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El sacrificio de Ruiz Pineda

Sus palabras representan hoy más que nunca una inalterable enseñanza

  • Diario El Universal

21/10/2018 05:30 am

Análisis Manuel Felipe Sierra  

El 21 de octubre de 1952 -hoy se cumplen 66 años- Leonardo Ruiz Pineda bajó de la escalera de la casa que le servía de refugio clandestino a su familia junto a su compañero de lucha Jorge Dáger. "Alberto", (era su nombre de batalla) traía en sus manos aquella tarde un portafolio, un sombrero y una pistola italiana calibre 22. 

Dáger quien le esperaba en el recibo le dijo: "esa pistola me parece muy pequeña para ti, llévate mi 45 que es mucho más efectiva", y la respuesta no se hizo esperar: "tú quieres que me enferme más de los riñones llevando ese cañón tuyo en la cintura" y luego salieron en compañía de Santos Gómez, de reconocido valor en la clandestinidad. 

Pasados unos minutos, el auto se detuvo en el puente Los Caobos, donde esperaba un hombre quien se acerco a la puerta del auto y le hizo entrega a Leonardo de un sobre que contenía el precio que el desconocido le había puesto al Libro Negro editado recientemente por José Agustín Catalá con su prólogo, y que daba cuenta de la sangrienta pesadilla que vivía el país. 

De regreso a la casa, Dáger puso en las manos de Aurelena, la esposa de "Alberto", el sobre que contenía la cantidad de veinte mil bolívares (el precio más alto de un libro para la época) y se conoció entonces que el generoso comprador era el reconocido poeta y escritor Juan Liscano. 

Santos Gómez, junto con Leonardo, prosiguieron camino a una cita ignorando que faltaban pocas horas para un desenlace fatal. 

En la prensa del día siguiente, la cámara de Francisco Edmundo "Gordo" Pérez dejó para la historia la fotografía del cuerpo de un hombre atravesado en la avenida Principal de San Agustín del Sur. La leyenda de la foto resumía: "un solo proyectil cegó la vida del doctor Leonardo Ruiz Pineda; la bala penetró en la región malar derecha y siguiendo una trayectoria ascendente asomó cerca de la región parietal izquierda; el cuerpo quedo tendido en la calle, boca arriba con los pies dirigidos hacia la acera, entre un gran charco de sangre".

VIAJE A LA MUERTE 

Ruiz Pineda viajaba en el puesto delantero de un auto conducido por David Morales Bello, propiedad de Germán González, por cierto muerto poco después en la Seguridad Nacional; y se encontraba acompañado por Segundo Espinoza y Leoncio Orta. 

El escritor José Vicente Abreu construyó un excelente relato de los pormenores del asesinato, basado en los testimonios de los testigos y en las declaraciones posteriores a la caída de la dictadura, del agente Daniel Augusto Colmenares, quien con junto Francisco León Matute, siguieron el auto en una moto hasta el lugar del crimen. 

Ruiz Pineda fue seguido por ambos desde la plaza Pérez Bonalde en Catia, donde lo dejó la luchadora Regina Gómez Peñalver y allí fue esperado por Morales Bello. El auto tomó la Avenida España con dirección al Atlántico, recogiendo frente a la planta de la Leche Silsa a Espinosa y Dorta; tomó la vía del puente 9 de Diciembre, luego dobló hacia la izquierda por la Avenida Principal de El Paraíso, hasta llegar a la Roca Tarpeya y allí cruzo hacia la Avenida Principal de San Agustín, que registraba a esa hora un fuerte congestionamiento de tránsito, luces tambaleantes y una camioneta accidentada donde iba un señor y varios niños que los obligó a detenerse. 

Al minuto actuaron los sicarios, por lo que Abreu en su reportaje se hace una pregunta pertinente "¿La camioneta formaba parte de la Seguridad Nacional o era una ayuda del cielo a la dictadura?" 

Aurelena, la viuda, fue a la Seguridad Nacional a solicitar el cadáver de su esposo y resultó detenida hasta febrero de 1953 en la Cárcel Modelo y posteriormente deportada junto a su familia a España. Alberto Carnevalli, muerto pocos meses después por una irremediable enfermedad, asumió la jefatura de la lucha clandestina. 

Raúl Nass, funcionario muy cercano a Rómulo Gallegos, contaba que en la mañana del 24 de noviembre de 1948, Ruiz Pineda y Carnevalli coincidieron en Miraflores, y al enterarse que era inevitable el derrocamiento del Presidente y novelista, se abrazaron con fuerza y juraron encabezar ellos la resistencia al gobierno militar. Seguramente no se imaginaron entonces que la ceremonia era, en verdad, un solemne pacto de sangre. 

PERIODISTA VISIONARIO  

Además de estratega y recio luchador político, Ruiz Pineda fue un periodista de pluma resuelta con alma y palabra de poeta. 

Trabajó en el diario Ahora que dirigía Luis Barrios Cruz; fue colaborador de Fantoches, el histórico semanario humorístico de Leoncio Martínez, articulista de la revista Elite y fundó y dirigió el diario Fronteras en San Cristóbal. 

En su prólogo al Libro Negro, editado por Catalá, dejo los perfiles de lo que sería una acertada estrategia frente "la magnitud de la tragedia pública que conmueve a la Nación y que reclama una coordinación de fuerzas que propicie el acuerdo de las fuerzas fundamentales de la nacionalidad; no se trata de una aventurada conjuración de ambiciones políticas, sino de una patriótica aglutinación de responsables sectores del país, a fin de impedir que sobrevenga una etapa de desgarrada guerra civil o de anarquía disolvente o reaccionaria". A los 66 años del asesinato de Ruiz Pineda sus palabras representan hoy más que nunca una inalterable enseñanza. 

EL VIRUS DE LOS ANDES 

A comienzos de siglo XXI las tensiones políticas sacudieron a los países andinos. Además de severas complicaciones económicas en Ecuador, Bolivia, Perú y Colombia, en Venezuela cobraba fuerza el proyecto de la revolución bolivariana de Hugo Chávez, que después devino en lo que Heinz Dieterich por simple comodidad semántica bautizó como "socialismo del siglo XXI". 

El ya famoso "péndulo histórico" de América Latina, que en el pasado se resolvía entre democracia y dictadura, ahora cobra fuerza estimulado por crecientes tendencias como la corrupción generalizada, pequeños brotes de xenofobia, y los conflictos territoriales entre los países, pospuestos por años. 

Ello explica ahora la inestabilidad política peruana; el cambio de línea del gobierno de Ecuador incluso en el vinculo histórico con Venezuela; el recrudecimiento de los enfrentamientos tradicionales en Bolivia; la incertidumbre sobre el futuro de Colombia y el dramático fenómeno que significa las masivas migraciones venezolanas hacia los países andinos, todo lo cual supone nuevos elementos y complicaciones económicas y sociales entre naciones vecinas. La región ahora padece de un nuevo "virus", que ojalá no conduzca a mayores enfermedades. manuelfelipesierra@yahoo.com @manuelfsierra
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