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Malta

Este archipiélago rebosa brisa, colores, y una historia que se lee en todos sus rincones desde hace siete mil años

  • Diario El Universal

13/10/2019 06:00 am


Adriana Herrera 

Siete islas conforman a este archipiélago que tiene tras de sí siete mil años de historia. Ha pasado por invasiones bárbaras, bombardeos y luchas sangrientas; un pasado moldeado por romanos, bizantinos, normandos, caballeros y británicos que dejó en Malta un colorido multicultural que le brota desde adentro. Nada más con escucharlos se puede estar en muchos lugares al mismo tiempo y es que el idioma maltés es una mezcla de árabe, francés, inglés, italiano y español. Una sonoridad que, por instantes, puede llegar a ser familiar. Pero estamos en St. Julians, bordeando la costa y embelesados con Spinola Bay, ese lugar donde reposan los luzzus, unas embarcaciones pintadas de azul, amarillo, rojo y verde que fueron llevadas por los fenicios hace tres mil años y que se quedaron en Malta por la conveniencia del lugar para hacer transacciones. De allí que tengan pintado el ojo de Osiris, con la esperanza de alejar los malos espíritus y traer buena suerte cuando se va al mar.

Estos barcos abundan en Malta, sobre todo en el pueblo pesquero de Marsaxlokk, pero aquí en St. Julians solo hay una cantidad suficiente que se convierten en la vista perfecta para los restaurantes que bordean la bahía. Allí mismo hay que ir a Gululu, y pedir una Fenkata, el plato típico maltés hecho con conejo; pero si el sol o la brisa apremian, vale la pena refugiarse en Café Cuba, un lugar de sombrillas generosas, con Spinola a sus pies y que nos deja extender la vista sobre el Mediterráneo, mientras prueban delicias cubanas con matices malteses. Al principio de la bahía está el monumento LOVE, una escultura doble y hecha en piedra, con la palabra amor escrita en inglés e invertida, con la intención de que se lea bien cuando el sol proyecte su sombra sobre la acera y la propia bahía. Los enamorados dejan sus candados pidiendo (¿o jurando?) amor eterno. Malta no escapa a la moda de encadenar promesas.  

Cuesta arriba 
Siguiendo por la costa de Malta, se llega a Sliema, el centro de compras por costumbre. Las calles lucen apretujadas, siempre con el Mediterráneo al frente. En el camino uno se tropieza con la catedral de St. Julians y los dos relojes que saltan de su fachada. Aquí es preciso detenernos: en Malta hay un total de 359 iglesias, casi la misma cantidad que días tiene el año. Todas tienen dos relojes perfectamente visibles: uno muestra la hora correcta y el otro, intenta despistar al diablo. Las campanadas suenan a la hora exacta y retumban, como indicando que hay que seguir el camino hasta la Valleta, la empinada capital del archipiélago. 

La historia en las paredes 
En el año 1798, Carlos V gobernaba Malta y fue él quien creó la Orden de los Caballeros Hospitalarios, encargados de darle una mejor cara que la hiciera resaltar dentro de la grandeza de Europa. Fueron los caballeros los que embellecieron el archipiélago con palacios, iglesias y edificios importantes; fueron ellos quienes introdujeron a artistas como Michelangelo Caravaggio o Mattia Pretti y quienes construyeron a la ciudad de Valleta y la fortificaron, para protegerse de las invasiones turcas: la diseñaron empinada para que fuese difícil entrar e hicieron lo propio con las tres ciudades que se levantan frente a la capital; Vittoriosa, Cospicua y Senglea, que hoy se aprecian llenas de calma desde ese pedazo de gloria que es Upper Barakka Gardens, unos jardines donde la brisa golpea y Malta y su Gran Puerto se ven desde muy arriba.

Su aspecto de ciudad vieja, pero elegante, le valió ser nombrada Patrimonio de la Humanidad y la mejor manera de conocer la Valleta es perdiéndose y, de tanto en tanto, preguntar dónde queda la calle República para ubicarse, pues ahí se comunican la mayoría de los caminos de la capital. Así, pueden ver el Teatro Manoel en una esquina, pequeño e insospechado, pero que ostenta el título del tercer teatro más antiguo de Europa; o entrar a la Casa Rocca Piccola para tener una idea de cómo vivían las familias maltesas en siglos pasados y hacer un recorrido de una hora para visitar, además, uno de los refugios antiaéreos de la II Guerra Mundial. A propósito de esto, al lado de los jardines bajos (Lower Barakka Gardens) se levanta el Malta Siege Bell, un monumento que honra a las siete mil víctimas maltesas que dejó la guerra. No se puede dejar la ciudad sin entrar a la Co-Catedral de San Juan donde está "La decapitación de San Juan", uno de los cuadros más famosos de Caravaggio, y sin pasar por la Biblioteca, en plena calle República, último edificio que construyeron los caballeros y que hoy está rodeado de cafés.

Ir a Gozo y Comino
-Desde Sliema se pueden tomar ferrys que desembarcan en Gozo y Comino, islas preciadas de Malta, con el agua azul, azulísima. Además del cambio de paisaje, son muy visitadas por los que gusten del buceo y practicar snorkel. La ruta, que es de todo un día, incluye un guía especializado, almuerzo y refrigerios.
 
-También pueden emprender un paseo hasta Sicilia y recorrerla.  

Toma nota
Malta tiene solo dos estaciones: un invierno suave y un verano cálido.
 
Aunque goza de buen clima durante todo el año, la mejor época para visitar Malta y disfrutar de sus islas es de marzo a octubre

No se necesita visa para entrar a Malta, a menos que la estancia sea superior a los tres meses.

La electricidad es de 250 voltios (se necesitará un adaptador enchufe eléctrico universal

La moneda oficial es el euro.

Los lenguajes oficiales son el maltés y el inglés. 

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