En nuestro anterior Adriani visionario (El Universal, 25.06.21), indicamos que el Hijo Ilustre de Zea (1898-1936) advertía que el anclaje del Bolívar respecto de divisas fuertes como el dólar, apreciaba (encarecía) la moneda nacional, provocando una elevada demanda de bienes y servicios importados en detrimento de la producción venezolana. Todo ello agravado por las devaluaciones competitivas que efectuaban otros países competidores del nuestro en los rubros agropecuarios (café y cacao, principalmente), para no perder mercados en medio del colapso de los precios de las materias primas (que cayeron entre 40% y hasta 80%) durante la Gran Depresión de los años 30.
El economista merideño recomendó entonces, entre otras medidas de política económica, fiscal y monetaria, devaluar el Bolívar. Alcanzó anticipar que, aún después de la recuperación de los precios y de la economía mundial, la agricultura y la incipiente industria manufacturera se quedarían rezagadas o se contraerían si no se corregía la sobrevaluación cambiaria.
50 años más tarde, la revista The Economist definiría este fenómeno, detectado por Adriani, como la Enfermedad Holandesa, la cual ha padecido Venezuela desde entonces. Pudo mitigarse desde la transición democrática iniciada por el presidente López Contreras, a partir del histórico Programa de Febrero de 1936 (corredactado por su ministro de Hacienda, quien poco después fallecería).
La muerte no le permitió al esclarecido estadista dirigir la creación de una de sus propuestas más preciadas, el Banco Central de Venezuela, el cual sería fundado por el presidente López y su ministro de Fomento, Manuel R. Egaña, en 1939.
Las políticas de sustitución de importaciones e industrialización, junto con una sana administración macroeconómica del país durante varias décadas, pudieron haber amortiguado en alguna medida el efecto negativo de la Enfermedad Holandesa sobre la agricultura y la industria; pero la predicción de Alberto Adriani se materializaría, con graves consecuencias, después de las bonanzas petroleras de los años 70 y 2003-2014; siendo ésta una de las causas de la prolongada contracción económica del país (2014-2021), acicateada por la dañina mentalidad rentística de la sociedad venezolana.
@lxgrisanti
El economista merideño recomendó entonces, entre otras medidas de política económica, fiscal y monetaria, devaluar el Bolívar. Alcanzó anticipar que, aún después de la recuperación de los precios y de la economía mundial, la agricultura y la incipiente industria manufacturera se quedarían rezagadas o se contraerían si no se corregía la sobrevaluación cambiaria.
50 años más tarde, la revista The Economist definiría este fenómeno, detectado por Adriani, como la Enfermedad Holandesa, la cual ha padecido Venezuela desde entonces. Pudo mitigarse desde la transición democrática iniciada por el presidente López Contreras, a partir del histórico Programa de Febrero de 1936 (corredactado por su ministro de Hacienda, quien poco después fallecería).
La muerte no le permitió al esclarecido estadista dirigir la creación de una de sus propuestas más preciadas, el Banco Central de Venezuela, el cual sería fundado por el presidente López y su ministro de Fomento, Manuel R. Egaña, en 1939.
Las políticas de sustitución de importaciones e industrialización, junto con una sana administración macroeconómica del país durante varias décadas, pudieron haber amortiguado en alguna medida el efecto negativo de la Enfermedad Holandesa sobre la agricultura y la industria; pero la predicción de Alberto Adriani se materializaría, con graves consecuencias, después de las bonanzas petroleras de los años 70 y 2003-2014; siendo ésta una de las causas de la prolongada contracción económica del país (2014-2021), acicateada por la dañina mentalidad rentística de la sociedad venezolana.
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