Cásate con Venezuela
Amazonas
En esta zona del sur de Venezuela se practica turismo de aventura en medio de la naturaleza, donde se aprecian culturas milenarias
Karla Graterol
Cuando pienso en Amazonas me vienen a la mente imágenes de la naturaleza, del verdor de nuestra selva, de sus habitantes, los indígenas y de sus tradiciones y costumbres .
En mi paso por este estado, luego de tres días viajando, no había podido conocer más allá de Puerto Ayacucho pues se necesita tomar una lancha para llegar hasta los destinos que están más adentrados en la selva y eso es costoso.
Cuando íbamos de salida de nuestro primer destino, pasamos por Pintao, donde nos hablaron de la existencia de unos petroglifos. Como no conocíamos con exactitud el lugar, pasamos de largo y no los vimos, hasta que llegamos a una comunidad indígena para preguntar.
En el caserío me quedé extasiada y sorprendida cuando vi una hermosa churuata construida a la perfección con palmas. Con la boca abierta, me salió la expresión de "Wow" y pensé: si esto es Amazonas como será lo demás.
Salió Alfredo un indígena Piaroa, quien nos hizo pasar y en menos de treinta minutos me enamoró con la conversación que sostuvimos y sus historias. Alfredo es profesor de su comunidad, de hecho el único , quien imparte las asignaturas de los seis grados de educación básica juntos. También es hijo del último chamán de esa zona, por lo que ha adquirido sus sabios conocimientos y para rematar ama, cuida y protege las costumbres y tradiciones de su tierra.
No pude evitar pedirle aposento y le dije que si nos podía dejar quedarnos en su casa solo por un día, porque había quedado enamorada con todo lo que había contado y queríamos vivir esa experiencia. A pesar de haberse sorprendido por mi solicitud, el profesor aceptó sin dudar. Así que nos instalamos, armamos carpas, vimos un rato a la comunidad jugar fútbol y cocinamos.
Su hija Rosa y la prima no paraban de sorprendernos con todo lo que hacían. Las muchachas son expertas prendiendo fuego, haciendo artesanía, hasta nos tejieron coronitas y flores con palmas. Nosotros llorábamos de emoción, porque esto representaba una mágica experiencia. Alfredo siguió contando todas sus historias hasta que nos dormimos.
Al despertar, nuestra aventura continuó, cocinamos a leña y nos fuimos a la selva a buscar tarántulas, pues no podía irme sin probarlas. Para atraparlas les meten una liana al nido y ellas piensan que es un insecto, se enganchan, las sacan y después se asan en el fuego para comerlas. Su sabor es diferente, es delicioso, saben a cangrejo.
Luego de salir de Pintao, por fin fuimos a ver los petroglifos en unas piedras. Son dibujos rupestres con figuras de animales y humanos. Alfredo nos explicó que se cree que estos grabados tienen hasta 2.000 años de antigüedad, los cuales incluyen representaciones de rituales.
Seguimos nuestro rumbo y volvimos a Puerto Ayacucho para visitar el famoso Tobogán de la Selva, una piedra grande y resbaladiza donde puedes deslizarte como niño y caes en una piscina natural. Los lugareños lo han mantenido en óptimas condiciones, está bien limpio, cuenta con baños y churuatas. Es ideal para ir a cocinar y pasar momentos agradables en familia.
Otro de los sitios que me gustó de Amazonas y no está tan retirado de la vía, es Pozo Azul. Al principio se ve solo una piscina natural donde las familias piaroas van a bañarse. Pero si te adentras río arriba te vas a deslumbrar con el agua cristalina y caliente de las pozas que son una más bella que la otra, que tienen arena en la orilla como si fuera playa y el carro lo puedes dejar allí cerca del río para que esté seguro. Se siente una paz increíble.
Amazonas me sorprendió y me dejó ese sabor en la boca de querer volver por más. Lo bueno de cada visita que hagas es que siempre te dan deseos de explorar más allá de lo común, y yo recomiendo que se haga con mucha precaución.
@karla_gpvzla
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