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Celeste Olalquiaga: “El Helicoide es una metáfora de Venezuela”

Su último libro resume la historia de la mayor cenicienta en la arquitectura caraqueña. Una edificación que estaba llamada a representar la modernidad en 1955 y pronto devino en círculos de vergüenza viviente que giran sobre su propio eje de desidia

  • Diario El Universal

19/04/2018 02:34 pm

Andrés Correa Guatarasma

Nueva York.- Visitando Venezuela “a principios de los 80 pasé una noche por la avenida Fuerzas Armadas y vi una mole enorme, que parecía un nido de abejas gigante, erguida en la oscuridad. Parecía algo de otro planeta u otro tiempo, medieval y futurista a la vez. Creo que fue en ese momento que nació mi interés por la ruinas modernas, las cuales representan de algún modo el imaginario arruinado de mi infancia y adolescencia en una Caracas modernista, una arquitectura extraordinaria, pero desgraciadamente muy deteriorada”.

Así evoca Celeste Olalquiaga su aproximación adulta a esa exótica edificación de la capital venezolana que es tema central de su último libro, “Downward Spiral: El Helicoide’s Descent from Mall de Prison” (Espiral descendiente: El Helicoide, de centro comercial a centro policial). Allí resume el auge breve y decadencia prolongada de una obra inspirada en la arquitectura de Frank Lloyd Wright, coronada por un domo de Buckminster Fuller que, contra todo pronóstico, terminó siendo un inmenso elefante ocioso.

Un helicoide es una superficie generada por el movimiento en forma de hélice de una recta alrededor de un eje. El de Caracas parece atrapado en sí mismo desde su construcción incompleta como centro comercial con capacidad para ascensores inclinados, 4 kilómetros de rampas vehiculares y 320 tiendas que nunca vieron luz.

Según Barry Bergdoll, profesor de la Universidad de Columbia, esta publicación es una antología “que ofrece un panorama de 360 grados sobre El Helicoide, desde su concepción hasta su condición actual de ruina modernista, revelando una visión profunda de más de medio siglo de política venezolana”.

Historiadora cultural, Olalquiaga nació en Chile y se crió en Caracas, hasta mudarse a Nueva York, donde a la larga obtuvo un doctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos, en Columbia. Su disertación doctoral se convirtió en su primer libro, “Megalópolis” (1992). El segundo fue “El reino artificial” (1998), donde “estudio el surgimiento del kitsch en el siglo XIX”.

-¿Cuándo y por qué comenzó su interés académico por El Helicoide?

-Justo antes de irme de Caracas en 1982 leí en los periódicos sobre la evacuación de las diez mil personas que vivieron informalmente en El Helicoide de 1979 a 1982, en la llamada “Gran ocupación”. Esa noticia me impactó mucho, y desde entonces El Helicoide quedó grabado en mi inconsciente.

“En 2013 fundé www.proyectohelicoide.com a fin de visibilizar un Helicoide olvidado. La situación cambió en 2014 con la represión brutal a las protestas anti gubernamentales y las de 2017. Actualmente hay más de 300 presos políticos allí, según el Foro Penal Venezolano. Esto hizo más urgente la necesidad de dar a conocer la historia de El Helicoide en su totalidad, desde su concepción en 1955 como un centro comercial de punta hasta su situación penal actual, que data de 1985, cuando se instaló allí la DISIP”, detalla en referencia a la policía política de entonces.

“Todo esto y mucho más se describe y contextualiza, pues mi co-editora Lisa Blackmore y yo lo concebimos como un libro de historia y reflexión, no sólo sobre El Helicoide, sino sobre la modernidad en Venezuela. Es un conjunto de textos y trabajos realizado por profesores, intelectuales y artistas en su mayoría venezolanos. Esperamos que los lectores vean a El Helicoide en su complejidad, pues más que un edificio o una prisión, es la expresión cabal de las contradicciones políticas y sociales de la modernidad venezolana”.

-¿Es una metáfora del auge y caída de Venezuela en el siglo XX? 

-Absolutamente. El Helicoide llegó a plantearse como emblema de la Caracas de los años 50, que se perfilaba en aquel entonces como la ciudad más moderna de América Latina. El lamentable devenir de esta estructura, debido en gran parte a motivos políticos, refleja casi década por década el tránsito de Venezuela por la modernidad y la democracia: grandes aspiraciones saboteadas por los distintos partidos políticos. Cada vez que se hacía un proyecto de rescate y había un cambio de gobierno, el proyecto quedaba anulado. En eso AD y Copei son igualmente responsables. En cierta manera, el destino de El Helicoide anticipa lo que pasaría con el país.

-¿Fue difícil visitar e investigar sobre El Helicoide en las circunstancias actuales?

-La investigación no fue fácil pues, dados sus continuos fracasos, hay poca documentación. Afortunadamente, las familias de los tres arquitectos -Jorge Romero Gutiérrez, Pedro Neuberger y Dirk Bornhorst- fueron muy generosas en donarnos el material que tenían. Bornhorst, en particular, tenía un archivo que incluía recortes de periódicos nacionales e internacionales sobre El Helicoide que ha sido vital para la investigación.

“En cuanto a visitarlo, fui con mi equipo en 2015 invitados por la Policía Nacional Bolivariana, quienes habían visto la exposición que con Proyecto Helicoide hicimos en el Museo Nacional de Arquitectura de Caracas ("Helicoides Fallidos: Usos, Proyectos y Ocupaciones de El Helicoide de la Roca Tarpeya, 1955-2014"). La visita incluyó todo menos los dos niveles inferiores donde están las cárceles, evidentemente, y nos mostró el estado sumamente irregular en que se encuentra físicamente El Helicoide, que nunca fue terminado. Hay espacios muy acabados como las oficinas del nivel superior, que fueran la sede del Centro Ambiental de 1992, pero los niveles intermedios están medio ocupados, medio abandonados, usados al azar según las necesidades de los distintos cuerpos policiales. Es un lugar muy desigual y heterogéneo, y en esa fragmentación e irregularidad se asemeja irónicamente a la arquitectura informal que lo rodea”, resume Olalquiaga.

-¿Es "rescatable" El Helicoide? ¿Qué haría si lo pusieran en sus manos?

-Debería ser puesto al servicio de las comunidades que lo rodean, como San Agustín del Sur, a las que tanto ha perjudicado como un peso muerto que vino a arrasarlas, dividirlas e imponerles refugiados y una presencia policial funesta. Esas comunidades se beneficiarían enormemente de tener un centro cultural y deportivo donde además podría haber servicios médicos y comunitarios, al igual que un comercio de cercanía adecuado. Convertir a El Helicoide en una fuerza de desarrollo para las comunidades que lo rodean les daría un ímpetu social, cultural y económico no sólo necesario, sino que además se les debe desde hace décadas.

acorrea@eluniversal.com

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