Entre meridianos y paralelos
Bogotá
Es una metrópoli que enamora y que ha sabido crecer con mucho brillo donde se logra balancear el trabajo, la diversión y la cultura
Alexis Navas Magaz
Una de esas ciudades que han sabido crecer paulatinamente, con fino tino, con mucho brillo, con tanta vida, con supremo respeto por la misma, con seguridad necesaria, y es que se puede pedir aún más cuando escogemos un lugar donde pasar unas vacaciones, cuando un destino al que nos lleven los negocios, una ciudad que logra balancear con sugerente armonía el trabajo, si va por esa razón con el ocio, la diversión y la cultura.
Para contarles acerca de la calidad de su hotelería, no alcanzarían estas páginas, un esmero cada vez mayor en hacer más calidad que cantidad. Si existe un lugar donde la hotelería "boutique" amerita un nuevo adjetivo, eso es en Bogotá, sin duda alguna.
Ahora bien, para comentarles sobre recomendaciones a la hora de poner las piernas bajo la mesa, de la enorme oferta de sus fogones, de sus locales y su decoración, la sobriedad cercana y elegante de su servicio, la alegría o intimidad según sea el caso o gusto, de su inventiva, ahí sí que vamos a detenernos un poco más
Entrar a "Leo Cocina y Cava, "con su rojo, su morado, su fucsia, cercano y a la vez amplio, una barra pequeña, pero que enamora, un personal excelso, y aún no se ha llegado a la razón de ser y existir de su creadora, Leonor Espinoza, esa mujer autóctona, con sabor Caribe, que respira Colombia y apuesta a sus raíces. Una mujer que tuvo la delicadeza de escribir un prólogo en el menú. Avant-garde si restar tradición.
La verdad sea dicha, la experiencia de pasar por Leo Cocina y Cava trasciende las expectativas.
Respirar verde, ecléctico, a lo conservador, una casona que perteneció a la Familia Mallarino, en pleno corazón de la zona rosa, a escasas dos cuadras del Centro Andino, un lugar donde las noches deben ser magia, y los mediodías producen esas ganas de una sobre mesa eterna, Por supuesto que les cuento del "Club Colombia". Con pocos años en el negocio, desde el 2005 se han ubicado en uno de los sitios más elegantes para encuentros corporativos, familiares y de amigos. Ni qué decirles de un servicio impecable. Me inclino por un ajiaco servido como debe ser, muy complaciente. Pero la gama de sus menúes van por toda la geografía colombiana, su costa, el amazonas, simplemente usted decide y su apetito manda.
¿Dónde comer? Usted decide, al fresco, en su acogedor interior, un kiosko.
Podría dudarse un restaurante, mejor dicho dos, en la cima de Monserrate, ya que seguramente el lugar apostaría a sitios muy turísticos. Pero que equivocación… dos maravillosas opciones cuyo valor agregado es la vista. Se trata de San Isidro, desde hace 26 años en una vieja casona colonial, con muebles franceses, con mucho gusto, un piano de media cola, una buena cava y por si esto no lo ha invitado aún, una carta con magníficos platos franceses, todos muy bien presentados, un ambiente como para seducir, dejarse seducir y embriagarse en conversaciones profundas, teológicas, filosóficas o más bien románticas.
Si desea seguir explorando la variedad culinaria del país, no lo piense un instante, su alternativa es Santa Clara, una arquitectura muy de mediados del siglo XIX, muy francés, cristales biselados, un mero costeño, unos tamales tolimenses, cuajada con dulce de mamey, una suculenta bandeja paisa, en fin una gastronomía para que se quiera quedar en Colombia. ¡¡Un riesgo sabroso!!
Para despedirme, mantengamos el mismo humor y magia de Disney, a ver si La Bella Durmiente, nuestra ciudad Caracas, emula tanta maravilla que saboreamos, degustamos, vivimos en Bogotá, cosa que ya no es fantasía, sino una maravillosa realidad. Vaya a Bogotá, porque eso, no es riesgo alguno!!
@rhcvzla @magazalexisnavas
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