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Corker y la vuelta de las habilidades sociales de políticos

Hemos asistido a la transmutación de la política en el arte de las etiquetas

  • Diario El Universal

13/10/2018 11:46 am

AIMÉ NOGAL M 

Como estaba previsto, el anuncio de la visita de un miembro del Senado de Estados Unidos ha generado revuelo. Algunos advierten que es un "nuevo" José Luis Rodríguez Zapatero, otros que la motivación de Bob Corker es la "animadversión" que le profesa al presidente Donald Trump. 

Algunos consideramos que la venida de Corker, quien conoce bien la situación de crisis política y económica que sufre Venezuela y las motivaciones de sus élites, es una oportunidad para que recibiera información de primera mano sobre el panorama que se cierne sobre nuestro país. 

La primera visita de Corker fue en julio de 2015, antes de la celebración de las elecciones del 6 de diciembre del mismo año. Sus declaraciones de esa ocasión no pueden tildarse de halagüeñas para el Ejecutivo. 

Nuevamente recaló en Venezuela en mayo de 2018, para la liberación del estadounidense Joshua Holt, que permanecía detenido en el Helicoide, en compañía de Caleb Mc Carry, asesor de la instancia que preside Corker. 

Mc Carry tiene una extensa hoja de vida dedicada a las relaciones entre Estados Unidos y naciones con democracias débiles o inexistentes. 

Habilidades perdidas 

Mas allá de las pasiones que desate la visita de Corker, conviene preguntarse si puede el Senador Republicano estimular en el país político el regreso de las habilidades sociales. 

 A lo largo de estas dos décadas, hemos asistido a la transmutación de la política en el arte de las etiquetas: fascistas, golpistas, desestabilizadores, ñángaras, enchufados, títeres o colaboracionistas. 

Vicente Caballo, catedrático de la Universidad de Granada, define las habilidades sociales como aquel "conjunto de conductas realizadas por un individuo en un contexto interpersonal que expresa sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de un modo adecuado a la situación, respetando esas conductas en los demás, y que generalmente resuelve los problemas inmediatos de la situación mientras reduce la probabilidad de que aparezcan futuros problemas" . 

La reducción al absurdo alcanza su cénit cuando se asevera que el acuerdo, diálogo o negociación, han sido los responsables de los retrocesos en los espacios opositores e incluso en el cumplimiento de los derechos constitucionales por parte del Estado. 

Quienes hoy advierten que hasta la escucha es un peligro para la salvación de la República, olvidan que, antes o después de los fracasos, es la política la que redime el valor de la conversación y pone punto final a los conflictos. 

Urge liberarse cuanto antes de la extorsión del blanco y negro. 

La solución a la tragedia que vive la población venezolana, pasa por el regreso de la política, desde la seriedad y la responsabilidad. En esto, como en varios tópicos, los venezolanos estamos a contravía, a la luz del deterioro del concepto de democracia, cada vez más hostigado por electores que desean cambios rápidos y sin consultas, abriendo las compuertas de populismos voluntaristas. 
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