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Los cuentos de mi tierra

Coro histórico

Un recorrido por la capital de Falcón representa historia, religión, un deleite de sabores y una aventura total

  • ERIKA PAZ

01/10/2018 12:00 pm

Haber sido la capital de la primera provincia de Venezuela le ha permitido a Coro situarse en un importante lugar con relación a los espacios históricos de América. Por sus calles empedradas ha transitado la historia, esa que cuenta de la influencia española en sus casas, de los rasgos antillanos por su cercanía con Aruba y Curazao, esa que se enorgullece de que Miranda arribara a La Vela en 1806 con el tricolor patrio en su batalla emancipadora, esa armonía de estructuras que hizo que este espacio fuera declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993. Es imposible no comenzar un recorrido por la capital del Estado Falcón en la que llaman su zona colonial. Sin duda alguna, es la más representativa del país, probablemente la más grande y con mayor cantidad de estructuras activas. 

Aún recuerdo la primera vez que recorrí la ciudad de Coro, fue en la época universitaria, una de mis compañeras de estudios creció en una de esas casas de grandes ventanales y techos altos, con un inmenso patio central que custodiaba un número de habitaciones que para quien está acostumbrado a vivir en pequeños apartamentos modernos resulta una exageración. Su padre al frente de la vivienda, llevaba las riendas de un hotelito pequeño llamado Caracas, con modestas habitaciones, con más problemas que beneficios. Este representaba el fruto de su trabajo y de sus años de lucha a favor de la democracia, de férrea oposición a la dictadura de marcos Pérez Jiménez, que pagó con sentencia de cárcel. Ese hotel fue su nuevo comienzo basado en la historia de su tierra. Conocí en aquella oportunidad, una casa también de su familia, la única con ventanas de hierro en la ciudad, eso decía de la condición económica de sus dueños, una que por herencia ahora ostentaban su descendencia. Como estudiante disfruté caminar calles empedradas, visitar museos donde se exhibían piezas de oro, conocer La Cruz de San Clemente que representaba el lugar donde se realizara la primera misa de América del Sur, esperaba encontrar todo eso a mi regreso. No fue así, pues cada vez que volvía de visita cada estructura se encontraba más deteriorada, cada vez se desvanecía más el recuerdo de mis primeras vacaciones coreanas. 

Pero como todo lo que sube, baja y viceversa, la ciudad que se encontraba en el más absoluto abandono, pasó a pintarse nuevamente de colores, muchas de las cosas que conocí ya no se mostraban como antes, pero para los expertos en materia turística, esta portada es la que se debe presentar al turista. El que alguna vez conocí como Hotel Caracas, ahora lleva el nombre de Todariquiba, es una empresa adquirida por el gobierno regional que decidió convertirlo en un centro de enseñanza para estudiantes de turismo y que permite ofrecer alojamiento a bajo costo dentro de sus instalaciones que aún conservan visos de su construcción en el siglo XIX. Veintitrés habitaciones en total se sumaron a la cartera de camas que ofrece esta ciudad al visitante, una piscina y un restaurante forman parte de los elementos modernos que hacen diferente a la estructura. 

La Casa de las Ventanas de Hierro también cambió, dicen en la Corporación de Turismo del Estado que llevó varios años restaurarla, lograr que conservara intacta su estructura barroca. Una colosal puerta de madera por donde alguna vez entraran los caballos a la vivienda da la bienvenida, eso y dos mujeres vestidas con trajes época; una dice ser la señora de la casa, la otra su esclava. Junto a este par de personajes el visitante hace el recorrido por los pasillos, habitaciones, y jardines para conocer que el inmueble perteneció a una de las familias más adineradas de la tierra falconiana, que cuando el hierro era algo que no existía en Venezuela ellos decidieron traer rejas en barco para instalarlas en sus ventanas, las cambiaron por cacao, y eso hizo que todas las miradas de la sociedad coreana voltearan hacia ellas. 

Nuevo estilo muestra también La Casa del Tesoro, que ahora se llama Museo Guadalupano. El fallecido Monseñor Julio Urrego fue su albacea y decidió que en sus salas se iba a guardar uno de los más apreciados patrimonios del Estado, Nuestra Señora de Guadalupe. La casa es blanquísima por dentro, las tejas de los techos se asemejan a las originales y los pisos rememoran el pasado. Cada sala muestra reliquias pertenecientes a la Virgen, y otros objetos. 

No puede uno irse sin pasar por el Museo de Arte Contemporáneo, que también recibió su cariñito de pintura; la Catedral de la ciudad, El balcón de los Arcaya, La Casa de las Cien Ventanas, la Casa del Sol y esa iglesia de San Clemente y su Cruz, que siguen estando en el mismo lugar, que siguen siendo testigo de la historia de un país. @loscuentosdemitierra 

Los Cuentos de mi Tierra se transmiten por Globovisión todos los domingos a las 11:00 am  
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