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Viajero de naturaleza

Chocoturismo

El cacao le está cambiando la historia al pueblo de Canoabo, en el occidente de Carabobo

  • EDUARDO MONZON

13/01/2019 06:00 am

En octubre de 2016 fui por primera vez a la hacienda San Cayetano, ya en ese entonces se hablaba de una familia de inmigrantes chilenos que estaban revolucionando los apacibles Valles Altos. El motivo era su fábrica de Chocolate Valle Canoabo, que se inició en 2014. 

En aquella oportunidad hice el recorrido en la hacienda guiado por el señor Luis Morales, fundador del proyecto. Luego lo entrevisté y me contó con mucho entusiasmo de un movimiento que resumió en una palabra que no olvidé: el chocoturismo. Noté tanta convicción en sus afirmaciones que estuve seguro de que los Morales estaban a punto de marcar un hito histórico en Canoabo. 

No fue hasta el inicio de este 2019 que volví a este sector, para ver lo mucho que han cambiado las cosas en esos predios. Son más abundantes los vehículos estacionados y más largas las filas de personas que esperan para comprar chocolate o iniciar el recorrido por la hacienda. 

El tour por las siembras de cacao ahora lo dirige Ezequiel González, un joven amigable, elocuente y bien preparado, que se pasea con naturalidad por todos los temas que se abordan en el recorrido, desde los enormes y longevos árboles que dan sombra, hasta todo el proceso de la cosecha. La hacienda cuenta con diecisiete hectáreas, de las cuales unas nueve están destinadas al cacao y acumulan casi nueve mil plantas, capaces de producir más de ocho mil kilos de cacao al año. 

La faena del cacao tiene sus secretos. Si el fruto se cosecha a destiempo se daña, por eso la primera etapa es crítica y ese reconocimiento debe hacerlo un experto en la materia, que sepa distinguir los colores y las texturas que indican que el fruto está listo para separarse del árbol. 

Además de recorrer las plantaciones y aprender sobre las etapas de la cosecha, es posible darle una probada al "alimento de los dioses", esas semillas llenas de notas dulces y frutales que alegran el paladar. No hay que dejar de tomarse una fotografía con los icónicos árboles mijao que se han hecho famosos en la hacienda. 

Al salir de los sembradíos se pasa por la sala de fermentación, el patio de secado y la planta donde finalmente nacen las barras de 60 y 70% de cacao, que se degustan para distinguir su aroma, sabor y hasta el sonido al quebrarse. 

Ezequiel se siente afortunado al trabajar en un entorno que considera mágico: "Imagina que de esa flor tan minúscula pueda salir esa fruta, y que de esa fruta pueda salir el chocolate, que te pone orgulloso, te causa bienestar al paladar y, de paso, te representa a nivel mundial", afirmó. 

Rodrigo Morales, hijo del señor Luis, ahora asume las riendas del proyecto familiar. Conversar con él es confirmar que se cumplió la promesa del chocoturismo, ya que el crecimiento ha sido sostenido y se manifiesta en diversas áreas. 

Actualmente producen cerca de siete mil barras de chocolate al mes y su meta es llegar a las diez mil. Solo en un fin de semana pueden elaborar dos mil bombones en la hacienda, porque ya cuentan con dos tiendas en Valencia y tienen planes de abrir otras en Barquisimeto y Caracas.

El chocolate de Canoabo también abre sus puertas más allá de las fronteras. Ya están trabajando en tres proyectos de la mano con la Fundación Tierra Viva, para los que recibirán apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo y la Unión Europea, para la creación de una ruta ecoturística en torno al cacao y la conservación de Canoabo como una importante fuente de agua para la región. 

En el mes de febrero irán a Amsterdam para representar a la nueva generación de cacaoteros de Venezuela en Chocoa, uno de los festivales más importantes del mundo sobre cacao y chocolate.

El ambiente en Canoabo ha cambiado, la comunidad se ha dado cuenta de la cantidad de personas que los visitan, por eso muchos productores venden sus chocolates en las calles y comienzan a florecer nuevos emprendimientos. El desafío ahora es lograr poner en marcha programas de formación orientados al turismo. 

Le pregunté a Rodrigo cuál era su motivo para llevar a cabo semejante esfuerzo entre tantas adversidades: "Por venezolano, yo tengo una hija y quiero seguir viviendo acá, quiero seguir peleando por mi país, es lo que me han enseñado mis padres, ambos son chilenos pero aman este país más que muchos venezolanos", respondió notablemente emocionado. 

Morales sabe que queda un gran camino por recorrer, pero está convencido de que ya se dio el paso más importante para descubrir el tesoro que escondía esta localidad. "En Canoabo siempre hubo cacao, pero nadie le paró", finalizó. Instagram: @chocolatecanoabo. 

@eduardomonzn
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