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50.000 vidas menos en diez meses: La trayectoria del virus en Colombia

Colombia supera la tasa de una muerte por cada mil habitantes en mitad de una segunda ola tan intensa como la primera, con más equipamiento pero sin inmunidad, ni vacunación en marcha, ni dirección política clara

  • Diario El Universal

22/01/2021 08:58 am

Caracas.- El 21 de marzo de 2020, Colombia confirmó su primera muerte oficial por covid. Era un hombre de 58 años, habitante de Cartagena de Indias, y de profesión taxista. Tenía, como tantos otros millones de colombianos, hipertensión y diabetes no tratadas. Entró en la clínica el 13 de marzo, murió el 16. Parece que, para entonces, el virus que causa la enfermedad ya llevaba más de un mes circulando en Colombia. Estudios genómicos realizados posteriormente por la Universidad del Rosario permiten intuir incluso un origen probable: Francia. Y su primer destino visible: Caldas, departamento cafetero, reseña El País.

Pero por aquel entonces ni siquiera estaba claro que esa primera muerte lo fuera por covid: se especulaba con la incertidumbre en torno a unas pruebas diagnósticas que resultaron inicialmente inconcluyentes, y de hecho el proceso de certificación de la causa de muerte se demoró cinco días. En ese periodo, una cacofonía de voces políticas y mediáticas se movía entre el miedo, la confusión y el manejo de expectativas, lanzando pronósticos sobre cuánto iba a durar la epidemia y qué impacto iba a tener en el país. Un decreto presidencial incluso se puso a cifrar en su exposición de motivos los casos del peor escenario: cuatro millones. Pero pocas de ellas se atrevieron a prever más de un año de convivencia con el SARS-CoV-2, con 50.187 muertes en solo diez meses, algo que encaja bastante precisamente con esos cuatro millones de casos probables según la letalidad que le suponemos al virus. Cinco mil por mes. Más de 150 al día. Unas seis por hora. Una cada diez minutos, aproximadamente. Pero ese es exactamente el escenario en el que se ha encontrado Colombia hoy, junto al resto de América Latina, y todo el hemisferio occidental.

El ritmo de estas muertes no ha sido ni mucho menos constante, como podría sugerir el ejercicio de la división por tiempo. Colombia atravesó un pico muy pronunciado entre julio y agosto de 2020, y ahora se encuentra en el segundo, de tamaño y forma aparentemente similar.

El impacto no solo varió en el tiempo, sino también en el espacio. Algunas regiones se vieron saturadas más pronto. En los primeros meses, Barranquilla y Cartagena, las grandes urbes del Caribe, fueron algunas de las zonas metropolitanas más golpeadas, así como Leticia, en el Amazonas. Los departamentos de Atlántico (capital: Barranquilla), Bolívar (capital: Cartagena), y en menor medida Magdalena (capital: Santa Marta) concentraron la mayor parte del exceso de mortalidad en el primer semestre del 2020, de acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).

El segundo pico se ha traducido en un alto nivel de ocupación de UCI en varios lugares, pero ha sido particularmente preocupante en las tres principales ciudades colombianas: Bogotá, Medellín y Cali, que en su conjunto suman más de 12 millones de habitantes. Las tres grandes urbes han reportado en días recientes una ocupación de UCI por encima del 90 %, y han arrancado este 2021 entre medidas de confinamiento, cuarentenas y toques de queda –tanto nocturnos como corridos–. “No se puede hablar de un pico nacional, ya que la pandemia se ha comportado distinta según las regiones”, defendía el pasado fin de semana el presidente Iván Duque. “Lógicamente, cuando tenemos picos en las ciudades de mayor número de habitantes, se hace mucho más notorio y nos obliga a tener que tomar más decisiones”.

La realidad es que estos picos regionalizados habrían desbordado la capacidad de cuidados intensivos locales si no fuera porque la capacidad instalada creció, hasta más que duplicarse en muchos casos, en la capital y en otras muchas áreas del país.

Una médica que ha estado durante nueve meses atendiendo pacientes de covid en un hospital en el norte de Bogotá califica como “abrumador” lo que está viviendo el personal sanitario. Habla por teléfono en su primer día de descanso después de una semana con jornadas de hasta más de 12 horas. “Nos preocupa tener que hacer comités de priorización para ver a quién le damos un ventilador, a quién enviamos a la UCI”, dice. Aunque el año pasado se conocía menos la enfermedad, ahora están teniendo que tomar decisiones más difíciles. En las últimas semanas han sido frecuentes las reuniones con el departamento de ética del centro médico en el que trabaja para decidir a quién le dan una cama. “No estábamos preparados para esto, la relajación de las medidas en diciembre nos está llevando al límite”, reconoce.

Juliana Mantilla, médica internista que trabaja en una clínica privada del sur de Bogotá, dice que este mes ha sido el más difícil. A diferencia del primer pico -cuenta- ahora además de pacientes de covid, hay una cifra alta de ingresados por otras enfermedades. “En los primeros meses de la pandemia las salas de urgencias estaban casi vacías. La gente temía contagiarse en un hospital, muchos se dejaron de tratar enfermedades y hoy necesitan atención urgente”, explica Karen Álvarez, que trabaja en un hospital de la capital.

Y si esto sucede en la capital de la nación, con 1.400 unidades de cuidados intensivos más que en marzo de 2020 y unas 30 por cada 100.000 habitantes, las condiciones en regiones como la del Chocó, en la costa pacífica, donde las UCIs apenas han crecido para alcanzar las 4 por cada 100.000, puede estallar en cualquier momento.

Con información de El País.

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