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Los Médanos de Borobo son dunas de oro a los pies del Mar Caribe

Estos médanos dorados terminan fundiéndose con una playa de intensos tonos azules

  • Diario El Universal

02/10/2023 10:10 am



Mariel Hunte
Como un baño de partículas de oro que proviene de las inmensas dunas que se funden en el infinito bajo el marco del azul profundo del Mar Caribe, así es como defino la primera impresión de los Médanos de Borobo.

Un lugar recóndito del estado Falcón que se muestra como un tesoro natural, lleno de un sinfín de particularidades que hacen de este destino una maravilla para los que buscan lo más natural, sin ningún tipo de intervención del hombre.

Mucho se conoce sobre el Parque Nacional Médanos de Coro, así como también de otros más, que quizá no son tan concurridos, como los Médanos de Zapara y Médanos de Quisiro, en el estado Zulia, Médanos de la Soledad en Apure o Médanos Blancos en Falcón, entre otros.
 
Pero nuestra llegada a los Médanos de Borobo fue únicamente a través de la experiencia suprema de los baquianos y conocedores de la zona, no había otra manera.
 
Una mochila llena de expectativas, ropa fresca para mitigar el efusivo calor que disipaba el camino, mucha hidratación y las coordenadas básicas de un lugar que pintaba ser extraordinario, fue suficiente para propulsar nuestra llegada al pueblo de Borojó.

Borojó
Tomamos la Falcón-Zulia, haciendo una parada en Dabajuro para degustar los mejores helados de frutas naturales de la zona, que caen como un refrescamiento al alma ante la persistente y cálida temperatura.
 
Después pasamos a Capatárida, y unos kilómetros más adelante nos recibió un hermoso letrero que aclama: "Mi Borojó Querido", siendo esta la primera manifestación de arraigo y amor de los borojoenses por su región.
 
Este pueblo, con más de tres centurias de fundación, exactamente 308 años, tierra originaria de los indígenas Caquetíos, ubicado en el municipio Buchivacoa del eje occidental del estado Falcón, nos da la bienvenida a través de su gente maravillosa que se enorgullece de cada patrimonio cultural y arquitectónico que yace entre sus callecitas.

Desde su iglesia, Nuestra Señora de Las Mercedes, una joya arquitectónica del siglo XVIII, así como también potencialidades culturales como artesanos, poetas, cantautores, pintores y artistas plásticos, muestran el orgullo de su gentilicio desde sus trincheras.
 
La especialidad de casa es el chivo guisado, el pescado frito, arepas peladas y el mojito. Pero si aún quedas con ganas de probar la esencia de Borojó, entonces un dulce de leche de cabra será la opción ideal para conectarte con los sabores de esta tierra.
 
La travesía
Con el corazón lleno de la más cálida bienvenida que pudiesen hacerle a un foráneo, nos despedimos de Borojó para adentrarnos en un trayecto sin sendero marcado y que solo es posible realizarlo en vehículos de doble tracción y en época de sequía.
 
Una travesía de una hora por un jardín de cujíes, donde se repite la misma panorámica desértica, y eventualmente te sorprende alguna muestra de fauna silvestre, más allá de las cabras e iguanas que suelen frecuentar cualquier espacio de esta región.

Todas las medidas posibles para protegerse de la presencia constante de un sol arropador, garantizaron nuestra llegada con la mejor disposición después de este trayecto, para así estar a los pies de un manto de dunas doradas que se extienden hasta perderse en la mirada.
 
No se logra determinar el final que bordea la costa con sus médanos, pero sí es posible atravesar, con la firmeza de los pasos que se hunden en la arena, para llegar a este pedacito de Mar Caribe.
 
Los Médanos de Borobo
Los acantilados de arena son parte del hechizo de este lugar. Unas altas formaciones abstractas pasan a ser el pasillo perfecto que conduce a la costa. Aquí tenemos una playa sin ningún tipo de servicio turístico, ya que su encanto radica en lo virgen que se ha mantenido hasta ahora. Por ello, cualquier tipo de provisiones, alimentos, protección para el sol e hidratación resulta maravilloso y anhelado.
 
La playa es de tonos azules intensos en ciertas épocas del año, y también de matices dorados como resultado de la intervención de la arena de los médanos en otras fechas. Es de muy poco oleaje, de temperaturas muy cálidas y aguas poco profundas. Es el marco perfecto para atardeceres preciosos, donde el sol se oculta a través del infinito del mar y resalta las dunas de color dorado.

En estas costas se encuentran las playas de Antúnez y La Boquita, con la que además de disfrutar de un refrescante baño de Mar Caribe, es posible compartir con la faena de los pescadores que frecuentan diariamente el lugar. Resulta un encuentro mágico con la brisa, el salitre y aves playeras que desfilan en el horizonte.
 
Según la época del año, la experiencia y fotografías serán diferentes. En los meses de la más intensa sequía es posible llegar a los pies de las dunas a través de un suelo quebradizo y bastante firme.
 
Pero en tiempos invernales, la recompensa de un trayecto más complicado es la posibilidad de vislumbrar lagunas temporarias que sirven de yacimiento de fauna silvestre y forman espejos de agua que reflejan el dorado intenso de los médanos y se funden en atardeceres de ensueño.
@mariel.vzla
@relindavenezuela 
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