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Elsy Manzanares: “Los caribeños llevamos el bolero en el ADN”

La periodista y motivadora es la autora de “La noche de anoche”, un homenaje a ese género musical, la radio y la nocturnidad caraqueña de los años 70 y 80 que ya va por su tercera edición

  • MARITZA JIMÉNEZ

01/07/2020 01:00 am

La noche de anoche, el famoso bolero escrito por René Touzet a la cubana Olga Guillot, le da título al libro que la periodista Elsy Manzanares dedica al género, una recopilación de sus entrevistas radiales con reconocidos representantes nacionales e internacionales reunidas en un volumen que ya va por su tercera edición.

Pero, más que un ejemplar de entrevistas de 300 páginas, La noche de anoche es un canto a la radio y, sobre todo, a la memoria de las experiencias vividas en la nocturnidad caraqueña en aquellos centros donde el bolero reinaba cada fin de semana en la “ciudad que no duerme”.

Elsy Manzanares, versátil periodista que comparte la defensa de este oficio con el ejercicio de la asesoría motivacional, es licenciada en Comunicación Social por la UCV, con una maestría en Políticas y Planificación de Medios de Comunicación para América Latina y Diplomado en Psicología Positiva en la Universidad Metropolitana.

Además, posee certificaciones del Instituto Diálogos e Indagación Apreciativa-IDEIA (Barcelona, España) en Coach Apreciativo y Liderazgo Apreciativo (Cresiendo, Bogotá) y Programación Neurolingüística (Caracas Coaching).

El bolero, la radio y los derechos humanos forman parte de los temas de una producción literaria que incluye los títulos La radio, el medio, De la euforia al desencanto, una canción contra el olvido y La Guayaba de Pascal (ensayos), y un trabajo especial a cuatro manos con el periodista Fernando Chamorro acerca de los medios en Guatemala, Democracia en Guatemala, la misión de un pueblo entero.
 
-¿Cómo nació su libro sobre el bolero?
-La idea surgió cuando comencé a transcribir las entrevistas que había hecho para un programa de radio que tuve por siete años, La intimidad del bolero, en La Emisora Cultural de Caracas. Cuando vi ese montón de entrevistas hechas a personajes como Olga Guillot, Boby Capó, Cheo Feliciano, Aldemaro Romero, Carmen Delia Dipini, Elena Burque, Daniel Santos, entre tantos otros, pensé: "Esto es un libro". A partir de allí comencé a darle forma y agregar un poco más de nostalgia a las páginas para convertirlo en La noche de anoche que es su nombre, nombre de bolero, como debe ser.

"Es un libro consentido por mí y por muchas otras personas que lo han querido tener. La primera edición se agotó rápidamente en la librería El Buscón, que fue la que tuvo la exclusividad. Y sí, ya lleva tres ediciones. La primera en Venezuela, en 2007 (con el Banco de Venezuela, Grupo Santander); la segunda en Managua, Nicaragua, en 2011, con Nora González Ediciones, y esta última, también en Caracas, en febrero pasado, con Barralibros.editores.

-¿A qué atribuye su éxito?
-Creo que el éxito está en que a los venezolanos, y a los latinoamericanos en general, nos gusta vivir un constante despecho, bien por un amor que se fue, por otro que no llegó, ahora por la patria, por los amigos, el destierro. Ese eterno adiós representa una buena razón para escuchar un bolero y este libro te invita, te lleva a dar un paseo por esa nostalgia que va desde "La aparición de la radio como medio de la nostalgia", hasta "El bolero como relicario latinoamericano". Ya los propios subtítulos te hablan de esas ausencias, de ese dolor. Y las entrevistas son un acercamiento a esos grandes del género con quienes tuve el placer de conversar, sus anécdotas, sus definiciones sobre el amor, sobre el bolero. Creo que esas conversaciones acercan mucho al lector.

-¿Cuál es su definición del bolero y por qué gusta tanto entre nosotros?
-El bolero es el lenguaje de las emociones, especialmente del amor y del desamor. ¡Nada menos, pues! Es la palabra escrita para ti, así como “Ese bolero es mío”, que representa justo lo que te estoy diciendo. Cada uno de nosotros se apropia de un bolero según la historia que cuente. ¿Y por qué nos gusta tanto? Porque somos así, emocionales, alegres y despechados. Estamos siempre muy cercanos a ese discurso amoroso, nacimos con el bolero, muchos fuimos arrullados con esas canciones de amor y de despecho, creo que sobre todo los latinos de la cuenca del Caribe (Venezuela, Colombia, Cuba, Puerto Rico) lo llevamos en el ADN.

-Dice que el libro no es una historia del género en Venezuela. ¿Cuál es entonces su intención?
-Nació sin una intención en particular, más que mostrar a esos grandes del bolero. Pero fue tomando forma y al final terminó siendo un poco autobiográfico. Cuando hablo en los capítulos “La piel marcada por la noche” y “La nocturnidad caraqueña”, hablo desde mi nostalgia por lo vivido a finales de los 70 y casi toda la década del 80, cuando teníamos estupendos lugares en la ciudad para ir a escuchar boleros. El Parque, en Parque Central, por ejemplo, donde nació por cierto mi buena amiga Floria Márquez, que hacía su show nada menos que con quien hoy es su esposo, Pedrito López, músico y arreglista venezolano de primera categoría. La Fonda del Parque, también en Parque Central, donde tuve la oportunidad de conocer a dos maravillosos venezolanos, Nano Grand y Luisín Landáez, que cantaban al lado de Estelita del Llano. Otro lugar era el Da Graciela, en Sabana Grande, donde estuvieron grandes también como Nancy Toro, Dalila Colombo, una chica que cantaba fabuloso que se hacía llamar La Goajira y la gran María Rivas, que se dio a conocer allí. Estaban también El Ramirth, la Boite del hotel Tamanaco, La Scala y otros más que conformaban un abanico de selección para salir los viernes y los sábados por la noche a escuchar boleros. Esa era la Caracas de entonces.

-¿Quién o quiénes han sido para usted los más importantes representantes del género, dentro y fuera de Venezuela?
-Esta es una pregunta muy comprometedora, porque son muchos, y no lo digo por cumplido. Cómo nombrar, por ejemplo, a Olga Guillot y no a Omara Portuondo, dos cubanas extraordinarias, a Elena Burque, La Lupe, Chucho Avellanet, Boby Capó, Cheo Feliciano, Agustín Lara o Armando Manzanero. La lista es demasiado extensa. De Venezuela, Gisela Guédez, una voz única; Estelita del Llano, un personaje emblemático en este mundo de la nostalgia; Aldemaro, el polifacético; Alfredo Sadel, nuestro cantor, y por supuesto Felipe Pirela.

-¿Qué opina de Pirela?
-“El bolerista de América”. Un título muy bien ganado. Lamentablemente su vida turbulenta no nos permitió disfrutarlo mucho más. Murió tan joven y de una manera tan cruel que nadie merece. No hay duda de su calidad, que lo demuestra el recuerdo que aún tenemos a casi 50 años de su muerte, ocurrida en julio de 1972 en Puerto Rico.

-¿Cómo ve la situación del bolero hoy en día en Venezuela? ¿Le parece que sigue manteniendo su vigencia ante la avalancha de ritmos contemporáneos?
-El bolero podría tomarse un receso, un pequeño descanso, pero siempre estará allí. Es un género que no compite con la moda. Simplemente llegó a finales del siglo XVIII y aquí sigue, a veces mezclado incluso con otros géneros o simplemente interpretado por jóvenes baladistas. El bolero se mete por las rendijas y hace que un Yordano Di Marzo, personaje tan querido por nosotros, haga baladas con un antifaz de boleros. Allí, entre esos dos géneros, el límite es muy frágil. Eres una en un millón, de Illan Chester, es mucho más un bolero que una balada. Montaner tiene unas cuantas. En fin, es casi imperceptible esa frontera. Podrán aparecer otros ritmos musicales, pero no hay duda de que si el bolero ha vivido más de 100 años, seguirá estando allí.

-Periodista, cantante, motivadora. ¿Cómo se define Elsy Manzanares?
-Periodista. Soy periodista desde cada una de mis actuaciones en la vida. Es una profesión que amo y sobre todo que honro. En Venezuela el que es periodista es porque tiene un compromiso con la vida, con el país y con los ciudadanos, pero su responsabilidad va incluso más allá. Cuando veo las injusticias que a diario se cometen en contra de mis colegas que están en la calle, los maltratan, les violan sus derechos, por el simple hecho de informar, siento más la profesión en función del bien común, de la convivencia, porque informar no sólo es un deber, es una necesidad. Especialmente en tiempos de pandemia como los que estamos viviendo.

"Cantante no soy -prosigue-, sólo canto en la intimidad. Ahora, motivadora o asesora de bienestar, es un tema que está conectado con la indagación y la comunicación, y aquí me siento muy cómoda como para definirme en este marco también. Me gusta mi trabajo porque siento que los venezolanos necesitamos resetearnos —aquí pongo mi granito de arena— para revalorar el placer y abrirnos a la felicidad. Tenemos 20 años hablando de miedo, inseguridad, hambre, dolor y ese lenguaje de escasez nos ha hecho mucho daño. No se trata de voltear la cara hacia el otro lado y no ver lo que está sucediendo, claro que no; pero sí existe una manera de ver la existencia desde otro ángulo, porque debemos salvarnos, ¿y cómo? Con un lenguaje resignificado hacia el placer, hacia la abundancia para transformar realidades y transformarnos nosotros mismos, seguir resistiendo, hacernos resilientes. Por eso hablo de resetearnos y aquí siento un gran compromiso con todos los que creen en mí, para no permitir que el miedo y la desesperanza nos secuestren el cerebro.

-Guatemala parecer tener una presencia importante en su vida. Háblenos de esa experiencia.
-Mi relación con Guatemala es de absoluto amor, es un país maravilloso, hermoso como nadie que no haya estado allí puede imaginarlo, con una cultura de más de 500 años que la vives en la cotidianidad, te mimetizas con ella de tal manera que después de que has estado allí, ya no puedes dejar de pensar en ese hermoso país. Allí tuve dos experiencias maravillosas desde dos frentes distintos. La primera vez que llegué, fui a trabajar un proyecto para periodistas sobre Derechos Humanos en la región. Era aún la época de la guerra, recién se habían firmado los Acuerdos de Chapultepec para la paz de El Salvador, pero aún no se firmaba la paz en Guatemala. Esa experiencia me llevó a trabajar diálogos extraordinarios entre periodistas, policías y ejército para lograr entendimientos. Las capacitaciones estuvieron en función de la paz. Desarrollamos en Nicaragua, El Salvador y Guatemala la cátedra Periodismo en Tiempos de Paz. Fue un trabajo que disfruté al máximo, tanto mientras lo desarrollaba como cuando veía los resultados. Viví allá esa primera vez dos años, aunque viajé cada mes durante tres años más. Luego, en 1999, regresé pensando que me instalaría en Antigua para descansar, y no fue así. Me ofrecieron el cargo de gerente general en una empresa de PR (Burson-Marsteller) y estuve en el otro frente, en el de los negocios. Fue una experiencia distinta, pero estupenda también que disfruté durante cuatro años más. Así que Guatemala es parte de mi vida.

-¿Cómo asume su faceta como asesora motivacional?
-Es un trabajo que me encanta, me inspira. Articular cambios en grupos y empresas desde el querer hacerlo, saber hacerlo y poder hacerlo, es una manera de ir más allá de un simple cambio y alcanzar la transformación. Ayudar a las personas a diseñar su propósito de vida es un gran reto, para poder revalorar el placer, como decía al principio, y abrirnos a la felicidad. Porque creo que es lo que nos toca como seres humanos, y trabajar por esto es mi pasión. Todos los días asumimos nuevos retos que nos hacen cambiar, pero no nos había tocado jamás algo tan democrático como afrontar esta pandemia, donde todos somos iguales en el mundo. Así que la vida nos tapó la boca y nos colocó frente a este virus de la soledad y el miedo. Nos toca ahora reconvertir nuestros espacios y transformarlos en lugares de creatividad desde un lenguaje estético. Esto, más que un cambio, es una transformación. Así que esta pandemia también me conecta con mi trabajo como asesora de bienestar, aunque ahora la conexión dependa de Internet y no del roce y la comunicación en directo. Así nos tocó, y por eso estamos ahora con la boca tapada. Pero el trabajo continúa, porque ser feliz es el derecho de todos.

@weykapu
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