Así como la canción de aquel grupo de reggae barquisimetano que durante mucho tiempo identificó al pueblo, así es Choroní. Este era el destino de los mochileros, de los despreocupados, de quienes querían venir a tirarse en la arena después de surfear las olas, de los que buscaban explorar en sus islas cercanas. Llegar a esta población del Estado Aragua es encontrase con un espacio que permite caminarlo, acercarse a su gente, bailar tambor en las noches y comer pescado muy fresco. Si se deciden por esta playa encontrarán unas cuantas opciones de alojamiento que van desde las más económicas y sencillas, hasta las más lujosas y costosas. Costa Brava es de esas donde se siente el calor de hogar y se obtiene lo básico para a estadía: una cama, un ventilador y un baño donde se sacarse la sal del cuerpo. Posada Mijao va subiendo de categoría, con una linda piscina, habitaciones confortables y desayunos que se agradecen. Las García y Bequevé casi llegan a la cuesta, con decoración esmerada, jardines bonitos y cuartos deliciosos. ¡Ah!, pero si se busca eso que llaman una experiencia religiosa, Cacaoní Lodge permite esto desde el pre desayuno en la cama, hasta las cenas románticas. Para armar el recorrido por el lugar, se puede escoger entre hacer padle en Playa Grande o Tuja, tomar una lancha para entrar en contacto con el cacao en Chuao o seguir más allá en la ruta para disfrutar la soledad de Cepe y sus cristalinas aguas. Aquí se puede todo y por eso será siempre, uno de los puntos consentidos del mapa.

Porque este Estado va mostrando poco a poco sus encantos sin dejarlos ver todos al inicio, como para invitar a recorrerlo a cada paso. Desde su Boca de Uchire inmensa y solitaria ya se va a agradeciendo haber escogido la vía que regala en este punto la vista de diferentes especies de aves, que sigue para encontrase con Las Isletas de Puerto Píritu y su arcilla milagrosa, y que finalmente se estaciona en Mochima con esos azules que a ratos se convierten en verdes. Decidirse por esta zona del país para vacacionar implica que se puede combinar el paseo de ciudad, si la opción de alojamiento se estaciona en Puerto La Cruz, con el que ofrecen los tours de playa. Pero además de eso les cuento algunas recomendaciones sabrosas para agregar al itinerario del paseo: visitar el Casco Histórico de Barcelona, con recorrido en kayak incluido en por el Río Nevery. Y hacer la visita a las cuevas de Guanta para bajar en rapel por ellas. La ruta así será memorable.

Tal vez esta sea la primera opción que se piensa a la hora de buscar camino de descanso para estos días, porque a pesar de los descensos de su turismo aquí hay excelentes hoteles, centros comerciales, actividad nocturna, buena gastronomía, entretenimiento para todas las edades y obvio, mar y más mar. Particularmente a mí me parecen un poco frías sus aguas, pero eso no le quita la belleza al paisaje y el disfrute que siempre se obtiene en cualquiera de sus costas, desde pasear a caballo por los parajes de la Península de Macanao, hasta ver las velas del windsurf y el kitesurf ondear en la calmada bahía de El Yaque. Hay un plan que está muy de moda ahora en Nueva Esparta y es el de ir hasta la Cubagua y dejarse atender a cuerpo de rey con los operadores que hacen el traslado. Hay que animarse a probarlo y hacer algo diferente en el mismo destino. 

La discusión de muchos es que estas playas son muy lejanas, pero créanme, vale la pena cada kilómetro recorrido para encontrarse con la magia que tiene esta zona del país. Las dos penínsulas que conforman su mayor oferta tienen sus atractivos bien marcados, porque del lado de Araya es árido pero impactante, y del de Paria selvático y romántico. En ambos extremos las posadas son amables, con comida sabrosa y atención esmerada. El contacto con la cultura es más de lo que se puede pedir. Cerca al pueblo de Araya se encuentran las salinas, el pueblo de Manicuare donde nació Cruz salmerón Acosta y las pepitonas de El Guamache. De la otra punta, en Paria, se come cacao y en las chocolateras, se pasea sabroso por Río Caribe y si hay suerte se puede ver el desove de las tortugas marinas.

Este es probablemente el destino anhelado para visitar por lo menos una vez en la vida para cada viajero caribeño que se precie de amar el mar con todas sus fuerzas. Es costoso, poco accesible y elitesco, pero bien vale la pena sumergirse en las cristalinas aguas de Fransciquí, hacer snorquel la piscina de Madrisquí o ser testigo de uno de los lugares más bellos del mundo en Cayo de Agua. Pero más allá de eso, pocos advierten que el pueblo principal de este parque nacional, es un lugar lleno de gente amable, un sitio de paz para ver el amanecer o el atardecer, un caserío de arena que se puede caminar descalzo a cualquier hora el día. Es por este conjunto de cosas que las vacaciones en esta tierra, serán siempre un pasaje inolvidable de la memoria.