Lo ocurrido la última semana con el llamado "apagón del siglo" que sumió al país en las tinieblas y decretó el colapso de los servicios públicos, ya era anunciado por el constante racionamiento eléctrico y los constantes apagones de horas y de días que se registran en el interior del país y de manera particular en la región zuliana.

Ya en 2009 el entonces presidente Hugo Chávez advirtió sobre la gravedad del problema, por lo cual declaró la emergencia nacional y anunció medidas concretas y financiamiento para garantizar la seguridad energética, medidas que entonces era posibles dada la holgura de los recursos fiscales por el alza de los precios del petróleo. 

Se sabe que se compraron equipos que resultaron una escandalosa estafa a la Nación, que se acentuó la deserción del personal técnico calificado tal como se registra en las principales actividades públicas y privadas hasta el punto de que, según información autorizada, de cincuenta mil ingenieros y técnicos solo quedan ahora veinticuatro mil y el robo de fibra óptica y material de cable ha convertido a las principales estaciones en una especie de cementerio de equipos inservibles. Por supuesto sin tomar en cuenta que el drama del sector eléctrico se vincula con la estrepitosa caída de la economía en su conjunto y con la secuela de una exponencial violencia social. 

Para el régimen, la crisis terminal habría sido provocada por "ataques cibernéticos" como parte de la radicalización política interna y la presencia cada vez más evidente de factores externos, muchos de ellos vinculados con operaciones propias del terrorismo los cuales se agravarían dado el escenario de aislamiento (en términos nunca vistos antes en el continente) que se le ha impuesto al país como mecanismo de presión para el restablecimiento de la gobernabilidad democrática.

La misma "muerte anunciada" del sistema eléctrico aporta nuevos elementos a la conflictividad interna. Maduro ha denunciado en este sentido una conspiración internacional encabezada por el gobierno de Donald Trump en complicidad con sectores de la oposición venezolana e incluso la Fiscalía General de la República abrió una investigación en contra del presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó por supuesta implicación en la llamada "guerra eléctrica".

Elliott Abrams, encargado especial de Estados Unidos para la crisis venezolana sostiene que "el apagón va a acortar la longevidad del régimen" y que "los venezolanos verán que no hay un futuro decente".

Por su parte, en contraposición, la portavoz de la Cancillería rusa, María Zajárova, afirma que Rusia está dispuesta a considerar cuidadosamente una posible solicitud oficial para investigar los "ataques" al sistema eléctrico de Venezuela y espera que la "responsabilidad de los organizadores tarde o temprano adquiera la forma de una sentencia judicial".

El famoso "apagón" ha servido de esta manera para acentuar la presión externa por un cambio en el poder. La embajada de Estados Unidos en Caracas, cuyos funcionarios terminaron de abandonar la ciudad hace pocos días, emitió una declaración categórica según la cual reiteran su "compromiso" con los venezolanos y que pronto regresarán a "una Venezuela libre y democrática" al tiempo que se anuncian nuevas sanciones a personas allegadas a altos funcionarios y se acentúan las restricciones en materia comercial como la suspensión de vuelos de la aerolínea American Airlines y la decisión del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de reconocer a Ricardo Hausmann, designado por Juan Guaidó como representante de Venezuela ante el organismo que habría de cumplir un papel muy importante en materia de auxilio financiero para la reconstrucción de la economía nacional. 

Es decir, en paralelo al deterioro de los servicios indispensables, el disparo de la hiperinflación, la dolarización de facto del comercio incluso menor y los brotes de explosión social que se registran en varias zonas en procura de alimentos y medicamentos, cobra fuerza la ingobernabilidad por un conflicto de poderes que también como cosa curiosa e inédita hace que en Venezuela existan dos presidentes de la República conviviendo en la misma casa.

En un cuadro como el venezolano, donde se endurecen posiciones tomadas, la única posibilidad de aproximarse a coincidencias elementales para asegurar la convivencia política y en consecuencia el cese de la guerra no convencional que atraviesa el país es la convocatoria a un diálogo o unas conversaciones entre los factores en pugna. Tal como lo ha señalado el secretario general de la ONU António Guterres y los gobiernos de Uruguay y México con representantes de la Unión Europea, es hora de hacer un esfuerzo para avanzar en una agenda común. 

Una necesidad que como enseña la experiencia se hace mucho más urgente cuando se cierra el espacio para las aproximaciones, teniendo como fondo una situación que en definitiva amenaza la suerte del país como un todo más allá de los intereses propios del gobierno y sus adversarios. 

Un camino que de no ser abordado en términos urgentes, conduciría la actual guerra no convencional a un conflicto de mayor alcance y de mayores consecuencias que como se ha visto no estaría circunscrito a los límites de la Nación sino que sería, aunque parezca exagerado, un cuadro parecido al que en los últimos años ha vivido Siria con las consecuencias que ya se conocen. 

Por cierto, Rusia ha tenido presencia decisiva en el conflicto árabe y Estados Unidos ha anunciado que habrá de retirar sus tropas en aras de un acuerdo de paz como el que con indudable urgencia requiere Venezuela para no reproducir la terrible experiencia que ha vivido y vive la población siria.

@Manuelfsierra 

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