Japón y el liderazgo femenino
En comparación con sus homólogos masculinos, las mujeres japonesas se muestran menos motivadas a la hora de buscar tareas de liderazgo cuando se les plantean dichas oportunidades, lo que amplía la brecha de género
La desigualdad de género y la infrautilización del trabajo de las mujeres sigue siendo un problema importante en la sociedad mundial y Japón no escapa de esta tendencia. En este orden, en las proyecciones del Gobierno japonés se estima que cerrar la brecha laboral en el país implica sumar 5,8 millones de empleados a la fuerza de trabajo japonesa -con lo cual se elevaría el producto interno bruto en 10%-, pero esto exige un esfuerzo económico importante para ampliar en dicha proporción el mercado laboral.
Esto implica promover la formación técnica y profesional de las mujeres, incentivar el liderazgo femenino, crear condiciones para el trabajo, estimular una mayor participación de las mujeres en puestos directivos, impulsar la representación femenina en las instituciones públicas, entre otras. De esta manera, cerrar la brecha de género en la economía japonesa ha conllevado a un esfuerzo de mediano y largo plazo donde destaca el enfoque womenomics del ex primer ministro japonés Shinzo Abe. Bajo este enfoque se intentó potenciar de diversas maneras el crecimiento económico-profesional de las mujeres, iniciando con el desarrollo del liderazgo femenino a través de la Ley de promoción de la participación y el avance de las mujeres en el lugar de trabajo, que entró en vigencia en 2016. Este instrumento jurídico obliga a los organismos públicos y a las empresas privadas con más de 300 empleados a crear planes de acción para el desarrollo del liderazgo de las mujeres y a divulgar públicamente estos planes, junto a sus progresos, para garantizar la mayor transparencia posible en esta práctica.
Múltiples aspectos estructurales, socioculturales y geopolíticos incidieron para que esta política no se consolidará ni logrará su objetivo: las mujeres ocuparían el 30% de los puestos directivos de organismos públicos y empresas privadas en 2020. Algunos de estos aspectos fueron la falta de guarderías, la infrautilización del permiso de paternidad, el trabajo intensivo en las organizaciones japonesas y el exceso de horas laborales, las dificultades para garantizar el resguardo y la protección a la maternidad de las trabajadoras, la carga presupuestaria de la pandemia del nuevo coronavirus, además de la práctica empresarial generalizada de no contratar ni promocionar a las mujeres en puestos directivos.
Situación que ha generado preocupación por el ámbito de la identidad de líder y los valores de liderazgo de las mujeres en Japón. Desde la perspectiva sociológica, la identidad de líder –es decir, la medida en que un individuo se auto identifica como líder- se considera fluida y se construye dentro del contexto social. Dado que las mujeres nos adaptamos constantemente a la identidad social de grupo, experimentar el liderazgo de otras mujeres nos hace más propensas a vernos como líderes potenciales.
Pero la limitada exposición a las redes de liderazgo femenino, a los modelos femeninos y las escasas oportunidades de adquirir experiencia mediante tareas de liderazgo, dificultan aún más la construcción de liderazgo de las mujeres japonesas. En otras palabras, sin oportunidades para desarrollar su identidad de líder y sus valores, es difícil que las mujeres se motiven para avanzar en su carrera. En comparación con sus homólogos masculinos, las mujeres japonesas se muestran menos motivadas a la hora de buscar tareas de liderazgo cuando se les plantean dichas oportunidades, lo que amplía la brecha de género. La sociedad japonesa tiene el reto de avanzar en condiciones para que las mujeres construyan su capital de liderazgo.
@zerpasad
Esto implica promover la formación técnica y profesional de las mujeres, incentivar el liderazgo femenino, crear condiciones para el trabajo, estimular una mayor participación de las mujeres en puestos directivos, impulsar la representación femenina en las instituciones públicas, entre otras. De esta manera, cerrar la brecha de género en la economía japonesa ha conllevado a un esfuerzo de mediano y largo plazo donde destaca el enfoque womenomics del ex primer ministro japonés Shinzo Abe. Bajo este enfoque se intentó potenciar de diversas maneras el crecimiento económico-profesional de las mujeres, iniciando con el desarrollo del liderazgo femenino a través de la Ley de promoción de la participación y el avance de las mujeres en el lugar de trabajo, que entró en vigencia en 2016. Este instrumento jurídico obliga a los organismos públicos y a las empresas privadas con más de 300 empleados a crear planes de acción para el desarrollo del liderazgo de las mujeres y a divulgar públicamente estos planes, junto a sus progresos, para garantizar la mayor transparencia posible en esta práctica.
Múltiples aspectos estructurales, socioculturales y geopolíticos incidieron para que esta política no se consolidará ni logrará su objetivo: las mujeres ocuparían el 30% de los puestos directivos de organismos públicos y empresas privadas en 2020. Algunos de estos aspectos fueron la falta de guarderías, la infrautilización del permiso de paternidad, el trabajo intensivo en las organizaciones japonesas y el exceso de horas laborales, las dificultades para garantizar el resguardo y la protección a la maternidad de las trabajadoras, la carga presupuestaria de la pandemia del nuevo coronavirus, además de la práctica empresarial generalizada de no contratar ni promocionar a las mujeres en puestos directivos.
Situación que ha generado preocupación por el ámbito de la identidad de líder y los valores de liderazgo de las mujeres en Japón. Desde la perspectiva sociológica, la identidad de líder –es decir, la medida en que un individuo se auto identifica como líder- se considera fluida y se construye dentro del contexto social. Dado que las mujeres nos adaptamos constantemente a la identidad social de grupo, experimentar el liderazgo de otras mujeres nos hace más propensas a vernos como líderes potenciales.
Pero la limitada exposición a las redes de liderazgo femenino, a los modelos femeninos y las escasas oportunidades de adquirir experiencia mediante tareas de liderazgo, dificultan aún más la construcción de liderazgo de las mujeres japonesas. En otras palabras, sin oportunidades para desarrollar su identidad de líder y sus valores, es difícil que las mujeres se motiven para avanzar en su carrera. En comparación con sus homólogos masculinos, las mujeres japonesas se muestran menos motivadas a la hora de buscar tareas de liderazgo cuando se les plantean dichas oportunidades, lo que amplía la brecha de género. La sociedad japonesa tiene el reto de avanzar en condiciones para que las mujeres construyan su capital de liderazgo.
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