprometidos; partidos bien articulados; alianzas entre partidos y sociedad civil, que han logrado cambios".

Afirma que hoy por hoy el país requiere "una alternativa organizada y fuerte" para poder sustentar cambios, de llegar a producirse. "Esta fuerza interna hoy no existe. Se está profundizando la desarticulación de la oposición", advierte.

¿En algún país la abstención derivó en cambios políticos?

No conozco cambios políticos que se haya logrado por ausencia, por no hacer nada. Sé de muy pocos cambios inducidos desde fuera. Lo que sí conozco son cambios inducidos por minorías organizadas y comprometidas, partidos bien articulados, alianzas entre partidos y sociedad civil, etc. que han logrado cambiar malos gobiernos en muchos países. En todo caso, aunque ayuden los de afuera, tiene que existir una alternativa organizada y fuerte para poder entregarle el poder. No nos hagamos el favor de engañarnos; esta fuerza interna hoy no existe. Más bien se está profundizando la desarticulación de la oposición con ese nuevo culto al abstencionismo que ha surgido y que no ofrece un horizonte claro, un Plan B.


¿El papel del Frente Amplio no es articular a los partidos de oposición con múltiples sectores de la sociedad para crear una fuerza democratizadora?

La creación de este Frente se entiende como algo muy necesario para el país porque representa algo obvio: la necesidad de coordinar estrategias entre todos los sectores democráticos que no apoyan al régimen de Chávez-Maduro para ganarle la elección y luego hacer un gobierno verdaderamente pluralista y no partidocrático. Esta gran alianza la he venido proponiendo desde 2002 y ha debido ser implementada hace años. Es lo que yo he llamado “La MUD Ampliada”, algo más incluyente que la MUD de los partidos nada más.

 Este Frente Amplio nació en una situación muy apremiante y sin tiempo para consolidarse dado el poco tiempo antes de la fecha electoral. En el nacimiento de este Frente, los grupos de la sociedad civil tuvieron la voz cantante, pero luego los partidos decidieron tratar de tomar el control, en vez de ayudar a integrarlo. Eso ha desacelerado las acciones del Frente.

 Yo creo que este Frente ha podido concentrar su atención en tres cosas: exigir a los partidos de oposición que eligieran un candidato a finales del 2017 o principios de éste para inducir la articulación de la oposición, formular un discurso de consenso; exigir condiciones electorales justas; y en apuntalar la vigilancia de los votos en las mesas electorales. Pero, en su inicio, el Frente se concentró en las condiciones y no tomó posición sobre participar o no participar en la elecciones. Ahora, no sabemos si va o no a llamar a votar y todavía parece inclinado a seguir insistiendo en las condiciones. Yo estoy de acuerdo con todas las condiciones electorales propuestas por este Frente. Pero esas condiciones no se van a dar y, así y todo, con un potencial de voto en contra del gobierno de un 78%, votar sin todas las condiciones es sólo un riesgo calculado que debería asumirse. 


¿Cómo se imagina usted un escenario post 20 de mayo?

 Veo, entre varios, dos escenarios principales en función de que gane Maduro o Falcón. Estos escenarios dependen de lo que hagan tres fuerzas que están en juego:

Maduro: Ya cuenta con sus votantes, pero eso no le asegura el triunfo. El reto que él ve, ciegamente, es disminuir a Falcón. Para ello tiene que aupar la abstención y hasta aliarse con algunos promotores del abstencionismo opositor. También puede contar con la vieja estrategia de rellenar los votos a su favor si el otro no tiene testigos presentes o si los presentes se dejan comprar o intimidar. Sin embargo, estas opciones son “huir hacia atrás”. Maduro pudiera decidirse a ganar las elecciones “huyendo hacia delante”, en buena lid y mucho más que el 21% de los votos si decidiera cambiar sus políticas que nos han arruinado llamando al empresariado a producir. Si Maduro hoy le pica el ojo a la empresa privada, saldremos todos corriendo a Miraflores para ponernos a hacer lo que la recuperación del país necesita. Pero, por favor, que no nos llame a los monólogos de esas engañosas Mesas de Trabajo, tiene que ser sincero.

Lo otro que puede hacer Maduro para llenar su propio vacío es descentralizar funciones y presupuestos a toda carrera. En esto hasta contaría con el apoyo y gran beneplácito de sus propios gobernadores y alcaldes, la mayoría de los cuales desearían hacer una mejor gestión pero no pueden porque el centralismo primitivo los ahorca.

Falcón: Cuenta con un potencial de votos tan grande como el 78% del REP. El  problemas de Falcón es que ese 78% se reduce por la abstención y porque no parece tener quien le defienda los votos en las mesas. Esto se debe a tres razones: el abstencionismo de la mayoría de los partidos opositores cuya maquinaria sería muy significativa para contarle los votos a Falcón; el discurso agresivo de los abtencionistas no partidistas; y un discurso propio de Falcón que hasta ahora no ha tenido nada que impacte significativamente al electorado. Falcón, al igual que Maduro, podría elevar su potencial de votos si se decidiera a hablar claro a favor de una propuesta de descentralización y que promueva la inversión privada y, con ella, más y mejores empleos.

Lo que más se ha escuchado de los planteamientos de Falcón ha sido que le iba a dar una tarjeta en dólares a cada venezolano y que iba a dolarizar la economía y los salarios.

La propuesta de la tarjeta en dólares tiene dos problemas: no es creible porque el gobierno está acorralado por un doble déficit, en bolívares y en dólares. Pero lo peor de esta propuesta es que cae en el terreno del populismo y del socialismo y ese territorio es propiedad del oficialismo. Con propuestas más populistas, Falcón no puede posicionarse como una oferta diferente y, si no se diferencia, no construye marca ni atrae los votantes que todavía necesita. Tiene que diferenciarse. La propuesta de la dolarización es impactante y diferenciadora si y sólo si logra que la gente entienda que incluye dolarizar los salarios.

Falcón necesita un discurso menos guabinoso, que llame las cosas por su nombre: Abastecimiento, bajar la inflación y subir el empleo y los sueldos en función de la promoción de la confianza, inversión y producción de la empresa privada; privatización de las empresas del Estado quebradas y corruptas (¡dígalo, si es que, de verdad verdad, quiere que lo acompañen!); devolución de las propiedades expropiadas o confiscadas a sus legítimos dueños. Recuperar la producción petrolera, para lo cual ya no tenemos dinero y necesitamos empresas mixtas con mayoría accionaria privada nacional o extranjera en todas las operaciones de PDVSA y filiales. Servicios públicos, en función de retomar la descentralización y privatización de algunos de dichos servicios, como la electricidad, el aseo, parte del transporte público, entre otros.

Abstencionistas Opositores: Cuentan con el potencial para quitarle el triunfo a Falcón. Pero eso los pone en una situación muy paradójica pues así le regalan el triunfo a Maduro y esta es la principal y más limpia estrategia de Maduro para ganar. El reto de los abstencionista sería tener un “Plan B”. Pero no lo tienen.

 

Y, qué es eso de un Plan B de los abstencionistas?

Un Plan B de los abstencionistas tendría que asegurarles, si tanto quieren salir de Maduro,  que, después que les gane porque no fueron a votar, tendrían la suficiente fuerza para obligarlo a renunciar. Hipotéticamente, esa fuerza podría tener varios orígenes: Los abstencionistas tendrían que movilizar a los partidos, grupos de la sociedad civil y a ellos mismos para unirse e implentar una estrategia mancomunada de protestas que obliguen a Maduro a renunciar. Pero de ser así, si aspiran tener esa fuerza después de la derrota, ¿porqué no lo hicieron antes de la debacle que se les puede venir encima? Esto no tiene lógica. Es más,  si los abstencionistas acusan a Falcón de estar legitimando la re eleccion de Maduro, ellos también lo estarían haciendo porque lograrían que Maduro gane y porque no tienen ese Plan B, ni luce viable que lo puedan armar después de la depresión colectiva que tendría lugar luego de la derrota que están apolcando.

La otra fuente de un Plan B de los abstencionistas sería apostarle a la movilización militar. Pero este plan también sería absurdo, primero porque el gobierno tiene bien amarrado a ese sector. Segundo, porque, en el supuesto negado de que esa presión ocurriera, nadie que logra el poder lo reparte. Más aún si le queda la excusa de que no existe una fuerza civil articulada que asegure mantener la gobernabilidad y la estabilidad de un nuevo régimen.

Yendo más lejos, está la opción de que el nuevo gobierno venezolano no sería reconocido por otros porque las condiciones electorales no son justas. Claro que no son justas, ¿pero cuál es el gobierno que va a resistir la tentación de no buscar dichas relaciones para participar en las reservas petroleras más grandes del mundo, el oro, los diamantes, el coltán, la bauxita, el hierro, las tierras arables y el agua? Después de que una primera potencia reconozca al gobierno que venga, todas las demás también lo harán. Pobrecita la que llegue de último al reparto de Venezuela que es lo único claro que vemos en nuestro futuro porque estamos quebrados. Entonces, abstencionistas, propogan un Plan B creible o no se suiciden por adelantado, que es lo que están haciendo. No huyan para atrás, huyan hacia delante y lo que les queda en este sentido es organizarse para defenderle los votos Falcón porque Uds. no escogieron a ningún candidato que les guste más. ¡Eso es lo que hay!

 

¿Qué hacer si la opción Falcón tampoco es aceptable para algunos porque dicen que está de acuerdo con el chavismo-madurismo?

Ojalá que Falcón estuviesen de acuerdo porque los gobernantes no van a dejar el poder si a quien se lo entreguen no les garantiza la salvaguarda de su integridad y la de sus bienes. Esa es un máxima de las ciencias políticas: los regímenes autocráticos tienden a salir del poder no sólo si confrontan una oposición organizada y fuerte que les infrinja altos costos por sus malas ejecutorias sino también si, y sólo si, encuentran que salir del poder no les traerá mayores costos a ellos mismos.

 

Y si Falcón estuviese de acuerdo con Maduro, ¿no haría un gobierno similar?

Eso me luce casi imposible. Falcón no puede continuar las políticas de un gobierno que nos ha llevado a los peores sitiales del mundo en cuanto al deterioro socioeconómico y hasta una crisis humanitaria. Falcón no tendría la fuerza que se necesita para hacerlo tan mal y, aún así, mantenerse en el poder. Maduro, desafortunadamente, sí ha contado con el respaldo de un frente militar-cívico que ha sostenido este desastre.

 

¿Qué porcentaje de la población quiere votar según su encuesta?

 Siempre las respuestas a una primera pregunta sobre intención de ir o no ir  a votar arrojan resultados superiores a los que finalmente votan. En nuestra última medición esa primera pregunta arrojó un 82,5% de personas que dijeron que iban a votar.

Pero, cuando se pregunta cómo califica su disposición a ir a votar (“muy dispuesto, dispuesto, poco o nada dispuesto”), se encuentran resultados diferentes y una menor proporción de votantes. Nuestra experiencia de 45 años con encuestas electorales nos indica que el porcentaje de participación electoral efectiva se acerca mucho a los “muy dispuestos a ir a votar”. 

Este porcentaje, en las dos últimas encuestas de Omnibus Nacional de Datanalisis terminadas a fines de enero y a principios de marzo de 2018 nos indican que el porcentaje de “muy dispuestos” se ha ubicado en un promedio de 35%. Este porcentaje, si se mantiene y sigue siendo un preludio del total de votos válidos, significaría una votación muy baja por comparación con el menor porcentaje de participación en una elección presidencial que fue del 60% en 1993.

En el caso actual,  ninguno de los dos candidatos principales levanta grandes emociones ni una clara identificación o conexión con la mayoría de los votantes, por lo que se podría esperar una baja participación. Como van las cosas y si no sucede nada extraordinario, un estimado probable sería que se ubique entre un 45 y un 55% del registro electoral porque, al igual que en 1993.


Sus encuestas señalan que Henri Falcón dobla en intención de voto a Nicolás Maduro. Nuevamente, ¿tiene eso asidero con lo que veremos en el resultado de las elecciones?

 ¿Dobla? Bueno, eso sería si todos aquellos que en la pregunta “cara a cara” (“Maduro o Falcón”) efectivamente van a votar. Pero, si sólo votan los “Muy Dispuestos”, la participación ronda ese promedio del 35% y en ese caso, más bien Maduro le ganaría a Falcón. Esto, por ahora, es así porque quienes dicen que votarían por Maduro, un 21%, aproximadamente, están casi todos (87%)  “Muy Dispuestos” o “Dispuestos”  a ir a votar; mientras que menos de la mitad del 40% de quienes dicen que votarían por Falcón.

Sin embargo, es muy poco probable que la participación sea tan baja como 35% porque este es un país presidencialista, es decir, que demasiadas cosas dependen de la Presidencia y eso motiva a votar. A esto se suma que los que todavía mantienen una postura abstencionistas no tienen un Plan B para después que pierdan las elecciones por no votar.

A medida que suba la participación electoral, Maduro estaría en apuros porque él ya tiene casi todos sus votos activados, unos 4 millones. Si la participación sube a un 45%, Falcón tiende a ganarle a Maduro 57 a 43% de los votos válidos. Si la participación electoral sigue subiendo, por ejemplo, hasta un 53%, Falcón le ganaría a Maduro 67 a 33%.


¿Y qué significa eso que Falcón suba y Maduro no?

 Esto significa que Maduro tiene pocos votos, pero, los que tiene, los tiene bien amarrados. Sin embargo, esto también significa que Maduro ya alcanzó “un techo”. En el caso de Falcón, los número observados son un piso” porque a medida que suba la abstención subirían sus votos. Los problemas de Falcón son su discurso poco diferenciador y que no se sabe todavía si tiene la maquinaria para contar y defender esos votos. 


¿Hasta qué punto la intención de voto está afectada aún por la disparidad que se dio entre las encuestas y los resultados en las elecciones de gobernadores en octubre pasado? ¿Qué sucedió allí?

Por supuesto que sí. Ese es una de las razónes que citan muchos abstencionistas de hoy, señalando, que habría habido manipulaciones de votos.

El caso de algunos candidatos opositores que se vieron afectados por las diferencias entre las probables victorias que le daban las encuestas y sus derrotas es que no tenían las actas en la mano para reclamar porque sus testigos no cumplieron con la responsabilidad de cuidar los votos. La única excepción clara en este caso es la de Andrés Velásquez en Bolívar, quien sí tenía los testigos completos y las actas que avalaban su victoria.

 

 ¿Hay alguna experiencia de un país en el que un Gobierno tenga 80% de rechazo y aún así su presidente sea favorito para la reelección?

 Es que Maduro no es “un favorito”; sólo tiene el 20-22% del electorado. Lo único que le puede dar la victoria es que la abstención sea superior al 60%. En ese caso, aún ganando, el favorito no sería “el Sr. Maduro” sino el “Sr. Abstención.”

 

¿Qúe moralejas podemos sacar de todo esto que nos está pasando?

 En definitiva, el mensaje central de todo esto es que los tres grupos, Maduro, Falcón y Abstencionistas,  están huyendo hacia atrás, cuando deberían estar huyendo hacia delante para no seguir hudiendo al pueblo venezolano. De verdad, merecemos mejores élites. Élites que no se vean entre sí como competidoras por cuotas de poder sino que caigan en cuenta de que todas juntas y por igual tienen un fabuloso enemigo por delante: la pobreza. Construyan el país, no lo sigan destruyendo. Para construir ese país que podemos y merecemos todos no se necesitan ideologías ni tribus de izquierda ni de derecha, ni socialistas ni capitalistas dogmáticos (ambos puntos de vista tienen algo que ofrecer, pero sin excluir al otro), se necesitan venezolanos responsables, sinceros,  menos egoistas, ciertamente más humildes, incluyentes y  que sepamos ponernos de acuerdo para jugar todos en el Equipo Venezuela.


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