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Análisis: 2020: EL AÑO DE GUAIDÓ

La llamada “Operación Libertad” no tuvo los resultados que sus propulsores suponían

  • MANUEL FELIPE SIERRA

26/01/2020 05:30 am

El gobierno de Estados Unidos en un reciente documento del Departamento de Estado que difiere de las opiniones que suelen repetir emisarios para el tema venezolano como John Bolton y Elliott Abrams, plantea como salida al conflicto que envuelve al país con implicaciones internacionales, una solución democrática que pasa por el voto como un mecanismo para la reinstitucionalización del Estado. Y es que ciertamente el “choque de poderes” acentuado con el conjunto de leyes habilitantes de 2008 que en buena medida contradicen contenidos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y que definieron una legalidad paralela y luego la victoria opositora en la Asamblea Nacional (AN) de 2015 -que fue asumida automáticamente como un voto para la destitución de Nicolás Maduro sin tomar en cuenta la naturaleza de la escogencia legislativa- pesa mucho en lo que ya se conoce en el mundo entero como la “catástrofe venezolana”.

Hace un año cuando Juan Guaidó, recién electo presidente de la AN, invocó su legitimidad para asumir la condición de Presidente alterno en el marco democrático simbólico del 23 de enero, se trataba de una operación que de ninguna manera consultaba la realidad nacional sino que se basaba, ahora con el estímulo de los “halcones de papel” de Donald Trump para la remoción presidencial, mediante un cronograma que obviamente resultaba divorciado entonces de la exigencia nacional. Como era lógico, la llamada “Operación Libertad” no tuvo los resultados que sus propulsores, impulsados por el voluntarismo y no por la comprensión realista de las circunstancias, suponían. El resultado ya se conoce con el fracaso de las jornadas previstas para el propio 23 de enero, el 23 de febrero con la ayuda humanitaria desde Colombia y la intentona golpista del 30 de abril. Unos resultados que imponían lógicamente un sesgo en la línea táctica, lo cual no ocurrió sino que por el contrario el lenguaje de Guaidó siguió apelando al levantamiento de calle que se confundía en la práctica con una archiconocida campaña electoral.

De esta manera el 2020 comenzó con una oposición castigada por los errores que facilitaron la represión contra destacados dirigentes y buena parte de los parlamentarios del G4 (Voluntad Popular, Acción Democrática, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo), un generalizado desconcierto en la inmensa mayoría que ciertamente apuesta por un cambio y lo que resultaba peor -más allá de las causas concretas que la provocaron- una fractura de la mayoría legislativa que un año antes lo apoyó y que ahora facilitaba la proclamación también de una presidencia y una junta directiva alterna que curiosamente también invoca la legitimidad de su origen.

OXÍGENO EXTERNO
De esta manera, su salida del país vía Colombia el domingo 19 de enero para iniciar un recorrido por el conjunto de países que originalmente reconocieron su legitimidad iba a significar una revitalización de su imagen y una envidiable presencia mediática internacional. De allí su visita a varios países, la mano estrechada a gobernantes como Emmanuel Macron, Angela Merkel, Boris Johnson y en general los líderes de las naciones que hace un año compraron la posibilidad de su mandato, lo cual era perfectamente comprensible en el manejo de las reglas diplomáticas y además de sus palabras en el Foro Económico Mundial de Davos que como se sabe constituye una referencia significativa en el manejo de las relaciones financieras del mundo. Por cierto, Guaidó recordó que era el segundo venezolano a nivel presidencial que asistía al prestigioso encuentro, toda vez que en 1992 Carlos Andrés Pérez eufórico presentó entonces los resultados de un crecimiento del 10% anual gracias a su plan de ajuste económico; sin imaginar que el 4 de febrero en pleno vuelo de regreso habría de conocer la insurgencia golpista de Hugo Chávez que hubo de marcar, para su desgracia y también de la democracia, el comienzo de un proceso al cual también Guaidó opone actualmente su liderazgo en circunstancias no del todo alentadoras.

¿QUÉ OCURRE AHORA?
Todas las declaraciones y mensajes de los mandatarios visitados y los análisis periodísticos y opiniones de los expertos apuntan al igual que el Departamento de Estado, a la búsqueda de una salida democrática que ya no pasa por el llamado mantra “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”, invocado entonces como una rápida y segura manera de sustituir el mandato considerado ilegítimo de Maduro, sino que ahora las dimensiones de la crisis venezolana imponen un manejo pragmático (tal como lo reconocen e incluso practican los mandatarios visitados) que derive de la negociación y el reconocimiento de la existencia de los factores que serían sustituidos. Un caso curioso, por cuanto normalmente la llamada “presión internacional” potencia y obliga a los cambios nacionales y en este caso ha ocurrido un fenómeno curioso: después de un año de una persistente y, sin duda alguna, meritoria acción interna, Guaidó se ve obligado a recurrir a la acción externa para facilitar un desenlace que la única manera de producirse es activando los factores y los agentes propios del país.

Mientras tanto en el seno del G4 se definen líneas a favor de la participación electoral como única manera de que los objetivos inscritos en la “Operación Libertad” puedan cumplirse. Henrique Capriles Radosnki, candidato presidencial en dos oportunidades y favorecido con un fuerte apoyo popular, admite el fracaso de la estrategia aplicada hasta ahora y combina esfuerzos para una activa participación en un futuro evento electoral para la escogencia de un nuevo Poder Legislativo; y en la misma línea se ha pronunciado Enrique Mendoza, quien habría que recordar que fue el líder de la Coordinadora Democrática que en los años 2001, 2002, 2003 y 2004 que canalizó la enorme protesta popular que en su momento definió la naturaleza autoritaria del proyecto chavista y creó las bases para el nacimiento de las organizaciones que hoy suscriben el plan de Guaidó. Un escenario que parece cobrar fuerza, tal como lo señala el historiador y analista político, Rafael Simón Jiménez: “porque la salida tiene que ser democrática, incluso en condiciones precarias”.
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