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Turismo del paladar

Cumaná

Es la primera ciudad del continente Americano, se ondea en la desembocadura del río manzanares y es la cuna de Antonio José de Sucre

  • RAYMAR VELASQUEZ

09/09/2018 07:00 am

Alguna vez esta fue conocida como la ciudad de la cultura, pero en la actualidad solo quedan restos de lo que es la historia y las artes en la misma; sin embargo, resulta interesante caminar los espacios del centro histórico de Cumaná para conocer lugares como la iglesia de Santa Inés, edificada en 1637, con solemne apariencia por las donaciones que para su construcción hicieron las familias ricas de la sociedad cumanesa hasta 1929. Al lado de esta se pueden visitar las ruinas de una casa que fue destruida en el terremoto de esa fecha, y donde dicen fue bautizado Antonio José de Sucre. Muy cerca de allí se pueden conocer la casa natal de Antonio José Ramos Sucre. La vivienda se utiliza como centro de actividades literarias y museo, un lugar donde se encuentran pinturas, parte de la obra de Sucre, pertenencias de la familia y otros artículos interesantes para aquellos a quienes les apasionen los trozos de la historia venezolana. 

El lugar más concurrido del recorrido histórico, es el castillo de San Antonio de la Eminencia. Este edificio levantado en el cerro Pan de Azúcar, permitía al gobernador de la provincia en el siglo XVII visualizar la ciudad de Cumaná, el Golfo de Cariaco y la Península de Araya. En la entrada de este fuerte los guías llevan a grupos de turistas a realizar el recorrido, mostrándole los calabozos donde estuvo preso José Antonio Páez y José Tadeo Monagas. 

Pero luego de conocer parte de la cultura de esta región, lo más recomendado en Cumaná es hacer un tour del sabor, como lo llamo yo, porque en esta zona del país son especialistas en los frutos del mar y otras delicadeces. Aquí hay algo para cada gusto. Anoten. 
 
Recorriendo el espiral que representa el Mercado Municipal de Cumaná a las 6:00 am. se escucha la bulla, los sonidos que se confunden, entre el que ofrece verduras, la música que viaja de puesto en puesto y los olores mezclados en un sin fin de kioscos con la más variada oferta para preparar sus platos. Al llegar a su parte trasera nos encontramos a María González. Lleva 19 años trabajando en esta estructura. Ofrece arepas hechas de harina de maíz acompañadas con jugos de fresa, durazno o parchita. En su puesto la comida sabe a gloria, su atención, dulce y cálida. Después de quedar lleno, puede caminar a comprar cochino para llevar en la zona chicharronera. Un pecado que se puede permitirse por lo menos en este viaje. 

El almuerzo lo puede hacer en el comedero El Indio, espacio que queda en la entrada de Cumaná. Se trata de una suerte de restaurantes nada atractivos a la vista, pero con todo el sabor de los platos que ofrecen. Están las mesas adornadas con manteles plásticos, sobre ellas, flores para decorar el ambiente. El menú camina por todo el sitio. Mujeres y hombres anuncian cual es el especial del día a viva voz: pastel de chucho, calamares rebozados. Todo acompañado con papas, tajadas o arroz. 

Sonara coloquial, y lo es, pero estos platos saben como el primer bocado que cuando infante el ser humano se mete a la boca: plácido, caliente, y como si estuviera hecho por las manos del ser que nos dio la vida. 

Si además de buen sabor necesita una ayudita afrodisíaca acuda al final de la Avenida Perimetral. Allí la esperan Lesbia, Pedro y su combo. Un grupo de cumaneses que se han dedicado a crear "bombas" que levantan hasta al más dormido. Una combinación de calamares, camarones, pulpo, ostras y lo que ellos llaman "arrechones", se mezclan y se colocan en vasitos que cuestan 10 y 20 Bolívares según el tamaño. A esto diestramente le colocan salsa inglesa, salsa de tomate, picante y un toque secreto que guardan en una botella de vidrio llena de toda clase de ramas. Ellos dicen que con un poquito de ese jugo "se rompe cualquier licra". Aquí los vendedores son dicharacheros, alegres y hasta cantan. Los turistas se paran, quien sabe si por su fama, su sabor o por lo que presuntamente logra esta comida. Lo cierto es que esta es una parada que nadie puede dejar de hacer y un placer que querrá repetir. 

La cena se puede hacer en alguno de los centros comerciales de la ciudad, yo preferí los locales que se encuentran en el marina Plaza, por la vista que se tiene del muelle y como logra verse el atardecer. Allí destacó para mi Vino Bar, un restaurante con una carta especializada en productos del mar, que ofrece sus platos en porciones abundantes, con muy buena sazón y acompañados de buen vino. El cierre perfecto del día. @menucallejero
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