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Washington, Venezuela y el Grupo Boston

Leopoldo Martínez: A muchos nos preocupa en Washington que, si escalan las sanciones sin el apoyo de una negociación efectiva, el aislamiento coloque a Rusia y China en posición de mayor influencia

  • Diario El Universal

10/11/2018 05:30 am

Leopoldo Martínez Nucete 
Especial para El Universal 

Era diputado en la ya polarizada y difícil Venezuela del 2001-2002 cuando parlamentarios de ambas tendencias políticas, constituimos el Grupo de Boston (GB). Nos acompañaban notables figuras de los EE.UU. como el senador Ted Kennedy y el republicano Cass Ballenger. También recibimos el apoyo firme de la OEA. 

Entonces, igual que hoy, los que pensábamos que nunca se debe renunciar al diálogo en democracia, incluso para alcanzarla si la sociedad se encuentra sometida por alguna forma de autoritarismo, fuimos criticados. En los tiempos que empezó a funcionar el GB, el diálogo permitió que los más difíciles temas no regresaran a la discusión legislativa hasta el siguiente período constitucional, de cuya elección, lamentablemente, se retiró la oposición. 

En Washington nadie ve con indiferencia la crisis de Venezuela. La herramienta de las sanciones a personas específicas, bajo la administración Obama; que han escalado a otras más amplias y de impacto sobre la economía, durante la administración Trump, así como el compromiso de atender la crisis humanitaria y defender los Derechos Humanos, han resultado de consensos bipartidistas como la Ley Menéndez-Rubio. El trabajo del Senador Republicano Bob Corker con el Grupo de Boston, también cuenta con respaldo bipartidista. 

En el fondo, al margen de las distintas apreciaciones y de estridencias como la peligrosa idea de una intervención militar (que rompería todos los consensos, incluso en el partido Republicano), las personas con mayor influencia en Washington saben que en la "realpolitik", la presión internacional no sustituye a la negociación para restablecer la democracia con una mínima cohesión social. Mucho más, dada la magnitud de la crisis económica venezolana, cuya solución exige acuerdos básicos. 

Por otra parte, a muchos nos preocupa en Washington que, si escalan las sanciones sin el apoyo de una negociación política efectiva, el aislamiento coloque a Rusia y China en posición de mayor influencia sobre el destino de Venezuela, a base de aportes económicos. 

Pero, por supuesto, se necesitan señales claras de parte del sector oficial en Venezuela. La credibilidad de su voluntad de diálogo y rectificación es muy baja. La persecución al liderazgo opositor, así como la presencia corrosiva e impune de la corrupción y el crimen organizado, acortan la paciencia de voces influyentes en Washington. La voluntad de buscar una solución democrática a través del diálogo enfrenta una creciente resistencia en sectores de la oposición. 

La realidad, se admita o no, es que todos los caminos hacia la democracia en Venezuela pasan por Washington, y para ello podría ser fundamental la contribución del Grupo de Boston. 
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