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Disidencias, un dolor de cabeza que alarga conflicto en Colombia

Un estudio de la Fundación Ideas para la Paz calcula que ya tienen unos 1.200 integrantes divididos en 18 grupos

  • DPA

18/04/2018 04:26 pm

Bogotá.- El reciente caso del secuestro y muerte de tres miembros de un equipo periodístico ecuatoriano hizo voltear los ojos de Colombia hacia su frontera sur, región golpeada por un actor armado que hasta hace poco no estaba en los planes de nadie: las disidencias de la exguerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Esos grupos cruzaron la frontera hacia Ecuador, donde han cometido ataques con carros bomba, secuestros y extorsiones que tienen en pánico a una zona que siente que aún falta mucho para que el conflicto armado colombiano termine del todo, reseñó DPA.

Las FARC surgieron en 1964 y se desmovilizaron a raíz del acuerdo de paz que su máximo líder, Rodrigo Londoño, firmó con el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, en noviembre de 2016.

Unos 7.000 de sus miembros entregaron las armas a las Naciones Unidas, pero alrededor de 400 guerrilleros rasos con algunos mandos medios se apartaron de la negociación poco antes de la firma del pacto.

Expulsados de las FARC, organización que incluso les prohibió usar su nombre, los grupos han crecido en los últimos meses, tanto que un estudio de la Fundación Ideas para la Paz (FIP) calcula que ya tienen unos 1.200 integrantes divididos en 18 grupos.

Según las autoridades colombianas, los disidentes no deben ser considerados guerrilleros, sino miembros de bandas dedicadas al narcotráfico, la extorsión y la minería ilegal.

Tal vez la disidencia más activa, o al menos la que ha cometido los ataques más mediáticos, es la llamada "Oliver Sinisterra", que actúa en los límites del departamento colombiano de Nariño y la región ecuatoriana de Esmeraldas.

El jefe del grupo es el ecuatoriano Walter Arizala, alias "Guacho", quien hasta hace poco era desconocido y ahora es una de las personas más buscada por las autoridades colombianas.

"Ese individuo es la expresión degradada del narcotráfico, convertido en un instrumento de carteles mexicanos muy poderosos. Es para nosotros un objetivo de alto valor", dijo al diario "El Tiempo" el vicepresidente colombiano, Óscar Naranjo.

Para el general Jorge Nieto, director de la Policía Nacional de Colombia, Guacho se convirtió en poco tiempo en una pesadilla de la que solo despertará con su captura o muerte en una zona a orillas del océano Pacífico en la que por lo menos 3.000 efectivos militares y policiales están tras sus huellas.

"Más que un disidente, Guacho es un narcotraficante puro, que busca apoderarse de todos los eslabones de la cadena del narcotráfico en esa región. Hoy, este delincuente es un objetivo de alto valor, máxime después del crimen del equipo periodístico de Ecuador", expresó Nieto.

Tras la firma del acuerdo de paz y la confirmación del surgimiento de algunas disidencias, el Gobierno colombiano pareció no darle mucha importancia al tema y aseguró que los grupos serían exterminados pronto porque contra ellos serían dirigidos los ataques militares que antes tenían como blanco a las FARC.

Sin embargo, la FIP muestra con cifras que la actividad de esas bandas se ha mantenido en un constante aumento: mientras que en el primer trimestre del año pasado las acciones atribuidas a esos sectores fueron ocho, en el mismo periodo de 2018 llegaron a 56.

Los sectores más afectados, además de la frontera con Ecuador, han sido los departamentos de Guaviare, Cauca, Meta y Caquetá.

"Lo que está sucediendo en el litoral Pacífico es lo más problemático, pues allí confluyen estructuras de grupos muy distintos que tienen una gran capacidad de desestabilización", dijo Sergio Guarín, director del área de posconflicto de la FIP.

Guarín se refirió así a las actividades desplegadas en Nariño por la "Oliver Sinisterra" y otros grupos disidentes de las FARC, a lo que se suma la presencia de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y de diversas bandas narcotraficantes.

Un problema mucho más antiguo que no ha podido ser solucionado por las autoridades colombianas data de 1991, cuando la guerrilla del Ejército Popular de Liberación (EPL), que había surgido en 1967, firmó un acuerdo de paz y se desmovilizó.

Un pequeño sector de ese grupo desconoció el pacto y se mantuvo en armas, pero aunque en ese entonces se decía que no tenía más de un centenar de miembros, las autoridades no lograron exterminarlo y en la actualidad luce fuerte.

Aunque ese grupo insiste en usar las siglas del EPL, el Gobierno lo llama Los Pelusos, una violenta banda narcotraficante que por estos días mantiene bajo el terror a una zona del noreste del país fronteriza con Venezuela por enfrentamientos que mantiene con el ELN.

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