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Luigi Sciamanna: "Estoy en la orilla opuesta de la erudición"

"La lección de flauta", la más reciente obra del actor, director y dramaturgo, se estrenará en la Asociación Cultural Humboldt, de San Bernardino, el 10 de julio

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

04/07/2021 01:00 am

Para ilustrar esta entrevista, Luigi Sciamanna preferiría que se utilizara una fotografía de algunos de los personajes que ha encarnado en el teatro o en el cine. “Los actores no tenemos cara”, dice, dejando por sentado que él como profesional es la suma de todas esas criaturas que ha compuesto para los montajes teatrales y las películas en los que ha participado.

Armar, entonces, la totalidad del entrevistado -ese vicio del viejo periodismo al que alguna vez antecedió la palabra “nuevo”- exigiría, en su caso, mutar a una especie de doctor Frankenstein para construir al artista Sciamanna tomando partes de, por ejemplo, el Luis de Escrito y sellado (Chocrón), vital y sensible; del apasionado Romeo de Shakespeare; del inseguro Argán de El enfermo imaginario (Molière); del ambicioso Ermolái Alexéievich Lopajin de El jardín de los cerezos (Chéjov); del desalmado Riverito de la película Muerte en alto contraste (César Bolívar); del incomprendido y alucinado Reverón (Diego Rísquez)… Son tantos, que la sensatez obliga a abandonar la abarcadora empresa.

Sciamanna como Riverito en la película Muerte en alto contraste, de César Bolívar (DALLANA CADENAS)

El crítico de cine, actor, director y dramaturgo se prepara (en realidad, ya tiene tiempo haciéndolo) para estrenar la pieza de su autoría La lección de flauta en el teatro de la Asociación Cultural Humboldt, de San Bernardino, a partir del 10 de julio, a las 11:00 am.

La obra, de 3 horas 10 minutos de duración, dividida en tres actos y dos intermedios, está ambientada en el Reino de Prusia, en 1730. El joven príncipe heredero al trono, Friedrich, de la Casa Hohenzollern, en compañía del teniente Johannes Hermann von Katte, de la guardia personal del Rey, emprende la fuga para ser feliz. Ambos son capturados y sentenciados a muerte por decapitación bajo la acusación de conspirar contra la corona.

La lección de flauta se propone como un viaje emocional de la amistad al amor de Friedrich (Guido Villamizar) y Johannes Hermann (Carlos Manuel González), seguido muy de cerca por el tutor del príncipe, el militar retirado francés Jacques Duhan de Jandun (Antonio Cuevas). Un amor prohibido que encuentra como aliado al campesino Miller (Luis Sarmiento), y que desata los deseos ocultos del rey Friedrich Wilhelm de Prusia (Rafael Monsalve), de su hija Wilhelmina (Sara Valero Zelwer) y de Dorothea Ritter (Margarita Morales), joven cantante usada como puente secreto de comunicación.

El montaje cierra con Voltaire (Wilfredo Cisneros), quien con ayuda de Wilhelmina entra en Palacio para enfrentar al Rey en un debate jurídico, mientras que Von Katte conversa con Von Schatten (Luigi Sciamanna), burócrata y pastor clerical a quien se ha visto durante toda la obra como una sombra.

-Da la impresión de que poco a poco la actuación ha ido cediendo ante la dramaturgia y la dirección teatral. ¿Cómo percibe su tránsito creativo?, ¿cuál es su desiderátum como artista?
-No he planeado ninguna de esas etapas. Se van dando porque son consecuencia de necesidades expresivas. Un día comienzas a dirigir. Llega el momento en que impulsado seguramente por alguna necesidad reaparece la urgencia de escribir. No estoy en capacidad de saber el destino de lo que escribo, pero necesito escribirlo. Tengo que hacerlo. No he dejado de lado mi vida de actor. No puedo hacerlo. Nací con eso. Cómo te desprendes de un pulmón. Cómo te desprendes del hígado. Lo que sucede es que no me gusta mucho actuar en las obras que dirijo a menos que sean de dos personajes porque, al ser dos, la relación entre el espacio escénico y el compañero de escena es absolutamente distinta a cuando se trata de un elenco de mayor número. Quizás sea falta de práctica, pero prefiero estar afuera.

“Cuando actué en El gigante de mármol (2013) -prosigue- tuve funciones incómodas, desconcentrado. Actuaré en La lección de flauta porque no he encontrado al actor para el personaje de Von Schatten. No digo que no exista. Tenía uno. Se tuvo que marchar. No he encontrado a otro. Y ahora el vestuario ya está listo. Así que al ruedo... Pero no he dejado de lado el trabajo de actor. He hecho tres cortometrajes de mucha difusión: Lucy (2018), El astronauta (2017) y El destetado (2018), y he actuado en dos obras de teatro gracias a la maravillosa invitación de Michel Hausmann y el Miami New Drama: Our Town (2017) y Gente ociosa (2019). El actor sigue allí... Mi ‘desiderátum’ es la mayor exigencia posible para alcanzar el mejor resultado posible. Más nada”.

Como el editor Webb, junto a Martin K. Lewis como George, y Thallis Santesteban como Emily en Our Town (2017), de Thorton Wilder (STIAN ROENNING)

-Un elemento que caracteriza sus obras es que se originan en hechos del pasado. ¿Cuán importante es para usted mirar hacia atrás para entender el presente?
-Hay una suerte de sensor intuitivo que se activa en mí. Se activa algo que me dice: esto es. O incluso te dice: esto será. Y tengo que responder. Respondo rápido al estímulo y me pongo en movimiento, lo que no puedo es correr. Porque lo sabroso es meterse en terrenos desconocidos y allí el gozo se multiplica porque el aprendizaje es doble. Si se activa el sensor es porque precisamente su resonancia es actual. No escribo obras militantes. La lección de flauta no es una obra militante. Creo que no hay obra de arte en contra de ni a favor de, sino acerca de. Después hay retos que te ponen otros. Cuando mi extrañado Diego Rísquez me pidió escribir el guion sobre Guaicaipuro, pasé seis meses estudiando y escribiendo. No sabía nada. Y esto lo hacía más fascinante para mí.

-¿Qué momento del pasado refleja más nítidamente su presente?
-Ese que se me cruzó, activó el sensor y sobre el que quise y necesité escribir... Ese momento puede estar en Italia, Prusia, Estados Unidos o la Gran Colombia...

-Sus piezas teatrales están precedidas de un trabajo investigativo de largo aliento. Es una obra que nace de la erudición. ¿Cómo llegan los temas a usted?, ¿cómo se adentra en ellos?
-Estoy en la orilla opuesta a la erudición. Lo que soy es un tipo con muchas ganas de aprender. Adoro estudiar. Me gusta saber. Nada de lo que presento nace de la erudición, sino de la curiosidad y la aventura. A veces me comporto como un compositor o libretista de ópera que anda buscando temas o situaciones atractivas; a veces las invento; a veces parto de una vivencia personal, en muchas ocasiones es un acontecimiento histórico; pero cualquiera sea el punto de partida o detonante, es el viaje, la imaginación, la inventiva, el juego, el deseo de aprender, el desarrollo del intelecto y el enriquecimiento del espíritu; esto es lo que me seduce y maravilla; además, como no tengo apuro en estrenar y soy el único director al que le interesa esa dramaturgia, pues no tengo presiones para escribir. Parece que escribo rápido porque casi llevo el ritmo de una obra por año, pero no es así; lo que sucede es que tengo años escribiendo sin estrenar y ahora estoy en el período de estrenar. Escritura e investigación avanzan siempre juntas por vías paralelas y en la investigación hay mucho de intuición, sorpresa y juego. La escritura, como los músculos, se crece en el descanso. Cuando regresas sueles ver el material de mejor manera. Es apasionante ver cómo iniciaste un proyecto de escritura y cómo termina. El texto y el escenario, llegados a un cierto punto del proceso, comienzan a hablarte. A decirte qué hacer. Si te niegas a escuchar estás perdiéndote de algo importante.

-En algunas de sus piezas, la figura del artista es presentada en conflicto con las circunstancias, con el poder. ¿Es posible que en el artista pueda cohabitar el ser también una persona de poder?
-En lo que he podido observar, cuando un artista se acerca demasiado al poder, sale chamuscado (y enmierdado).

En el rol de Bernardo del Campo en la cinta de Diego Rísquez Francisco de Miranda (STEFANO GRAMITTO)

-¿Cómo definiría su teatro, no para etiquetarlo sino para entender que eso que ocurre con unos actores y en un escenario proviene de usted?
-Me gustaría que fuese percibido por los actores como una experiencia colectiva que roza el concepto de amada familia (disfuncional). El viaje que desde la dramaturgia, la producción y la dirección se les ofrece a los actores es el mismo que le ofrecemos al espectador. Pero este mismo viaje se le ofrece al equipo de producción. Cada obra ha puesto sobre el escenario mundos distintos. Esto me hace muy feliz. Quisiera que para los actores la obra que hacemos en ese momento se convirtiera en un instrumento de aprendizaje; por supuesto que para que esto ocurra el actor también debe querer hacer su viaje y comprometerse; del mismo modo. Absolutamente todo lo que se pone en escena, en mi caso, tiene como primer receptor y objetivo al actor. El asunto de si se ve o no desde la butaca es otro capítulo. Me gustaría que la obra le revelara algo sobre la vida, la historia, el ser humano y, con demasiada suerte ya y aspirando a demasiado, que le revelara algo sobre sí mismo; que la obra, como dice Grotowski, se quedara con él más allá de la función; que nuestro trabajo se quedara con el espectador por unas cuantas horas más y, con suerte, por algunos días. El lema que más he enunciado en estos años recientes es “en tiempos de horror hagamos lo bello”. No hablo de la pandemia, desde hace mucho estamos rodeados de horror y ofrecerle a la gente la belleza es una tarea cada vez más urgente. No importa si es a través del drama, la tragedia o la comedia, pero que encuentre belleza.

Y que sean dos de los actores que lo acompañan en La lección de flauta los agreguen algunos trazos a este retrato incompleto. De él dice Sara Valero Zelwer, Wilhelmina en la pieza: “Luigi es tremendamente generoso con el actor o la actriz que tiene enfrente, cuando recibes una instrucción, te está pasando un fragmento de su extensa y profunda experiencia. Amante de la ópera, no teme a lo grande, y es muy sabroso trabajar lo grande en esta época donde muchas veces a los actores nos toca minimizar el gesto al máximo. Es muy apasionado, y ese fuego puede quemarte a veces. Yo diría que es como el sol: generoso, grande y te puede quemar con su pasión, si te descuidas. Es bello”.

Y agrega Wilfredo Cisneros, el Voltaire de La lección de flauta: “Trabajar con Luigi es una aventura, que aúna en perfecta armonía el disfrute y el rigor. Es abrazar un texto exquisitamente labrado. Y certero. Es gozar de la lengua como hecho unificador, y de la acción como resultado de él. Trabajar con Luigi ha significado para mí, viajar a lo mejor de mí mismo”.

El otro templo
Caraqueño de nacimiento, Luigi Sciamanna es egresado de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela, en la mención Cine. Debutó en la actuación en 1987 con Ugo Ulive, en los montajes Nuestro Hamlet, para la UCV, y Juan de la noche, de Alicia Álamo Bartolomé, para el Nuevo Grupo.

-¿En qué momento descubrió el teatro, el arte. ¿Cómo fue?, ¿qué pasó por su cabeza en ese entonces?
-No hay una fecha; no hay un acontecimiento, sino una suma. De pronto te encuentras con las que después comprenderás son las películas que marcaron la infancia; el libro que consideras el primer libro; una maestra de primaria que te habla de manera inolvidable de un personaje histórico que te acompañará por la vida; la música que se escucha en casa; un amor platónico que te regala la tv; una película que consideras el primer antes y después; la primera ópera vista, en este caso, a través de un célebre programa de televisión; lo que se hereda y que la ciencia llama genes o ADN, qué se yo... No hay en este cuento una representación teatral que me dijera “Este es el camino”, en cambio sí hubo una película que me dijo “Esto es”. Comencé, eso sí, a decir a muy temprana edad que quería ser actor; entonces admito que es “congénito”; esta condición hace que lo relativo al actor y a la escena tenga para mí fuertes conexiones con lo espiritual, el rito, lo sagrado y el misterio...

-Cuando leí por primera vez a Grotowski hablando del “actor santo” sentí que podía entender a qué se refería el maestro; no estoy diciendo que yo lo sea, pero sí que estoy en capacidad de entender... Cuando fui al teatro por primera vez, no fue la obra solamente lo que resultó importante y trascendental; fue lo que implicó ir a ver esa obra; tomar un autobús e ir al centro de la ciudad, entrar por primera vez a esa maravilla que es el Teatro Municipal, recorrerlo, descubrir que esa construcción hermosa estaba en nuestra ciudad, mi ciudad; se trataba de una compañía española, si recuerdo bien, que traía una obra española... Pero no fue la obra, fue la experiencia teatral en su conjunto, el edificio teatral, el templo, con sus oficiantes, texto y feligreses; entonces, haciendo ahora, gracias a tus preguntas, un ejercicio retrospectivo, puedo decir que quizás allí, ese muchacho descubrió otro templo que le resultó más atractivo que el dominical...
@juanchi62

 

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