La niña del tepuy
Autana
Conocido por los piaroas como Árbol de la vida, con 1,300 mts, fue declarado monumento natural en 1978
Al día siguiente tomamos un autobusete e iniciamos el recorrido de dos horas de carretera hasta el Puerto de Samariapo, donde nos espera el Bongo para comenzar el viaje por el extenso río Orinoco. El sol estaba radiante y el cielo despejado, así que hicimos una parada en un pozo hermosísimo que llaman caño Caldera para refrescarnos un poco. En el trayecto de 8 horas de navegación hasta la comunidad de Ceguera, contemplé el paisaje y me sentía pequeñita; la mirada se le pierde a uno, ante la inmensidad del paisaje. Este es un viaje lleno de vida, de naturaleza infinita, de selva densa y de una conexión con nuestro corazón y con Venezuela.
Al llegar nos encontramos con una comunidad indígena piaroa de unas 60 personas que viven aquí. Los piaroas son personas gentiles, atentas y en sus ojos vez la serenidad y felicidad que sienten al vivir frente a estos inmensos guardianes como lo son Wichuj (cara de indio), Wahari y Autana (árbol de la vida).
Los niños tienen el río Sipapo para divertirse jugando con sus canoitas, remando y lanzándose por la corriente como si fuese un tobogán. Estos pequeños son muy dichosos y afortunados de crecer a la orilla del río Autana donde viven de la pesca y de la siembra y donde pueden bañarse cada rato, libremente, cuando mejor les parezca. Disfrutamos compartiendo con ellos al regalarles chucherías, mientras un indígena llamado Levy nos tejía con las vainitas de las palmas unas coronitas.
Nos despertamos bien temprano, tomamos un cafecito y nos comimos unas buenas empanadas de queso, para hacer la caminata hasta el mirador Wahari, donde nos topamos el Autana de cerquita, pero coronado con una nube; nuestra expectativa era verlo despejado. El trekking, de una hora y media hasta el mirador, estaba lleno de selva, árboles, y raíces en el piso. Uno de los piaroas, Gerson, nos enseñó una tarántula gigante y varios sapitos mineros .
Cuando llegamos al mirador, el Autana se desnudó imponente diciéndonos: mírenme aquí estoy e inmediatamente mi corazón se conectó pues tenía años planeando este viaje y era un sueño que estaba cumpliendo. No me puedo contener de la emoción, la niña que está en mi se manifestó y empecé a soltar lágrimas de felicidad.
El Autana me llegó al alma, me enamoró y me dejó sembrada.
Cada vez que conozco lugares nuevos, mi arraigo por Venezuela es más fuerte, es un solo sentir y un solo latido. Nos quedamos un rato arriba en el mirador para admirarlo. Sus paredes verticales y su belleza te llenan las pupilas de tanta bastedad, lo verde te atrapa, y parece un sueño, pero hecho realidad.
Nos despedimos del Autana mientras bajábamos con el corazón a millón, guardándolo en nuestro interior. Al hacer el descenso nos cayó un palo de agua en plena selva lo que significa que es una despedida, sólo me queda agradecer por haber vivido esta experiencia que recordaré para el resto de mi vida. Este es nuestro territorio de origen, esta es la tierra sagrada, esto es Venezuela.
Recomendaciones
Llevar poncho, ropa de secado rápido, repelente y protector solar, dos pares de zapatos deportivos, crocs, sombrero, aislante, sleeping bag o bolsa de dormir y comida de marcha.
Hay que prepararse física y mentalmente pues es un viaje para aventureros que buscan conectarse con la naturaleza. Es una experiencia alejada de todo. Los que hagan la excursión se van a mojar, van a agarrar sol, los van a picar los mosquitos, pero aún así vale la pena vivirlo.
Operadoras turísticas
Rubén García de @viajerossincontrol. Teléfono: 0424 4031525.
Terekay Adventure. Teléfono: 0416 5316265.
Eco Aventura Tours. Teléfono: 0424 9230318.
@odigransabana
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