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Los cuentos de mi tierra

Galipaneando

Galipán significa para los caraqueños el viaje que le permite encontrarse con la cultura del cerro que tanto veneran

  • ERIKA PAZ

08/04/2019 10:36 am

Pauto mi encuentro con Mario Guánchez a las 9 de la mañana en las instalaciones el Hotel Ávila, en San Bernardino, lugar de frecuente de recepción para los transportistas de carros rústicos que hacen traslados privados desde Caracas hacia la población de Galipán. Este es un trabajo que algunos habitantes del pueblo realizan dese hace muchos años. Para este joven de 26 años, el negocio representa algo más que llevar gente de un lado a otro, para Mario, es necesario el relato de los orígenes habitados de su montaña, las vivencias representadas en sabores, los registros de como el paso del tiempo ha modificado las actividades sus pobladores. 

Cuando el vehículo que conduce pasa la alcabala de la Guardia que se encuentra al inicio del que fue declarado Parque Nacional en 1958 él busca un claro y se detiene, y comienza su recorrido contándole a sus pasajeros lo privilegiados que son quienes desde arriba tienen las vista de la ciudad y del mar. La vía continúa y el paseo se detiene en el Parque Los Venados donde hay un área recreativa con instalaciones de valor histórico. Sigue hasta Boca de Tigre para empezar a probar las que llaman comidas típicas de la zona. 

En este sector han sido dispuestos unos cuantos kioscos que hacen vida allí desde hace muchos años. La oferta que cada uno presenta es variada y representa una muestra de casi todo lo que se produce en el cerro; frutas como fresas y moras, algunas hortalizas, flores, dulcería, vinos y otras bebidas y los tradicionales panes con pernil.

Me explica mi anfitrión que cuando los turistas contratan el servicio con Galipaneando se le indican diferentes combinaciones de paquetes para pasar su día. Así que dependerá del gusto de cada quien decidir qué hacer en la montaña. Los más aventureros siempre querrán conocer las instalaciones del antiguo teleférico a la que llaman El Lirón. Entre vagones oxidados y el armazón que los conducía y que ahora sirve de mirador, Mario me va explicando que el nuevo sistema que se esperaba estuviera en funcionamiento para abril del 2019 y aun no se inaugura, trazó un rumbo diferente para la ruta, así que este ya nunca será usado. Ya quisiera él que el amasijo de hierros que aquí se encuentra se acondiconara de forma que terminara convirtiéndose en un verdadero atractivo turístico.

La principal motivación de los visitantes al subir a Galipán es encontrarse con tres elementos claves que quienes prestan servicios han sabido potenciar: clima agradable, buena gastronomía y tranquilidad. Por eso la ruta siempre estará inclinada a satisfacer estas demandas. La hora del almuerzo se usa para ubicar a los clientes en los diferentes restaurantes que hayan escogido previa reservación desde sus casas. Hay variedad en cuanto a estilos, presentaciones y precios. Si se busca comida de inspiración francesa, Granja Natalia es el punto indicado. Las recetas vascas están bien representadas en Casa Pakea, la cocina de mercado con toques gourmet es el fuerte de Recoveco, la experiencia de constelaciones familiares a través de los sabores se vive en Galipán Grill, pero para quien requiere un paseo dentro de un limitado presupuesto, Mario tiene una opción,un picnic cuya comida los clientes pueden traer desde su casa. El joven ubica un espacio con mesas para que el grupo pueda armar su almuerzo y seguir disfrutando de su día de montaña una vez hayan disfrutado de su comida. Asegura este joven que hay que buscar alternativas para que la gente pueda seguir saliendo, viajando y conociendo. Dice que siempre existirán quienes puedan costear finas mesas, pero que la alternativa que él ofrece permite a muchos esos momentos de esparcimiento que tanto se necesitan. 

Como todo aquí lo decide el gusto y el presupuesto, es disposición de cada grupo terminar el día o bien visitando la pequeña fábrica de chocolate de Nella Moser, donde se puede ver parte del proceso de elaboración de los bombones y se da una charla sobre el producto Chocolates Picacho, o terminando de conectarse con la naturaleza en el hogar de Zoes, el Jardín de las Piedras Soñadoras. Una especie de museo donde su creador le dio forma a miles de piedras marinas para formar con ellas esculturas que han desarrollado su propio lenguaje. Piezas que se tocan, con las que se juega y con las que, se permite un espacio para el arte. 

Aquí cada grupo debe ir acompañado por lo menos de una mujer, se permite a la imaginación volar y, según Mario, para refugiarse en su calma antes de volver a bajar a la jungla llamada Caracas.

@loscuentosdemitierra
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