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El despeje del mito Lula

El poder del Estado brasileño ha confirmado a Lula como la cabeza visible de la trama de corrupción más grave ocurrida en el país y lo ha puesto en la cárcel.

  • Diario El Universal

07/10/2018 05:30 am

Por Alejandro Mendible

En las elecciones del Brasil de hoy se despeja la confrontación entre el original Estado nacional brasileño y el mito del personalismo fundacional de un proceso sociopolítico populista.

En el país luso-americano, a diferencia de Hispanoamérica, se formó primero el Estado imperial antes de la nación,  sepultando las posibilidades de germinación caudillista, y desde entonces han fracasado todos aquellos que se han enfrentado a la élite detentora del poder estatal.

Incluso la carismática figura de Getulio Vargas, asociada al viraje histórico del país agrario al industrial, terminó claudicando ante la fortaleza del Estado al tomar la trágica decisión de suicidarse en 1954.

Por su parte, Lula llega a la presidencia como un outsider de la élite tradicional del poder en el año 2003, representando al Partido de los Trabajadores (PT) y logra articular desde el poder una extensa y compleja red de elementos simbólicos, sobresaliendo la de redentor de los pobres en un país injusto.

Asimismo, capta a nivel continental la favorable coyuntura internacional que se le presenta a Suramérica debido a tres factores: el viraje de la política exterior de los Estados Unidos ante el impactante ataque terrorista del 11S de 2001; la toma de conciencia de un embrionario nacionalismo regional frente a la propuesta del ALCA y la aparición del capital chino, todo lo cual permite por primera vez en la historia que un país no occidental impulse el desarrollo nacional en una región dominada por el capitalismo norteamericano.

En síntesis, se impulsa el lulismo que encubría de manera soterrada un caballo de Troya, tendiente a la sustitución del Estado brasileño por un proyecto alternativo diferente al perfil de la identidad democrática brasileña y fuertemente influenciado por el Foro de Sao Paulo, o el renacimiento de un neo comunismo proto fidelista justo cuando se produce el derrumbe de éste a escala mundial, a pesar de que en nuestro medio se intenta revivir como el “socialismo del siglo XXI”.

Las magnitudes de tal desafío pueden medirse por el enorme espacio y gran influencia que Brasil tiene en el continente; como rechazo se articula un amplio frente de contención nacional contra el PT que logra en el año 2016 el impeachment contra la sucesora de Lula, la presidenta Dilma Rousseff, consiguiendo el retiro del lulismo para quedar éste como el Cid Campeador de los desposeídos que lucha contra el poder del Estado capitalista que según él había consumado un “golpe de estado” contra la nación brasileña.

Dos años después, cuando el poder del Estado ha confirmado a Lula como la cabeza visible de la trama de corrupción más grave ocurrida en el país y lo ha puesto en la cárcel, asistimos a un evento electoral que nos permitirá despejar la fortaleza del “mito Lula” en cuanto a su capacidad de transferir su caudal simbólico electoral a Haddad, el candidato del PT en estas elecciones, como su alter ego para retomar el modelo de transformación del Estado nacional.

Contra dicho mito se enfrenta el candidato derechista, el capitán Jair Bolsanaro del PSL, quien podría continuar la senda del “orden y progreso”: la divisa nacional que figura en la bandera del Brasil.

Sin embargo, todo indica que esta confrontación tendrá una segunda vuelta definitoria y entonces podremos sopesar la inclinación del Brasil y sus implicaciones para nuestro país.

Por Alejandro Mendible, profesor de Historia de Brasil en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y en el Universidad Católica Andrés Bello (UCAB)

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