Armando Díaz: “Aquí hay mucho miedo a arriesgarse”
Al bailarín, coreógrafo, docente y director-fundador de la compañía de danza contemporánea Sieteocho Danza le entristece que el arte se vincule con la política
Llegó a los coletazos de la edad dorada de la danza contemporánea en el país, y aun así Armando Díaz, director fundador de la compañía Sieteocho Danza, tiene muy presente el legado que le han dejado artistas como Luis Viana, Félix Oropeza, Claudia Capriles, Luz Urdaneta, Juan Carlos Linares, Inés Rojas, José Ledezma, María Guinand y Miguel Issa, éste último responsable de su ingreso en el Instituto Universitario de Danza (Iudanza), donde inicio su formación como bailarín y coreógrafo.
Hoy, tras dos décadas dedicadas a la danza contemporánea, este caraqueño de 41 años cuenta con una andadura profesional en la que figuran el teatro, la música, el canto coral y el canto lírico, y hasta un pasado deportivo como miembro de la selección nacional de esgrima.
Hace 14 años, Armando Díaz fundó Sieteocho Danza, compañía independiente de la que dice “está abierta a los múltiples vocabularios y disciplinas artísticas: la música, el teatro, las artes visuales, la fotografía, el video, todo eso entre dentro de nuestro vocabulario. Lo que busco con esto es una autenticidad en el trabajo. Con Sieteocho me propongo que todos los artistas que salgan de allí seamos mejores seres humanos”.
Actualmente, la agrupación conformada por siete bailarines y él, prepara el remontaje de la obra con la que debutó en la escena local: Pequeña cantata escénica, pieza que el coreógrafo trabajó junto a la poeta y cantante lírica Lotty Ipinza, fallecida en enero de este año, basada en su poemario Vastas sombras y diálogos nocturnos.
-Usted pudo haber sido actor o cantante, pero se decantó por la danza. ¿Qué le reveló ésta de sí mismo?
-Conseguí ser auténtico, ser yo, poder tener una voz, un espacio de expresión mucho más amplio. A diferencia del teatro y la música -a menos que seas dramaturgo o compositor-, en la danza puedes crear. La danza tiene la facultad de que no posee un lenguaje establecido, hay lenguajes para estudiar, está la técnica Graham, el ballet, eso está hecho para explicar, pero cuando tú realmente emprendes un proceso creativo tienes que olvidarte de eso. No vas a repetir lo que todo el mundo ha hecho. Ahí es donde puedo sentirme plenamente libre, decidir cómo me voy a mover, de qué voy a hablar. No hay una forma de bailar, no hay una forma de decir, eso lo vamos a crear.
Semanas atrás, Díaz decidió retirarse de la Compañía Nacional de Danza, a la que perteneció también por 14 años y de la que llegó a ser bailarín principal, docente y coreógrafo. La primera razón de su dimisión que el artista esgrime es que quiere centrarse más en su compañía, pero muy pronto saca a relucir otros factores.
-Hay algo que me entristece mucho en el arte, que es cuando se le vincula con la política porque se pierde todo el espacio creativo, la energía y la investigación y la libertad que lo caracterizan. Ahí, el arte pierde su voz propia y te obligan o te conducen a que hables de lo que otros quieren. En mi estancia en la compañía vi pasar tres directores y pude apreciar cómo ellos, con las mejores intenciones, terminaron sistematizados por las directrices ministeriales. Esto ocurre en todo el mundo: las compañías artísticas que pertenecen al Estado tienen que obedecer los lineamientos políticos que les imponga el gobierno de turno.
-Concretamente, ¿qué fue lo que vivió en la Compañía Nacional de Danza?
-Vi cómo el elenco tradicional tenía mucho más espacio de expansión y proyección que el contemporáneo, porque aquí, muy tristemente, se tiene visto que la danza venezolana es solamente lo tradicional, no entran otros lenguajes y otros enfoques. Por lo tanto, el elenco tradicional viajó hasta Vietnam, China, el cono sur, y yo como integrante del elenco contemporáneo solo viajé a Cuba. Más viajé, más conocí, con las compañías independientes que se autogestionan. Entonces, tienes a los mejores bailarines de un país metidos en un embudo porque al Presidente no le gusta o porque eso no se va a entender. Aquí hay mucho miedo a arriesgarse.
-¿Qué le critica a la política cultural actual?
-Que se parcializó hacia una sola visión, sobre todo en Venezuela que por su ubicación geográfica es un país multicultural, plural. No se puede cortar todo con el mismo cuchillo. Hay instituciones que se han creado pero se ha pecado en la falta de proyección, en los valores, y no solo hablo de la danza, sino de la ópera, las artes visuales. El poco apoyo a la cultura es mundial e histórico pero, ¿por qué cuando se llega a un puesto de liderazgo no apoyo a la cultura o a la educación para que un país evolucione a un grado mayor de conciencia?
-¿Cuál es la situación de la danza contemporánea en este momento?
-Tuve la suerte de vivir el coletazo de ese gran movimiento y fuerza que tuvo la danza contemporánea en el país. Hay varios aspectos por los que esa época dorada se perdió: el primero, porque no pensamos nunca que los grandes hacedores de la danza en los años 80 y 90 iban a envejecer y se iban a cansar. Eso se complicó con el éxodo de venezolanos, entre ellos muchos bailarines. Así, los artistas que recibieron el legado directo de los maestros no están, por lo tanto se generó un vacío en la formación; al no haber formación empiezan a haber huecos.
-Otro gran error, a mi juicio, fue unificar todas las escuelas de danza en una sola (Unearte), y más aún el formato de estudio por semestre. Yo no puedo parar a un bailarín que está en primer año dos meses entre semestre y semestre. Así, el proceso será diez veces más lento para él, no habrá desarrollo muscular, el desarrollo vocal no va a estar… ¿El resultado? Salen graduados sin buena formación y eso hace que todo se vaya perdiendo: profundidad, estudio…, continúa.
El director de Sieteocho Danza aplaude la creación de la Compañía Nacional de Danza y de Teresa Danza Contemporánea (adscrita a la Fundación Teatro Teresa Carreño), pero asoma una consecuencia nefasta para el sector: “Ambas instituciones se comen los presupuestos para las propuestas independientes, cuando en realidad son éstas las que hacen que la danza se mantenga viva, las que generan la creación, la innovación, el riesgo, la experimentación, la variedad, la versatilidad de la danza del país”.
-¿Se puede existir sin la ayuda de papá Estado?
-Completamente. Hay que tomar las riendas de la danza contemporánea y arriesgarse, apostar por otros espacios. Nos acostumbramos al subsidio y a que siempre en el sector de la danza había un mentor que velaba por el gremio. ¿Qué pasa cuando ese mentor ya no está?, ¿Cuándo ya no te defienden? Tienes que tomar las riendas del asunto. Yo he trabajado muchas veces con La Caja de Fósforos y una de las cosas que me gusta de su funcionamiento es ver cómo se inventan cualquier cantidad de proyectos y siguen y persisten. Y su trabajo es súper arriesgado, súper experimental, ¿por qué eso no ocurre en la danza?

Frente al espejo
-¿Qué lo lleva a expresarse a través de la danza?
-El teatro y la música son temas que siempre me interesan. Me atrae muchísimo trabajar con obras sinfónico-corales, ópera, música coral, con compositores venezolanos. La dramaturgia también está muy ligada a mi trabajo. Hay un tema recurrente en mi trabajo que tiene que ver con el espejo, verse uno mismo, con esta cuestión junguiana de la máscara. Me interesa mucho hablar de aquello que te muestra vulnerable, que te expone, y creo que eso tiene que ver mucho también con mi formación, mi experiencia misma en la danza: te tienes que ver hermoso, tienes que subir la pierna, saltar… El bailarín tiene unas características sin las cuales puede estar, si no, no es bailarín. Y por eso terminan encajonándonos. Ese otro lado siempre está presente en mi trabajo.
-¿De qué temas le interesa hablar?
-Como el ser humano es cambiante, los temas de las obras dependen de la circunstancia en la que me encuentre. En 2015, por ejemplo, hice una obra que se llama Análogo y que tiene que ver con la manipulación del sistema, tiene mucha conexión con la novela 1984. En ese entonces, estaba fastidiado de la rutina: tienes que comer así, debes pensar así… La sensación es que todos estamos presos. En Lo que no se dice, por otra parte, hablo justamente de la aceptación, porque al crearla sentía que como sociedad estamos demasiado ariscos, la gente está cansada, reacciona con violencia, no tenemos tiempo para abrazarnos, y yo necesitaba hacer una obra que abrazase, que la gente se abrazara a la naturaleza, además. Con la de Lotty, en estos momentos, me interesa hablar de la soledad, como este tema del aislamiento nos ha obligado a estar con nosotros mismos.
-Ahora vamos a otra instancia de su proceso creativo. Tiene el tema, la soledad, por ejemplo, tiene el texto de Lotty Ipinza. ¿Cómo se transforma eso en movimiento?
-Ese es el meollo del asunto. Los bailarines de danza contemporánea trabajamos muchísimo con la improvisación, porque la improvisación tiene que ver con el trabajo de meditación. En la meditación, cuando empiezas pasas por todas las superficies, de inmediato, a medida que avanzas en la práctica, que vas profundizando, todo empieza a entrar en otro aspecto, empieza a entrar en un tema que tú pensabas que no te correspondía y está dentro de ti. Comienza entonces la observación, la percepción y la propiocepción, te conciencias y empiezas a entrar en el tema de aceptación y de sinceridad contigo. El movimiento deja de ser accesorio y comienzas a moverte con lo que es necesario. Una vez que se llega a este punto es que se comienza a generar el material. Todo esto viene, además, conectado a un trabajo de análisis, cómo repercute el texto en cada uno de nosotros. En mis procesos nadie tiene la razón. Hay una dirección, pero el bailarín es el que se va descubriendo por dentro. Y esa verdad, que es tuya y es valiosa, es la que empieza a otorgar materiales físicos. Esa constelación que va naciendo a través de la investigación de la improvisación es lo que genera los paisajes, los escenarios y la distribución de los cuerpos en el espacio.
-¿Qué peso tiene la intuición en la danza contemporánea?
-Lo es todo. Y creo que eso aplica en todas las artes. Justamente por educarnos en el sentido de que todo tiene una razón de ser, la intuición, que para mí es el sexto sentido que todos tenemos, se va durmiendo. Por lo tanto, todo trabajo, en cualquier área artística que maneje la abstracción a la que la intuición te puede llevar, donde no hay más respuestas sino más preguntas, es algo que no se va a vender, que no va a tener un público porque justamente nos han llevado a no tomarnos el tiempo de observar, de sensibilizarnos, de educarnos ante eso que tenemos enfrente. En la vida ocurren millones de cosas que no se entienden, entonces por qué no nos permitimos abrirnos a eso.
@juanchi62
Hoy, tras dos décadas dedicadas a la danza contemporánea, este caraqueño de 41 años cuenta con una andadura profesional en la que figuran el teatro, la música, el canto coral y el canto lírico, y hasta un pasado deportivo como miembro de la selección nacional de esgrima.
Hace 14 años, Armando Díaz fundó Sieteocho Danza, compañía independiente de la que dice “está abierta a los múltiples vocabularios y disciplinas artísticas: la música, el teatro, las artes visuales, la fotografía, el video, todo eso entre dentro de nuestro vocabulario. Lo que busco con esto es una autenticidad en el trabajo. Con Sieteocho me propongo que todos los artistas que salgan de allí seamos mejores seres humanos”.
Actualmente, la agrupación conformada por siete bailarines y él, prepara el remontaje de la obra con la que debutó en la escena local: Pequeña cantata escénica, pieza que el coreógrafo trabajó junto a la poeta y cantante lírica Lotty Ipinza, fallecida en enero de este año, basada en su poemario Vastas sombras y diálogos nocturnos.
-Usted pudo haber sido actor o cantante, pero se decantó por la danza. ¿Qué le reveló ésta de sí mismo?
-Conseguí ser auténtico, ser yo, poder tener una voz, un espacio de expresión mucho más amplio. A diferencia del teatro y la música -a menos que seas dramaturgo o compositor-, en la danza puedes crear. La danza tiene la facultad de que no posee un lenguaje establecido, hay lenguajes para estudiar, está la técnica Graham, el ballet, eso está hecho para explicar, pero cuando tú realmente emprendes un proceso creativo tienes que olvidarte de eso. No vas a repetir lo que todo el mundo ha hecho. Ahí es donde puedo sentirme plenamente libre, decidir cómo me voy a mover, de qué voy a hablar. No hay una forma de bailar, no hay una forma de decir, eso lo vamos a crear.
Semanas atrás, Díaz decidió retirarse de la Compañía Nacional de Danza, a la que perteneció también por 14 años y de la que llegó a ser bailarín principal, docente y coreógrafo. La primera razón de su dimisión que el artista esgrime es que quiere centrarse más en su compañía, pero muy pronto saca a relucir otros factores.
-Hay algo que me entristece mucho en el arte, que es cuando se le vincula con la política porque se pierde todo el espacio creativo, la energía y la investigación y la libertad que lo caracterizan. Ahí, el arte pierde su voz propia y te obligan o te conducen a que hables de lo que otros quieren. En mi estancia en la compañía vi pasar tres directores y pude apreciar cómo ellos, con las mejores intenciones, terminaron sistematizados por las directrices ministeriales. Esto ocurre en todo el mundo: las compañías artísticas que pertenecen al Estado tienen que obedecer los lineamientos políticos que les imponga el gobierno de turno.
-Concretamente, ¿qué fue lo que vivió en la Compañía Nacional de Danza?
-Vi cómo el elenco tradicional tenía mucho más espacio de expansión y proyección que el contemporáneo, porque aquí, muy tristemente, se tiene visto que la danza venezolana es solamente lo tradicional, no entran otros lenguajes y otros enfoques. Por lo tanto, el elenco tradicional viajó hasta Vietnam, China, el cono sur, y yo como integrante del elenco contemporáneo solo viajé a Cuba. Más viajé, más conocí, con las compañías independientes que se autogestionan. Entonces, tienes a los mejores bailarines de un país metidos en un embudo porque al Presidente no le gusta o porque eso no se va a entender. Aquí hay mucho miedo a arriesgarse.
-¿Qué le critica a la política cultural actual?
-Que se parcializó hacia una sola visión, sobre todo en Venezuela que por su ubicación geográfica es un país multicultural, plural. No se puede cortar todo con el mismo cuchillo. Hay instituciones que se han creado pero se ha pecado en la falta de proyección, en los valores, y no solo hablo de la danza, sino de la ópera, las artes visuales. El poco apoyo a la cultura es mundial e histórico pero, ¿por qué cuando se llega a un puesto de liderazgo no apoyo a la cultura o a la educación para que un país evolucione a un grado mayor de conciencia?
-¿Cuál es la situación de la danza contemporánea en este momento?
-Tuve la suerte de vivir el coletazo de ese gran movimiento y fuerza que tuvo la danza contemporánea en el país. Hay varios aspectos por los que esa época dorada se perdió: el primero, porque no pensamos nunca que los grandes hacedores de la danza en los años 80 y 90 iban a envejecer y se iban a cansar. Eso se complicó con el éxodo de venezolanos, entre ellos muchos bailarines. Así, los artistas que recibieron el legado directo de los maestros no están, por lo tanto se generó un vacío en la formación; al no haber formación empiezan a haber huecos.
-Otro gran error, a mi juicio, fue unificar todas las escuelas de danza en una sola (Unearte), y más aún el formato de estudio por semestre. Yo no puedo parar a un bailarín que está en primer año dos meses entre semestre y semestre. Así, el proceso será diez veces más lento para él, no habrá desarrollo muscular, el desarrollo vocal no va a estar… ¿El resultado? Salen graduados sin buena formación y eso hace que todo se vaya perdiendo: profundidad, estudio…, continúa.
El director de Sieteocho Danza aplaude la creación de la Compañía Nacional de Danza y de Teresa Danza Contemporánea (adscrita a la Fundación Teatro Teresa Carreño), pero asoma una consecuencia nefasta para el sector: “Ambas instituciones se comen los presupuestos para las propuestas independientes, cuando en realidad son éstas las que hacen que la danza se mantenga viva, las que generan la creación, la innovación, el riesgo, la experimentación, la variedad, la versatilidad de la danza del país”.
-¿Se puede existir sin la ayuda de papá Estado?
-Completamente. Hay que tomar las riendas de la danza contemporánea y arriesgarse, apostar por otros espacios. Nos acostumbramos al subsidio y a que siempre en el sector de la danza había un mentor que velaba por el gremio. ¿Qué pasa cuando ese mentor ya no está?, ¿Cuándo ya no te defienden? Tienes que tomar las riendas del asunto. Yo he trabajado muchas veces con La Caja de Fósforos y una de las cosas que me gusta de su funcionamiento es ver cómo se inventan cualquier cantidad de proyectos y siguen y persisten. Y su trabajo es súper arriesgado, súper experimental, ¿por qué eso no ocurre en la danza?

"Me interesa mucho hablar de aquello que te muestra vulnerable", afirma Armando Díaz (ERLEN ZERPA)
Frente al espejo
-¿Qué lo lleva a expresarse a través de la danza?
-El teatro y la música son temas que siempre me interesan. Me atrae muchísimo trabajar con obras sinfónico-corales, ópera, música coral, con compositores venezolanos. La dramaturgia también está muy ligada a mi trabajo. Hay un tema recurrente en mi trabajo que tiene que ver con el espejo, verse uno mismo, con esta cuestión junguiana de la máscara. Me interesa mucho hablar de aquello que te muestra vulnerable, que te expone, y creo que eso tiene que ver mucho también con mi formación, mi experiencia misma en la danza: te tienes que ver hermoso, tienes que subir la pierna, saltar… El bailarín tiene unas características sin las cuales puede estar, si no, no es bailarín. Y por eso terminan encajonándonos. Ese otro lado siempre está presente en mi trabajo.
-¿De qué temas le interesa hablar?
-Como el ser humano es cambiante, los temas de las obras dependen de la circunstancia en la que me encuentre. En 2015, por ejemplo, hice una obra que se llama Análogo y que tiene que ver con la manipulación del sistema, tiene mucha conexión con la novela 1984. En ese entonces, estaba fastidiado de la rutina: tienes que comer así, debes pensar así… La sensación es que todos estamos presos. En Lo que no se dice, por otra parte, hablo justamente de la aceptación, porque al crearla sentía que como sociedad estamos demasiado ariscos, la gente está cansada, reacciona con violencia, no tenemos tiempo para abrazarnos, y yo necesitaba hacer una obra que abrazase, que la gente se abrazara a la naturaleza, además. Con la de Lotty, en estos momentos, me interesa hablar de la soledad, como este tema del aislamiento nos ha obligado a estar con nosotros mismos.
-Ahora vamos a otra instancia de su proceso creativo. Tiene el tema, la soledad, por ejemplo, tiene el texto de Lotty Ipinza. ¿Cómo se transforma eso en movimiento?
-Ese es el meollo del asunto. Los bailarines de danza contemporánea trabajamos muchísimo con la improvisación, porque la improvisación tiene que ver con el trabajo de meditación. En la meditación, cuando empiezas pasas por todas las superficies, de inmediato, a medida que avanzas en la práctica, que vas profundizando, todo empieza a entrar en otro aspecto, empieza a entrar en un tema que tú pensabas que no te correspondía y está dentro de ti. Comienza entonces la observación, la percepción y la propiocepción, te conciencias y empiezas a entrar en el tema de aceptación y de sinceridad contigo. El movimiento deja de ser accesorio y comienzas a moverte con lo que es necesario. Una vez que se llega a este punto es que se comienza a generar el material. Todo esto viene, además, conectado a un trabajo de análisis, cómo repercute el texto en cada uno de nosotros. En mis procesos nadie tiene la razón. Hay una dirección, pero el bailarín es el que se va descubriendo por dentro. Y esa verdad, que es tuya y es valiosa, es la que empieza a otorgar materiales físicos. Esa constelación que va naciendo a través de la investigación de la improvisación es lo que genera los paisajes, los escenarios y la distribución de los cuerpos en el espacio.
-¿Qué peso tiene la intuición en la danza contemporánea?
-Lo es todo. Y creo que eso aplica en todas las artes. Justamente por educarnos en el sentido de que todo tiene una razón de ser, la intuición, que para mí es el sexto sentido que todos tenemos, se va durmiendo. Por lo tanto, todo trabajo, en cualquier área artística que maneje la abstracción a la que la intuición te puede llevar, donde no hay más respuestas sino más preguntas, es algo que no se va a vender, que no va a tener un público porque justamente nos han llevado a no tomarnos el tiempo de observar, de sensibilizarnos, de educarnos ante eso que tenemos enfrente. En la vida ocurren millones de cosas que no se entienden, entonces por qué no nos permitimos abrirnos a eso.
@juanchi62
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