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El dolor experimentado en Auschwitz en el testimonio de un sobreviviente

Mariano Gurfinkel nació en Polonia. Fue trasladado junto a su abuelo Noah al campo de Auschwitz, donde soportó maltratos y hambre. La muerte lo asedió cada segundo de sus días en este lugar

  • REINA MOLINA GONZALEZ

26/01/2020 05:00 am

Auschwitz fue un infierno en la Tierra. Las marcas en sus manos revelan el dolor sufrido durante sus días en el peor campo de exterminio de la época nazi. 

Mariano Gurfinkel encontró en este lugar una lección de vida cuando aún no cumplía los 15 años. Entendió todo lo que podía generar la maldad.

Hoy, cercano a los 90 años, habla de esta traumática vivencia como si hubiese sido ayer. Los recuerdos sobre el Holocausto invaden su memoria. 

Muchas tristezas marcaron su vida. Perdió a su madre cuando solo tenía dos meses, y a su padre a los cinco años de edad. Su abuelo, director gerente de una fábrica de alfombras en la ciudad polaca Lodz, le regaló los mejores años en su infancia.

 Con él vivía en un apartamento acomodado, pero las cosas cambiaron cuando estalló la Segunda Guerra Mundial.

Un septiembre esperaba emocionado iniciar sus estudios de tercer grado de primaria, cuando de pronto tropas del ejército alemán ocuparon su ciudad.

Miles de personas serían desplazadas. Durante cuatro años vivió con su abuelo en un ghetto , un lugar empobrecido donde apenas dormían. Las carencias y peligros abundaban. 
 
Con estas áreas cerradas construidas por orden del régimen nazi, se buscaba segregar de alguna forma a los judíos y obligarlos a vivir en condiciones insoportables. 

Mariano asegura que los días en el ghetto eran más llevaderos porque estaba con quien quería, su abuelo Noah. 






Mientras transcurrían los días, varios de ellos con algún instante que les sacó una que otra sonrisa, nunca imaginaron que lo que vendría después de estar en ese lugar sería peor. 

Después del ghetto, él y su abuelo fueron trasladados en vagones para ganado al campo de concentración en el que más de un millón de personas murieron, la mayoría judíos. 
 
“Si hubiera estado tomado de la mano de mi abuelo tal vez no estaría dando esta entrevista” dice con lágrimas en los ojos Mariano, al evocar el momento en el que lo separaron de su abuelo al llegar a Auschwitz, pues había sido seleccionado de inmediato para ser asesinado en una cámara de gas. 

Al momento, Mariano fue enviado al campo de Birkenau (Auschwitz II) y allí trabajó duro bajo maltratos más de diez horas al día, durante meses.

La muerte a menudo eclipsaba su mente. En las selecciones de prisioneros, realizadas por la SS, una unidad paramilitar del partido alemán nazi, miles de prisioneros eran enviados a cámaras de gas. Él, por suerte, terminó siempre siendo escogido para trabajos forzados.

Dos meses más tarde, fue enviado a Alemania, a un campo de concentración de trabajo en el que fabricó armamento, y donde su salud quedó afectada. “Yo sobreviví por casualidad. Nadie puede imaginar los maltratos que en Auschwitz se cometían” dice Gurfinkel.






Una vida nueva lejos del terror


Tras un recorrido doloroso que lo llevó a Suecia, país donde pudo estudiar y ser atendido por su débil salud, escuchó sobre Venezuela. 

Amigos de su padre que emigraron a Venezuela lo contactaron. Un tío paterno residenciado en Argentina también. Mariano vio en sus posibilidades emigrar a esta última nación y así vivir con su tío a quien recordaba mucho, pero para esos años el ingreso de personas de origen judío en ese país suramericano era complicado. 

Entonces decidió y para el mes de agosto de 1946 abordó un barco en el que se trasladó durante semanas al que se convertiría en un nirvana para él. 

Todo lo malo quedó a un lado cuando sus ojos miraron por primera vez el cerro El Ávila , y su piel sintió el clima tropical con el que se amañaría muy pronto. 

Con solo 15 años llegó a Venezuela. A su futuro. Donde la vida lo compensaría tras el sufrimiento que vivió en el pasado. País al que luego entregaría gran parte de su trabajo por agradecimiento. 

Un amigo lejano de la familia lo recibió en Caracas. Se convirtió en un brillante estudiante. Salió eximido en bachillerato y realizó múltiples estudios profesionales en la Universidad Central de Vnezuela (UCV), y en las universidades de Estados Unidos,   el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y en la Universidad de California.

En esta última, donde estudió su postgrado, conoció a su esposa Laura. 

“Toda esta experiencia me ha enriquecido. He tenido una vida interesante, feliz. Tengo una buena familia. Con mi esposa me casé hace 55 años y hemos tenido una vida feliz” enfatiza Mariano con una sonrisa. 
 
Sus dos hijos y cinco nietos son inspiración para él. Su esposa que batalla contra el alzheimer, le da la fuerza que necesita. 

Hoy Mariano no siente resentimiento por lo vivido en Auschwitz. Su corazón no admite ese sentimiento a pesar de lo sufrido. 

Para Gurfinkel este genocidio desmedido debe recordarse siempre, en colegios y universidades. Mantenerse como una lección ineludible en todos los países del mundo.

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