Espacio publicitario

Sin liderazgo no hay destino prometido

Los liderazgos autoritarios han sido los más frecuentes en la historia mundial, por lo que no es de extrañar que autocracias y dictaduras figuran como las formas más frecuente de gobierno

  • DANIEL ASUAJE

17/03/2022 05:00 am

Sin duda alguna que en cada situación concreta el líder que la enfrenta hace la diferencia. El ejercicio del liderazgo debería ser siempre para resolver problemas y no su causa como suele ser a menudo. Putin entra dentro de esta última categoría, su ambición de ser el restaurador de la Gran Rusia es la causa sicológica detrás del drama que hoy vive Ucrania y la fuente de las actuales tensiones y temores mundiales. La megalomanía es un rasgo frecuente en los liderazgos, especialmente entre los de talante autoritario. Este tipo de liderazgo suele surgir bajo ciertas condiciones sicosociales y culturales que le sirven de soporte. El liderazgo de Hitler surge de las cenizas de una Alemania devastada por la guerra, acusando la humillación y expoliación por parte de las potencias vencedoras, acosada por la incertidumbre que la crisis social y política alemana generaba en la población y que el verbo incendiario de Hitler recogió convirtiéndose en el representante de una población que deseaba seguridad, restauración de la gloria alemana, castigo a los culpables de la crisis –de la cual los judíos fueron importantes chivos expiatorios- modelando una manera de ser muy difundida entre los alemanes brillantemente dibujada por E. Fromm en su famoso libro El Miedo a la Libertad. Este mismo contexto movió a T. Adorno a postular la existencia de una personalidad autoritaria que subyacía en el carácter nacional alemán y del cual Hitler no era otra cosa que su expresión personalizada.

Los liderazgos autoritarios han sido los más frecuentes en la historia mundial, por lo que no es de extrañar que autocracias y dictaduras figuran como las formas más frecuente de gobierno y que tienda a confundirse autoritarismo con la esencia misma del liderazgo. La democracia como forma consensuada de gobierno no está exenta de la aparición de figuras autoritarias como lo ilustra el surgimiento de Trump. En Venezuela la sombra de un gobernante militar estuvo siempre tras el ensayo democrático del siglo pasado. Las democracias tienen un talón de Aquiles consustancial: la libre expresión. Gracias a ella todas las formas de pensamiento tienen la posibilidad de manifestarse, incluyendo a las posiciones anti democráticas, sin otra traba que el derecho ajeno a ser igualmente oído. Como en las democracias sus defectos se ventilan públicamente, mientras que en las dictaduras tal debate no existe, tiende a prosperar la idea según la cual las democracias son muy defectuosas mientras que las dictaduras pueden presumir de virtudes de las que carecen.

En Venezuela Chávez fue el verbalizador más exitoso de los defectos de la democracia y logró ser su celebrado sepulturero. Para muchos, Chávez y Maduro han puesto en evidencia que lel remedio contra la tentación chavista son sus propios gobiernos y si no fuera porque la demagogia populista tiende a convertir la memoria política de las sociedades en una brisa pasajera no se necesitaría refuerzos para una cura más duradera. En Venezuela, a diferencia de la Argentina de hoy donde del peronismo se sale con el voto, esta sustitución no ha sido posible hasta ahora por lo que a pesar de rechazo mayoritario de décadas al chavismo más de uno se pregunta si es con democracia que saldremos del madurismo. La pregunta no es ociosa, pues toca de lleno a la efectividad de la acción política y pone sobre el tapete la verdad de si los males de la democracia se curan con más democracia entonces con cuál medicina se solventan los de las dictaduras y aquí es donde el asunto del liderazgo entra en juego.

Se ha señalado que la orientación totalitaria subyace, al menos, en buena parte de nuestro inconsciente colectivo por lo que la llegada de un mesías valiente y luchador, que sepa mandar y tire no solo la primera sino todas las piedras necesarias para castigar a los culpables de las desgracias patrias es todavía es la esperanza de muchos. Esta fue la ilusión con Chávez, pero la decepción no representa la cura de esta compulsión social, que aunque no es universal si es lo suficientemente difundida como para asegurar éxito político a quién sepa servirse de ella. Normalmente quienes a este recurso apelan se sirven de las desgracias, penurias y carencias sociales como recursos para llegar al poder, no como los problemas a resolver mediante políticas públicas.

Tomando en cuenta lo anterior podría asumirse que estamos ante un callejón sin salida, pero las ciencias de la conducta ponen de manifiesto las posibilidades de cambios culturales y el liderazgo juega en ello un gran papel. Betancourt no necesitó que la mayoría de los venezolanos conociera cabalmente su programa político de modernización ni que todos fueran demócratas convencidos, tales resultados fueron más bien consecuencias que causa de los gobiernos democráticos. En Ucrania Zelensky mostró que un liderazgo sintonizado con la mayoría y consecuente con lo predicado instala al líder en la emoción colectiva.

@signosysenales

dh.asuaje@gmail.com

Siguenos en Telegram, Instagram, Facebook y Twitter para recibir en directo todas nuestras actualizaciones
-

Espacio publicitario

Espacio publicitario

Espacio publicitario

DESDE TWITTER

EDICIÓN DEL DÍA

Espacio publicitario

Espacio publicitario