Libros y revistas flanquean las mesas y desde las paredes observan las expresiones de placer de los comensales; un buen licor asentado en un vaso calmando la espera y el aroma brujo que se aproxima desde la cocina hasta la mesa. Esta no es la descripción de una novela sino la historia hecha realidad en uno de los lugares más conocidos de Caracas, El Mesón de Sabana Grande.

Con más de cuarenta años de existencia, es uno de los pocos restaurantes de la capital que ha sobrevivido a muchas idas y venidas de la economía nacional además de convulsas circunstancias sociales. Su carta integra comida europea, aunque básicamente española, sin dejar por fuera la gastronomía venezolana.

Langostinos rellenos, envueltos en papa rallada (Foto de Luis Morillo)

Langostinos rellenos, envueltos en papa rallada, rociados con salsa de miel de abeja y jugo de naranja pueden ser una buena entrada para comenzar lo que seguramente será una velada inolvidable. Las sugerencias de platos fuertes incluyen su tradicional y muy pedida paella, la calderaida de pescado, así como costillas de cerdo o de res al horno, aunque no cualesquiera, sino “al estilo Andrés”.

Porque aquí todo lo que se come lleva el toque particular de su dueño, Andrés Rivera, un señor bonachón, tan risueño como suave y esmerado en el trato hacia sus comensales.

“El Mesón de Sabana Grande es Andrés Rivera”, se le escucha decir a su sobrino, Juan Carlos Rivera, no por mera adulancia sino porque afirma que cada plato del establecimiento tiene un toque muy especial dado por su tío, formado hace más de cincuenta años en lo mejor de la cocina del viejo continente.

Andrés Rivera (Foto de Luis Morillo)

Por eso no se amilana en decir, “yo no te estoy dando lo mejor que tengo, porque cada uno de los platos que tengo es lo mejor”, de un menú que por cierto no es muy amplio sino “hecho a mano, todos los días, cocina al momento, incluyendo los contornos”, la tradición que los ha distinguido desde su fundación.

Volviendo a la mesa, el lomito café París excita por lo aromático que es y la suavidad de su carne. Otra posibilidad que mueve pasiones es el muy venezolano pelao guayanés, del cual aseguran no hay otro como el que preparan en El Mesón de Sabana Grande.

Lomito café París (Foto de Luis Morillo)

Entre las buenas bebidas para acompañar, la sangría es una de las más pedidas, si bien mantienen la oferta de vinos y whisky.

Como de no privarse de nada se trata, entre los postres escoja el dulce tradicional del sitio, el de yogur con jugo de limón y leche condensada, o por qué no unas panquecas rellenas flameadas con licor, aunque la tarta tatin de piña no se puede evadir.

Tarta tantin de Piña (Foto de Luis Morillo)

Los niños también tienen posibilidades de salir satisfechos, con platos especiales que generalmente piden sus padres aunque también les son sugeridos por Ángel Díaz, parte de la familia desde que arrancaron.

Es un restaurante familiar, no solo porque su ambiente así lo invita sino porque desde sus dueños hasta el personal que trabaja en él provienen de una familia y en tantos años han generado otra adicional, la de este gran Mesón. La cocina es un ejemplo de esto, ahí pervive la tradición de la sazón que de madre a hija fue heredada.

Eso también ha garantizado que el sabor de los platos no haya variado “El mismo producto, la misma calidad el mismo sazón. Ese es otro logro de Andrés”, dice Juan Carlos.

Ahí se ha dado reuniones de poetas, intelectuales de todo tipo, políticos. “Hay anécdotas como que en una esquina estuvieron sentados políticos de la oposición y en la otra opuesta los del gobierno. Después de un rato, pasan, se saludan y a las dos horas terminan compartiendo más”, recuerda.

Parejas que lo visitaron en pleno romance, que celebraron la boda en el lugar y que regresaron décadas después para celebrar su aniversario, esa es otra tradición hecha vida en el Mesón de Sabana Grande.

Para los pocos que no lo saben, queda por el Bulevar de Sabana Grande subiendo hacia la avenida Solano, frente al Banco Industrial.