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Análisis: Vientos de guerra

El periodista y analista político Manuel Felipe Sierra reflexionó, "la intervención extranjera en Venezuela ya no es simple especulación"

  • MANUEL FELIPE SIERRA

10/02/2019 05:30 am

"El régimen de Nicolás Maduro es un cadáver insepulto", aseguró el canciller de Colombia, Carlos Holmes Trujillo en conversación con Moisés Naím, en su programa televisivo. 

La afirmación se vincula con la decisión según la cual más de doscientos colaboradores de Nicolás Maduro (no necesariamente funcionarios), entre los cuales se encuentran incluso personajes de la farándula, no podrán ingresar a territorio colombiano; y los operativos para instalar en Cúcuta el centro de acopio y distribución de la ayuda humanitaria de Estados Unidos hacia Venezuela, que ya han activado también la respuesta de la Guardia Nacional y contingentes fronterizos para evitar que la zona se convierta en un grave foco de agitación, tomando en cuenta el clima de violencia que predomina en los últimos años en el eje limítrofe. 

No es nada nueva la tensión política entre los dos países que conoció momentos críticos durante los gobiernos de Hugo Chávez y Álvaro Uribe Vélez en el marco de la lucha contra los grupos armados que operaban y que aún operan pese a los últimos Acuerdos de Paz suscritos por el expresidente Juan Manuel Santos y los líderes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). 

Si bien durante un tiempo las relaciones entre ambos países retornaron a un cuadro de normalidad, e incluso Santos llegó a reconocer la contribución de Maduro para el remate de la negociación con el grupo subversivo en La Habana, en los últimos meses y especialmente con el triunfo de Iván Duque (candidato apoyado activamente por Uribe Vélez y que privilegió en su campaña un claro deslinde con el gobierno venezolano) y el nuevo giro tomado por las relaciones de Venezuela con Estados Unidos a raíz de la victoria de Donald Trump se han radicalizado dos visiones que condicionan directamente los vínculos diplomáticos con Bogotá, toda vez que el país vecino es el aliado más directo y activo (incluso con la existencia de bases militares y la solicitud de ingreso a la OTAN) para una eventual intervención militar en territorio venezolano. 

No es cuento...
La incursión extranjera en Venezuela ya no es una simple especulación de aficionados a los juegos de guerra ni de los círculos políticos que siempre han confiado en la bendita protección de los marines para tranquilizar la recurrente rebeldía latinoamericana. 

Resulta fácil visualizar que se trata de un proyecto perfectamente claro, anunciado incluso por el propio Trump y sus asesores de seguridad como John Bolton y que consideran indispensable para "el restablecimiento de la democracia y los valores de la libertad", la sustitución de Nicolás Maduro quien amén de presidir un gobierno en medio de una grave crisis nacional actuaría como instrumento de la estrategia geopolítica de Rusia, Turquía, China, Corea del Norte y en el continente de Cuba y Nicaragua. 

Ya se conocen los movimientos de las fuerzas militares de Colombia y Venezuela en el fortalecimiento de las zonas fronterizas y el lenguaje agresivo especialmente de Maduro pero no menos cauteloso de Duque, que contribuyen a estimular sentimientos nacionalistas e incluso xenofóbicos en ambas poblaciones; una situación agravada sensiblemente con el torrente migratorio venezolano hacia ciudades del "hermano país" que supone mayores complicaciones para las políticas locales en materia social y en términos de la seguridad territorial. 

Desde hace unos meses desde Bogotá opera también la oposición en el exilio con voceros calificados como Julio Borges, Antonio Ledezma y un Tribunal Supremo de Justicia que asume la legalidad desde el exterior; así como grupos de disidentes acusados por el régimen de haber preparado el frustrado atentado presidencial el 4 de agosto del 2018 en la avenida Bolívar de Caracas. 

La cuestionada reelección de Maduro del 20 de mayo del año pasado y su juramentación ante la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y la autoproclamación del presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como "presidente interino" han estimulado la resistencia y el rechazo al régimen venezolano ya no solo de manera particular por la Casa Blanca sino en una cifra récord de gobiernos que le confieren legitimidad y avalan la curiosa existencia en un mismo país de dos gobiernos paralelos en relativa convivencia, caso hasta ahora único en América Latina y quizá en el escenario mundial. 

JUEGO TRANCADO 
De esta manera la crisis venezolana cobra una mayor gravedad más aún después que instancias importantes como la Unión Europea, la OEA, el Grupo de Lima y en las últimas horas el Grupo de Contacto Internacional sobre Venezuela, reunido en Montevideo, han descartado el mecanismo del diálogo y la negociación y emplazan de manera directa a Maduro a convocar elecciones presidenciales en un plazo perentorio y bajo la vigilancia de observadores internacionales designados al efecto, lo cual como es lógico hubo de ser rechazado por el mandatario y también por Guaidó. 

Si se tratase de un simple esguince propio del debate político no habría razones para una mayor preocupación, pero ahora se trata de un juego trancado que como suele ocurrir solo tendría respuesta con el uso de la violencia y que en este caso no sería activada por los factores internos que suelen protagonizar las contiendas nacionales, sino -por la dejación y el fracaso del polo opositor venezolano- directamente por la estrategia norteamericana que si bien actuaría en apoyo formal a los sectores de la disidencia democrática, se sabe que tratándose de una gran potencia entran en juego el interés por la conquista y el sojuzgamiento de las soberanías. 

Colombia por las razones ya conocidas, ahora sería el instrumento armado que se requiere para una operación de esta naturaleza y no otra cosa demuestran las últimas declaraciones y los pasos concretos del gobierno de Bogotá que ya considera, antes de un combate, que su contendor no solo sería abatido mediante las armas sino que de antemano es un cadáver sin sepultura. Sin embargo, de acuerdo con la experiencia, en las confrontaciones bélicas las victorias solo se cuentan con el resultado de la última batalla. 

@Manuelfsierra 
manuelfsierra@yahoo.com 
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